Marchas, de campañas adelantadas
Una conclusión que se antoja de la marcha del 13 y la contramarcha del 27 de noviembre, es que al rey de las marchas le ganaron la iniciativa de tomar las calles, y el que pega primero pega dos veces.
No solo perdió la capacidad de iniciativa el gobierno de la 4T, sino el respaldo popular, y lo mismo lo rebasaron el 13 de noviembre tanto por la izquierda como por la derecha en Ciudad de México, porque también es una campaña electoral adelantada.
En un intento por recuperar la agenda política, el partido del gobierno hizo un montaje urgente de “desbordada popularidad” en un acto teatral de la entrada triunfal a Jerusalén, en Domingo de Palmas, con sus discípulos.
Cuando es a cargo del erario aportado por los contribuyentes el gasto de la demostración de la marcha “histórica”, como lo repiten como merolicos los morenistas en la narrativa oficial de la manifestación del 27, es que están en serios problemas de convocatoria y credibilidad.
Está bien que llamen a la marcha de desagravio a la del 13 de noviembre por los opositores, pero comparar la convocada por el inquilino del Palacio Nacional con la entrada de Francisco I. Madero a la Ciudad de México o a la movilización por la expropiación petrolera del presidente Lázaro Cárdepor de plano es un exceso insultante.
Están bien que respalden el movimiento lopezobradorista, que se busque retener el gobierno de la República, las gubernaturas, las cámaras legislativas y los ayuntamientos, pero deberían de abstenerse de las marranerías como utilizar los programas sociales y el dinero público, porque repiten y peor, lo que criticaban del PRI- Gobierno de los acarreos ¿o ya se les olvidó?
Cuando un líder -como el que convocó a la marcha- pierde la iniciativa y la agenda, se presenta como un mal signo la “compra” de voluntades de los asistentes como “extras” a la marcha, condicionados al salario gubernamental y a las dádivas de los programas sociales de Bienestar.
La marcha del 27 de noviembre, al fin y al cabo, es una pieza más de la campaña presidencial y por las gubernaturas en 2024, porque es un gobierno en campaña electoral permanente; en la cuarta transformación no hay nación ni unidad ni pluralidad, es la prisa por el poder absoluto y extenderlo 80 años, como el PRI.