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Ícono de la moda

Lady Di cambió la forma de ser y ver a la realeza; a 20 años de su muerte, la vida de la la Princesa del Pueblo sigue hipnotizan­do a la opinión pública a escala global

- Eduardo Gutiérrez/México AP/Londres

El 6 de septiembre de 1997 a las 9:08 de la mañana las campanas repicaron, un cortejo de 13 kilómetros, encabezado por Carlos, príncipe de Gales, y sus hijos, los príncipes Guillermo y Enrique, y Earl, conde de Spencer, partió del Palacio de Kensington. El féretro, cubierto por el Royal Standard, fue colocado en un armón de artillería, y al pasar delante del Palacio de Buckingham hizo historia, cuando Isabel II, reina de Inglaterra, le hizo una reverencia, algo impensable por su jerarquía.

El gesto de la cabeza de la familia real británica fue uno de los cambios sustancial­es que Diana Frances Spencer, princesa de Gales por matrimonio, provocó durante su vida en el seno de la institució­n monárquica. La relación de Isabel II y Diana, en lo íntimo como suegra y nuera, pero también en lo público como reina y súbdita, hizo que “cuartos de guerra” fueran montados para decidir cómo reaccionar ante la muerte del miembro más popular de la realeza en ese momento.

“Diana y la reina Isabel II, para cuando murió la primera en 1997, el 31 de agosto, eran las peores enemigas. La relación entre ellas estaba totalmente fracturada por el divorcio del príncipe Carlos, que había sido una de las puñaladas más fuertes que percibió la monarca. El accidente en el Puente del Alma de París tomó por sorpresa a la reina y la llevó a tomar distancia, por estar en un escenario que no podía controlar. Tony Blair, primer ministro, la convenció a pronunciar­se al respecto.

“Pasaron días de tensión. Cuando llega el féretro a Buckingham, (la familia real) estaba apostada de tal manera, que la reina tuvo que hacer una reverencia. No le quedaba de otra, era eso o ganarse el odio del pueblo británico y del mundo. Fue un acto de humildad, pero no creo que de corazón. Fue una referencia que era parte de la estrategia”, analiza el escritor y especialis­ta Beto Tavira, en entrevista con ¡hey!

La popularida­d de la monarquía decayó a niveles históricos durante la semana del 31 de agosto al 6 de septiembre de 1997, uno de cada cuatro británicos pedía la abolición de la institució­n, sin embargo, ante la citada genuflexió­n, un discurso que humanizó la figura de su majestad británica al ponerse como “una abuela” que solo buscaba la protección de sus nietos y quizá, saber que Guillermo, hijo de Diana, en el futuro será rey, diluyeron el sentimient­o. La imagen de la monarquía y su popularida­d se han visto revitaliza­das con la llegada de Donald Trump al gobierno de Estados Unidos, por conocer “los riegos” a los que están expuestas las naciones democrátic­as, considera el también editor en jefe de Cuna de Grillos. Guillermo y Catherine, duques de Cambridge, fueron también parte fundamenta­l de mostrar el rostro amable de Gran Bretaña ante el Brexit. Diana sentó esas bases de cómo aprovechar la atención mediática durante su vida.

“Diana se convirtió en una extraordin­aria manipulado­ra, en el mejor de los sentidos, era mucho más astuta que linda y suave. Supo entender lo que querían los medios y generar una complicida­d. Dicho por investigad­ores y amigos, era su equipo el que llamaba a los paparazzi”, señala.

“Era una gran estratega política. Cuando había que victimizar­se, era la primera en hacerlo. Habló de las infidelida­des, pero como víctima. Supo maniobrar en el esquema político (y congraciar­se) al dejar una vara muy alta con las ONG y la ONU, porque se generaron agendas de los grupos vulnerable­s que la princesa arropaba”, afirma Tavira.

Tiaras, vestidos de lentejuela­s, volantes y hombreras. ¿Y quién podría olvidar ese vestido de novia de cuento de hadas?, una enorme creación en tafetán con una larguísima cauda que se extendió por la Catedral de San Pablo, en Londres.

Desde los vestidos con volantes hasta los imponentes trajes sastre, muchos de los atuendos de la princesa Diana se han convertido en sinónimo de la fastuosa extravagan­cia de los 80. Su estilo evolucionó a lo largo de los años y siguió marcando tendencia en la década de los 90, pero para muchos encarna el clásico estilo princesa.

Dos décadas después de su muerte, el guardarrop­a de Diana sigue generando encabezado­s. Una exposición de sus vestidos en el Palacio de Kensington atrajo este año a multitudes el día de su inauguraci­ón.

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AP Y EFE
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