Milenio Tamaulipas

Terremotos y lluvias tienen a 25 mil familias de Juchitán en la calle

Damnificad­os suman tres semanas a la intemperie frente a sus casas; piden lonas

- Óscar Rodríguez y Abraham Reza/ Oaxaca

Lorena Hernández, una mujer de menos de 50 años, cargando a su sobrino en brazos, sentada en una calle inundada de una colonia popular de Juchitán de Zaragoza, Oaxaca, muestra su orgullo al tener un hijo como héroe: el soldado de infantería que no pudo contener el llanto durante el rescate de los cuerpos de una mujer y su hija en Jojutla, Morelos.

Es damnificad­a por el terremoto del pasado 7 de septiembre, ya que su casa casi colapsó; sin embargo, se siente valiente, con ánimo, con ganas de seguir adelante, pues su hijo Moctezuma sigue salvando vidas en Morelos y demostrand­o a todo México que es un hombre de buenos sentimient­os, calidad humana y solidario con quien menos tiene, con los que padecen y están al borde de la muerte y en la tragedia.

La mujer con tres hijos, que vive en un cuartito de tres metros de largo por dos de ancho, ubicado al sur de Juchitán, en la colonia General Charis Castro, es costurera y no espera de sus vástagos más que sean hombres de bien.

La madre de Martín Moctezuma recuerda la niñez del soldado, quien desde su infancia siempre mostró interés por incorporar­se a las fuerzas armadas. Su padre fue militar y siempre lo admiró, fue su inspiració­n, aunque ya no está con él porque murió de un infarto hace dos años; solo le quedan su madre y dos hermanos.

Hace siete años se enlistó en el Ejército y fue trasladado a la base militar de Morelos, desde donde fue enviado a las labores de rescate y ayuda humanitari­a por el sismo del pasado sábado, que prácticame­nte destrozó el centro del país.

Moctezuma, antes del terremoto del 7 de septiembre se comunicó con su madre, ya que quería regresar a abrazarla, pero sabe de su compromiso y lealtad con la nación y decidió quedarse acuartelad­o. Dos semanas después le tocó enfrentar una contingenc­ia semejante en Morelos.

Actualment­e, Lorena Hernández duerme en el patio de su casa, tiene miedo de que durante una réplica su pequeño cuarto colapse y sepulte a los ocho integrante­s de la familia que viven con ella: sus dos hijos, su nuera, su yerno y sus nietos…

La pregunta es insistente, ¿es motivo de orgullo la actitud heroica de su hijo?

“...Pues ahora me siento orgullosa de mi hijo, aunque en ese momento me preocupé porque también es muy peligroso arriesgars­e y estar bajo los escombros”.

Asegura que los principios que le inculcó a su hijo lo han hecho una mejor persona, no un héroe. Es más humano y responsabl­e, porque ha sabido trabajar y sortear la vida para alejarse de las malas amistades, aquellas que llaman al ocio y los vicios.

Doña Lorena también es afectada por las lluvias que comenzaron el pasado domingo en la zona del Istmo, y pareciera que la popularida­d de su hijo no le benficia, pues para protegerse del agua y el sol tuvo que pelear una lona de dos metros de largo por dos de ancho.

“Dos días después de que recuperó los cuerpos, lo subieron en el face y fue donde lo vi. Ya habían pasado dos días y me preocupé mucho; enseguida quise contactar con él, pero las llamadas no entraban”, indicó

Frente a su casa corre el agua de la lluvia mezclada con la del drenaje y su patio de tierra está húmedo. Sus nietos andan descalzos y, aunque muestra su orgullo por el trabajo de su hijo, confiesa que está triste, pues le gustaría tener a toda su familia reunida.

“En ese momento le dije que se viniera para la casa, que qué hacía ahí. Aquí yo lo voy a cuidar, pero me respondió: ‘No, mamá, estoy bien, tranquilo, y no me pasó nada, debes sentirte orgullosa de mí y de lo qué pasó’; solo así me calmé”.

Lorena dice que su hijo siempre ha sido un buen muchacho, y aunque en un principio ella quería que fuera maestro, hoy está contenta porque el joven Moctezuma está salvando vidas.

“Ojalá con todo esto que está pasando nos llegue un poco de ayuda, porque la necesitamo­s. Ahorita nos encontramo­s orando porque vivimos en la calle y con la lluvia se necesita mucho apoyo para protegerno­s de las precipitac­iones y los temblores”, señaló.

Bajo el agua, el lodo, en ruinas, sin ropa y descalzos se encuentran más de 25 mil familias de Juchitán de Zaragoza, Oaxaca —el antes denominado pueblo bravo ahora llamado zona cero—, donde piden lonas para cubrirse de las intensas lluvias.

Al cumplirse tres semanas de vivir en la calle frente a sus domicilios, aún no logran recuperars­e y ya enfrentan otro desafío: las tormentas.

Las calles están inundadas, el olor es fétido por la basura y los drenajes rotos, aunado a los restos de las casas que cayeron durante el terremoto del 7 de septiembre.

Aníbal, un pescador que habita en el callejón Libertad de la séptima sección de Juchitán, recrimina que por ese lugar no haya pasado ninguna autoridad a censarlos. Su casa está agrietada y a punto de colapsar, pero lo que más le preocupa es que sus hijos duermen en la calle y se mojan por la falta de una lona.

La disputa por estos implemento­s para protegerse provocó que una bodega con 20 lonas fuera sitiada y la gente hasta se arrebató las pocas que había.

Esta exigencia originó que vecinos fueran a golpear las puertas de la casa de la presidenta municipal, Gloria Sánchez, y que bloquearan la carretera La Ventosa.

Después de una hora de gritos e insultos, salió un funcionari­o federal a ofrecer una promesa de entregar lonas a la gente que las reclama, aunque éstas son de mala calidad y están elaboradas con costales de harina.

Petrona Vázquez, habitante de la octava sección de Juchitán, desde una larga fila donde espera víveres, denuncia que su familia está en la calle, que tiene niños y éstos se mojan y enferman.

Al igual que Aníbal, advierte que las lluvias y los terremotos tienen en la lona a los juchitecos. “No estamos trabajando, necesitamo­s algo de apoyo. Hasta aquí no ha llegado la ayuda porque se queda en el camino”.

Aseguran que cuando ven pasar una camioneta con logotipos del gobierno, corren a ella esperando que les dé una lona, pero la espera siempre ha sido en vano.

Ante el abandono, en alguno de los callejones los habitantes se organizan para improvisar y colocar lonas que han comprado con su dinero, y otras más que han regalado empresario­s.

Cruz Santiago, también de Juchitán, se muestra preocupado porque sus hijos duermen y se tapan con cobijas mojadas.

Señala que el gobierno municipal les entregó una lona para las 10 familias que habitan todo un callejón, “es un insulto, una ofensa en esta tragedia”.

Según el censo, hay 63 mil casas colapsadas en los 41 municipios del Istmo de Tehuantepe­c, 25 mil en Juchitán, y 25 mil familias ya no saben por dónde les llegarán más golpes.

En medio de la tragedia, llegó un avión Hércules con apoyos de la comunidad Mixteca, que ha enviado 220 toneladas de víveres, cobijas y casas de campaña.

“Ahora me siento orgullosa, aunque en ese momento (del rescate) me preocupé” “Hasta aquí no ha llegado la ayuda porque se queda en el camino”, acusan vecinos

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