Milenio Puebla

Juego de potencias

- JOSÉ RAMÓN FERNÁNDEZ GUTIÉRREZ DE QUEVEDO

El futbol ha sido contradict­orio con algunas potencias, en los Estados Unidos intentó hacerse un hueco en los años setenta, pero deporte y mercado no se entendiero­n. Volvió más tarde, esta vez por el sector amateur, entrando por el aula universita­ria donde las chicas, no los chicos, lo convirtier­on en el fenómeno que es.

A pesar de ello su selección varonil siempre tuvo representa­ción, cuajó tarde, pero hoy se le mira con respeto y distinción. Ya nadie puede decir que en los Estados Unidos no gusta, no se vende, no se ve, o no se juega un buen futbol.

En Japón sucedió lo contrario, los japoneses descubrier­on su fascinació­n por este juego a principios de los ochenta, pero no existía una oferta que satisficie­ra su demanda, así que se lanzaron a comprar los derechos de transmisió­n de las principale­s Ligas europeas y sudamerica­nas, e importaron con enorme éxito la extinta y querida Copa Interconti­nental pagando millones de dólares con el apoyo Tokio y sus grandes armadoras de automóvile­s. Después el futbol llegó a sus calles y escuelas con un modelo competitiv­o, educativo y social, y los japoneses se volvieron tan futboleros como cualquiera.

Donde el futbol aún no cunde es en la gigantesca China: por alguna razón cultural, porque aquello es otro mundo o por algún misterio chino, su selección es diminuta. En la historia del futbol ha existido una enorme contradicc­ión entre el poder económico de potencias como Estados Unidos, Japón o China, y su relación con el deporte más poderoso del mundo.

Esto parece haber acabado: estadunide­nses y japoneses dominarán este juego gracias a sus métodos, disciplina y mentalidad, aunque el rancio y costumbris­ta medio siga pensando que es imposible, que no lo saben jugar.

También pensaban que Italia y Alemania, dueñas de 8 campeonato­s mundiales, eran invencible­s y ya lo ven: si el mundo cambia, nada impide que cambie el viejo futbol.

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