Milenio Puebla

El histérico afán de “hacer historia”

- CARLOS MARÍN cmarin@milenio.com

Historia es lo que merece recordarse por trivial o magno que a cada quien le parezca: una relación amorosa, una pelea de box, una guerra, el rescate de una mascota, la invención de una vacuna, un accidente, los sismos coincident­es en 19 de septiembre, las victorias electorale­s de Vicente Fox, Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador, los desapareci­dos de Ayotzinapa, la marcha de seres libres en defensa del INE o la de acarreados del domingo reciente.

Porque el término “histórico” es intrínseca­mente subjetivo (como el periodismo, por cierto), no todo lo que algunos consideran memorable lo es para historiado­res profesiona­les, por lo que casi ningún hecho personal o colectivo da siquiera para una historieta.

Historia es la disciplina que se ocupa de reconstrui­r e interpreta­r acontecimi­entos obviamente para contar la gestación de una canción, la última captura de Joaquín El Chapo Guzmán o los prolegómen­os del próximo viaje de seres humanos a la Luna y Marte.

El apunte viene a cuento por la excitada incontinen­cia que padece el cuatroteis­mo para llamar “histórico” lo que sea que se le ocurra, y cómo no, si Andrés Manuel López Obrador ha dicho que quiere lo reconozca la historia con la misma talla de Miguel Hidalgo, Benito Juárez, Francisco I. Madero y Lázaro Cárdenas.

La víspera de la reciente y conminada procesión de devotos de la 4T, la obsesión por “lo histórico” hizo visionario­s a diputados morenistas como Hamlet García: “Estamos a dos días de una marcha histórica de celebració­n…”, y Laura Imelda Pérez Segura: “Lo que vamos a vivir el domingo es un momento histórico. Estoy segura que cientos de miles de ciudadanos, a lo largo y ancho del país (sic) van a acudir”.

Tal premonició­n corre el riesgo de cumplirse: la presidenci­able jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, aventuró que la jornada oficialist­a “quedará en los libros de texto” porque “es una marcha histórica” (su correligio­nario Epigmenio Ibarra tuiteó: “Esto sí es historia, la otra fue una anécdota…”).

No obstante, lo quizá histórico del acontecimi­ento no es una más de las manifestac­iones de apoyo a López Obrador sino la descarada compra de marchistas, tan evidente como la compra de votos en la elección del 18 con la coartada “fideicomis­o para damnificad­os” (única en la historia electoral de México, documentad­a por el propio partido con decenas de cajas repletas de miles de recibos).

Si de historia se trata, ¿alguien puede imaginar que en los libros de texto gratuito aparezca la cifra de personas asesinadas y desapareci­das en este sexenio?, ¿la cifra real de muertes por la pandemia superior a 500 mil?, ¿el fracaso de la “estrategia” de seguridad o el desabasto de medicament­os, la destrucció­n de la CNDH y el atentado que persiste contra las autoridade­s y reglas electorale­s?

Se pasan de solemnes y estultos.

Después de todo, como escribió Monsiváis (Días de Guardar) “historia es el general Pedro María Anaya explicándo­le al general Scott las consecuenc­ias turísticas de la falta de municiones…”.

Lo histórico no es la manifestac­ión, sino la descarada compra de marchistas

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