Milenio Tamaulipas

“Quise agradecer el rescate de mi familia”

Los cuerpos se cocían con el calor, dice Marco Gil, quien perdió a su esposa e hija

- Davi Monroy/Cuernavaca

La distancia entre las colonias Del Valle, en Benito Juárez, y Lomas Estrella, en Iztapalapa, es de apenas 10 kilómetros, en ambas la tragedia es la misma, pero la ayuda no.

Una sola calle, Paseo de las Galias, concentra tres edificios colapsados, cuatro personas fallecidas, decenas de rescatados con vida y al menos 12 edificios y 32 casas desalojada­s. La demolición del número 47 donde murieron tres integrante­s de la familia Villanueva Ortega, ha demorado cinco días. Todo lo hace una sola grúa y las manos de menos de una decena de personas.

Apenas el viernes lograron sacar los cuerpos de las víctimas que fueron sepultadas por las losas, un metro antes salir a la calle para salvar su vida. Miguel, Blanca y su hija Alexia intentaron salir, pero una reja cerrada se los impidió. El edificio cayó y sus cuerpos quedaron atrapados. Daniela, otra mujer de 26 años también perdió la vida, pero a diferencia de ellos, a la joven la lograron sacar, pues su cuerpo quedó en la banqueta.

Mientras no concluya la demolición, otros dos tendrán que esperar, lo mismo que sus habitantes que pernoctan en el camellón, y a la espera de informació­n sobre sus pertenenci­as.

Y es que cinco edificios adelante sobre la misma calle, los módulos posteriore­s de los edificios 31 y 27 colapsaron parcialmen­te. El estacionam­iento que estaba en la planta baja se desplomó y ambos edificios cayeron un piso. Todos sus inquilinos lograron salir, y viven para contar la trágica historia de su heroica salida.

Así la señora Pilar Medero, quien logró ayudar a dos de sus vecinas que gritaban atrapadas en sus departamen­tos. El colapso de las escaleras y las paredes trabó sus puertas y no podían salir, hasta que ella pidió ayuda para salvarlas.

“Afortunada­mente tenemos la vida, porque en determinad­o momento cuando me botó del muro de contención, pensé que iba a morir”, relata Pilar, quien aun con su pierna lastimada, hace guardia en el camellón frente a donde vivía hasta antes de la tragedia del 19 de septiembre.

Hoy, a seis días de aquel fatídico día, son más de 60 familias que perdieron su hogar y duermen en el camellón a la espera de saber cuál será su destino. Les han dicho que demolerán sus edificios, pero no si podrán rescatar algunos documentos y artículos de valor.

Lo mismo sucede en la calle de atrás. La avenida Antioquía no sufrió daños pero los vecinos dejaron sus viviendas y hoy no tienen un dictamen técnico que avale que sus departamen­tos son habitables. Solo personal de Protección Civil supervisó y les notificó que podrán vivir ahí, pero deberán salirse cuando comiencen los trabajos de demolición.

El problema ahora es la falta de atención de las autoridade­s y la lentitud con la que se llevan a cabo los trabajos de demolición. Los vecinos tampoco saben si sacarán algunas de sus pertenenci­as o verán caer los escombros sobre su patrimonio.

A Iztapalapa nadie la voltea a ver. Así lo dijo desde la semana pasada la delegada Dione Anguiano, quien pese a que en dos ocasiones ha dado la cara a los vecinos, poco ha podido hacer para que los ojos y las manos de quienes ayudan en la colonia Del Valle, Condesa o Narvarte, se acuerden que al suroriente de la ciudad también hay muerte, damnificad­os e incertidum­bre.

La fotografía del soldado mexicano que llora tras localizar entre los escombros los cuerpos de una mujer y una bebé, y que se viralizó en internet, es ya una de las gráficas más crudas del temblor del pasado 19 de septiembre, pero también entraña una historia aún más dramática y conmovedor­a.

Marco Gil Vela, fotógrafo profesiona­l y maestro universita­rio, padre y esposo de las personas que fueron extraída de entre los escombros, recuerda que la razón por lo que esa y otras fotos del momento existen, es porque su tío acudió al lugar del derrumbe para acompañarl­o y retrató el momento para conservarl­o con el fin de documentar los hechos.

En entrevista, Gil Vela considera que la foto misma entraña el drama que se está viviendo en Jojutla y otros municipios de Morelos, y otros estados del país, donde muchas personas quedaron atrapadas entre los escombros, donde murieron por el golpe del concreto al caer sobre ellos, o cuando esos escombros materialme­nte “cocían” a la gente al permanecer expuestos al sol durante tanto tiempo.

Marco, con su vista puesta en cualquier cosa, dice que desde que supo cuál era la circunstan­cia del lugar, ya podía imaginar lo peor. Un rescatista le pidió que se esperara a un costado porque por ahí iban a salir los vehículos, sin embargo, lo que vio solo hizo confirmar sus presentimi­entos: “Vi dos camillas y no vi una ambulancia con la puerta exterior abierta; solo vi una patrulla”. “Mi primo Zeus se acercó y me dio a la niña”, relata de manera sobrecoged­ora. “Luego me la quitaron y trataron de darle resucitaci­ón”, pero ya no fue posible revivirla.

La niña Sara Sofía de casi un año de edad —quien iba a ser bautizada el pasado 23 de septiembre— y su esposa Zamara Betsabé, de 25 años, fueron sepultadas este fin de semana en Jojutla.

Tras el nuevo y doloroso episodio, Marco vio las fotos de su tío Salvador Kellerman. Y subió una a las redes sociales para hacer público el rostro del soldado que trató de salvar con vida a su familia, pero que finalmente las rescató de entre los escombros, lo cual de inmediato se viralizó.

Salvador Kellerman, profesor y autor de la fotografía, dice a MILENIO que cuando tomó la fotografía, no tenía otra intención más que documentar el momento “para lo que se ofreciera”.

Indica que siempre con su cámara al hombro, acude a los lugares a retratar momentos, como éste. La fotografía que se hizo viral es parte de una secuencia donde la cara del soldado no es tan clara.

Entiendo su valor, porque también puede mostrar la cara que el Ejército ha perdido: el sacrificio por la población.

La delegada Dione Anguiano ha visitado a los vecinos, pero lamentan el olvido en que los tienen

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