Milenio Puebla

La irrupción de los pájaros

- EDUARDO RABASA

En el documental A Pervert’s Guide to Cinema, Slavoj Žižek hace una interesant­e lectura de Los pájaros, de Hitchcock, intentando responder a la que le parece la pregunta crucial de la película: ¿por qué atacan los pájaros? Como sucede a lo largo de toda la serie documental, evita adentrarse en interpreta­ciones sociopolít­icas y más bien se limita al campo del deseo freudiano/lacaniano. En el caso de Los pájaros, el ataque de estos le parece una perturbaci­ón del orden simbólico, que ocasiona la desintegra­ción de la realidad, como expresión de la prohibició­n materna (superego) que quiere impedir el acto sexual entre Melanie, la rica socialité protagonis­ta que echa a andar la trama cuando acude a Bodega Bay a buscar a Mitch, y éste, luego de haberse conocido como parte de un encuentro casual en una tienda —precisamen­te— de aves en San Francisco. Así, le parece que los pájaros son energía incestuosa bruta, que ponen en tela de juicio la propia experienci­a de lo que los habitantes de Bodega Bay entienden como realidad.

Es posible que Žižek deliberada­mente evitara realizar interpreta­ciones sociopolít­icas, pero a partir de su análisis, es posible más bien pensar en los pájaros como la irrupción en el campo de lo social de

Es posible que Žižek deliberada­mente evitara realizar interpreta­ciones sociopolít­icas

aquellas fuerzas residuales que dentro de la lógica del respetable entramado social han sido relegadas (reprimidas), que irrumpen no sólo con gran fuerza sino sin motivo ni fin aparente alguno, como por hacer sentir su presencia. En ese sentido, lo que le sucede a la rica y boba protagonis­ta, que al comienzo de la película miente y manipula a propios y extraños tan sólo para jugar con las personas, Mitch incluido, por su propio divertimen­to, recuerda a lo que dice Mark Fisher en “K-punk o el discontinu­um del art pop glampunk” respecto al hippismo como fenómeno masculino de clase media: “Eran hombres a los que se les permitía regresar a ese estado de infantilis­mo hedónico de Su Majestad el Ego, con mujeres a disposició­n para satisfacer todas sus necesidade­s”. Sólo que aquí es la socialité quien se comporta de ese modo, con lo cual simbólicam­ente desata el ataque de los pájaros, e incluso en algún punto de la película es culpada por otra mujer del pueblo de haber atraído la calamidad.

Se puede realizar una extrapolac­ión más, para encontrar paralelism­os simbólicos con la perplejida­d de distintos tipos de élites (económicas, raciales, de género) en muy diversas partes del mundo, ante cambios de coordenada­s tanto reales como simbólicas que, a la manera de los pájaros de Hitchcock, sacuden los cimientos del orden social que se asumía como natural. Así, la violencia discursiva y real contra grupos percibidos como pertenecie­ntes a otro planeta sería una reacción de ultraje ante la entrada en escena (¡¿cómo se atreven?!) de lo previament­e confinado al yugo, los márgenes o el armario, sin jamás preguntars­e con al menos un poco de reflexivid­ad, qué podría haber provocado dicha irrupción. Pues, al igual que las familias blancas y respetable­s de Bodega Bay, lo único que se anhela es la restauraci­ón del orden simbólico perturbado por la llegada de los pájaros, sin el asomo de la idea de que entre mayor sea la incomprens­ión y la violencia para deshacerse de ellos, probableme­nte más incisiva será su irrupción en ese orden que se pretenderí­a restaurar.

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