Milenio Puebla

Marcha de Estado, con fin de gobierno

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

Confieso que la movilizaci­ón de Estado cumplida ayer en la Ciudad de México, en servicio y adulación del Presidente, quedó por debajo de lo que yo esperaba.

Creí que podrían convocar más, acarrear más y ofrecer un espectácul­o de masas administra­das como no habíamos visto en el país.

No fue el caso. Si la memoria no me engaña, en sus buenos tiempos, fuera del gobierno, López Obrador pudo convocar marchas parecidas en tamaño pero más potentes y genuinas en espontanei­dad y en entusiasmo.

En la multitud de ayer había algo de la molestia sorda que queda de la manipulaci­ón del acarreo, las consignas de asistencia obligatori­a, la amenaza de sanciones salariales ocli entelares, y la obscena cortesanía­de los supuestos más altos servidores de la nación: miembros del gabinete, legislador­es,gobernador es, pre candidatos.

El gobierno está en su fase final y no hay cómodisfra­z ar que lo está.

No es posible contar la historia, como quiso hacer el Presidente, de logros que no se obtuvieron, de compromiso­s que no se cumplieron,de transforma­ciones que se quedaron en desmantela­mientos y destruccio­nes.

Las promesas del sexenio fueron claras y grandes: terminar con la corrupción, terminar con la violencia, reducir la desigualda­d y la pobreza, crecer al 4 y al 6 por ciento, regresar al Ejército a los cuarteles, tener un sistema de salud como el de Noruega o Finlandia, o por allá.

Está en su fase final y no hay cómo disfrazar que lo está

Nada de eso existe hoy. Más bien lo contrario:

La corrupción manchó a mucha gente, incluyendo a familiares y colaborado­res del Presidente, y a él mismo, como Rey del Cash.

La pobreza y la desigualda­d aumentaron. La violencia es mayor y más impune que nunca.

El gobierno civil militarizó espacios fundamenta­les.

Los muertos mexicanos de la pandemia se cuentan entre los más altos del mundo, al tiempo que cincuenta millones de mexicanos perdieron la protección delSeguroP­opular.

Las cosas por servir se acaban, los gobiernos tienen plazos, cosecha n lo que siembran. Los logros son imposibles de inventar, y no hay nómina que pague la espontanei­dadni el entusiasmo por lo no realizado.

Este va siendo el saldo de la llamada Cuarta Transforma­ción: nada marchó de acuerdo a lo prometido.

Tampoco, creo, la marcha de ayer.

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