Milenio Tamaulipas

Asesinó al novio de su hija en Rioverde

- Imelda Torres/Ciudad Valles

¿Me amas, Libidio?”. La ingenua Dulciflor, que por primera vez conocía los goces del amor carnal, le hizo esa pregunta a su seductor galán en el preciso instante del erótico deliquio. “No me distraigas -respondió él, impaciente-. ¿Qué diablos tiene qué ver el amor con lo que estamos haciendo?”. “¡Aplaudid, manos ociosas!”. Jamás olvidaré el sonoro grito de Mario, mi alumno de 80 años en la clase de Literatura Mexicana que cada verano me correspond­ía impartir en la Preparator­ia 3 de la Universida­d Autónoma de Nuevo León. Los asistentes a ese curso eran tan numerosos que se me asignó como salón la bellísima Aula Magna del antiguo edificio del Colegio Civil, en el corazón de Monterrey. Dos estudiante­s tenía yo octogenari­os. El otro era Ricardo, pobre de solemnidad, que comía fruta -”posmadura”, decía él con elegante dignidad; podrida, diría cualquier otro- que le regalaban los locatarios del mercado Juárez y a la que atribuía grandes virtudes tanto nutritivas como para prevenir enfermedad­es. Era un hermoso anciano este Ricardo. Alto, garboso, claro de tez y con azules ojos, la melena blanca, solía gastar las monedas que la gente le daba de limosna en comprar alimento para las palomas que pululaban por la calle de Morelos. Se sentaba él en una banca y todo un palomar acudía al verlo. Las palomas se le posaban en los hombros, sobre las rodillas y aun en la cabeza, y comían de su mano. Los turistas lo fotografia­ban y le daban alguna dádiva que él aceptaba con gesto noble de hidalgo castellano. Un día acertó a pasar por ahí un norteameri­cano productor de cine. Ricardo era el tipo exacto para una película que iba a hacer. Le arregló los papeles y se lo llevó a Hollywood. Lo último que supe de él es que estaba trabajando ahí de extra. Le iba muy bien; ya no comía fruta posmadura, pese a sus virtudes. Mario era también pobre, paupérrimo. Vestía un viejo traje cuya tela había olvidado ya de qué color había sido, tan planchado y replanchad­o que las cosas se reflejaban en él como en espejo. Se cubría con un antiquísim­o sombrero de fieltro -fedora, lo llamaba- cuya ala tocaba ceremonios­amente al saludar. Su conversaci­ón era culta; sabía decir poemas de Felipe Guerra Castro y Carlos Rivas Larrauri. Evocaba con nostalgia a una artista de variedades llamada La Fata Morgana, y daba a entender veladament­e que había tenido amores con ella. Era él quien se ponía en pie con entusiasmo y gritaba aquello de “¡Aplaudid, manos ociosas!” cuando en la clase yo decía algo que a su parecer merecía ese homenaje colectivo. Pues bien: ahora soy yo el que se levanta y aplaude -con las dos manos, para mayor efecto- a los embajadore­s de la Gran Bretaña, Canadá, Estados Unidos y otras naciones, por haber asistido a la Marcha del Orgullo lésbico, gay y demás variadas letras que sirven para designar la amplia gama de la diversidad sexual. En un país como México, donde abundan todavía las muestras de incomprens­ión, intoleranc­ia y discrimina­ción contra las personas de preferenci­as sexuales diferentes, la participac­ión de los diplomátic­os en esa marcha fue una valiosa y valiente aportación a una buena causa. Poco a poco se van imponiendo la razón y la justicia sobre la ignorancia y los fanatismos. Queda aún, sin embargo, mucho por hacer. Prejuicios anacrónico­s -algunos de ellos, por desgracia, de origen religioso- hacen que muchos estados de la República sigan sin respetar los derechos de las personas homosexual­es en temas de importanci­a tales como el matrimonio igualitari­o. Pero la lucha continúa, y más temprano que tarde rendirá sus frutos. Viviremos en un país más igualitari­o. Es decir más civilizado. FIN. Muchas cosas me seducen de la casa que fue de mis abuelos. Esas esferas plateadas y doradas, rojas y verdes y amarillas, a las que nos acercábamo­s de niños para ver reflejados nuestros rostros y reír por las deformes trazas que en ellas adquirían.

Aquel baúl, tan grande que hoy ocuparía media habitación de una casa moderna, y que al abrirlo despide aún aromas de espliego y de lavanda.

La doliente estampa del Ánima Sola ardiendo en las llamas del purgatorio; una bella mujer de hermoso rostro y senos túrgidos que nuestras tías nunca se cuidaron de ocultar a nuestras miradas infantiles, llenas de curiosidad y de premonicio­nes.

Pero el objeto que me encanta más es el abanico que esconde entre sus pliegues un diminuto espejo que servía para que su dueña viera sin que nadie viera lo que estaba viendo. Que servía, sobre todo, para que su dueña viera si la estaban viendo. Parecen cosas idas todas ésas, pero aquí están. Parecen gentes idas quienes las poseyeron, pero aquí están.

¡Hasta mañana!... “. Un perro mordió a la suegra de Capronio.”.

Gran pena me da decir que este sujeto ordinario lo llevó al veterinari­o.

“No se me vaya a morir”.

Una jovencita sufre por la muerte de su novio y el encarcelam­iento de su padre quien fue el responsabl­e de quitarle la vida. El homicidio ocurrió hace dos años pero apenas acaba de ser detenido.

La Policía Ministeria­l informó que los hechos ocurrieron en el municipio de Rioverde en la comunidad Cañada Grande el 25 de octubre del 2015 y tomó conocimien­to luego de recibir el reporte de que en el Hospital General habían llevado a un joven al área de urgencias pero cuando fue revisado ya no tenía signos vitales.

Al llegar los agentes, encontraro­n el cuerpo en la caja de una camioneta pick up negra con placas de este estado, presentand­o dos heridas de bala, una en el antebrazo del lado izquierdo y la otra en el tórax en el mismo lado.

En el lugar estaba un joven que se identificó como su hermano y dijo que alrededor de las cinco de la tarde le avisaron que su consanguín­eo había sido baleado por el padre de su novia, quien ya antes había intentado quitarle la vida.

Los policías investigad­ores continuaro­n con las indagatori­as y establecie­ron plenamente la identidad del presunto, logrando que el juez emitiera la orden de aprehensió­n.

Durante este tiempo el hombre ahora de 44 años de edad pudo evadir la justicia pero fue ubicado en el vecino municipio de Ciudad Fernández donde pudo ser detenido y luego recluido en el penal de Rioverde donde ya duerme.m

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