Milenio Tamaulipas

Caer en tentación

- Álvaro Cueva alvaro.cueva@milenio.com

S

e lo voy a decir tal cual:

Caer en tentación no es una serie, no es una telenovela. Es una exquisitez.

Es un proyecto tan bueno, tan completo y tan complejo que me cuesta trabajo entenderlo como parte de la programaci­ón nocturna de Las Estrellas.

Cierro los ojos y me lo imagino en HBO, en Fox Series, en Golden Premier. Es una televisión de otro nivel.

Para que usted entienda, me voy a tener que ir a otros ámbitos.

Así como existe el teatro de las

superprodu­cciones tipo El rey

león, El hombre de La Mancha y Billy Elliot, existe algo llamado teatro de cámara.

¿Qué es? Una experienci­a escénica mucho más íntima. El escenario es más pequeño, hay pocos actores y, por lo mismo, aquello se pone más intenso, más fuerte, más desgarrado­r.

Caer en tentación es televisión de cámara. No hay manera de que usted la mire y de que no comience a sentir algo muy profundo, a pensar en cuestiones que jamás imaginó, a debatir con su pareja.

Verla es como tomar terapia, una sacudida para el alma. Las cosas nunca vuelven a ser las mismas.

Obviamente, un concepto así no es para el público de Mi marido tiene familia, Hoy voy a cambiar o En tierras salvajes.

Estamos ante un cambio radical no solo para Televisa, para toda la industria de la televisión mexicana.

El mensaje del consorcio de Emilio Azcárraga es muy claro: “podemos hacer televisión de vanguardia sin salirnos de los esquemas económicos latinoamer­icanos”.

Esto es una bomba por donde quiera que se le mire.

¿Pues de qué trata esta emisión? ¿Cómo es? ¿Qué tiene?

Caer en tentación es una profundísi­ma historia de amor del siglo XXI, un maravillos­o juego dramático que cuestiona la doble moral en las relaciones de pareja en el mundo de hoy.

Vamos a decirnos la verdad: ¿Qué pasa cuando usted se cansa de su marido y se topa con un hombre que es exactament­e lo contrario?

¿Qué sucede cuando, a pesar de que usted ama a su esposa, se le antoja la mujer de otro?

A lo mejor ahí está el amor de su vida. A lo mejor el amor eterno no existe. A lo mejor echarse una canita al aire de vez en cuando no está tan mal como nos lo han hecho creer.

La bronca es que esto se opone con lo que Televisa, la moral y la mayoría de las televisora­s latinoamer­icanas nos han vendido desde siempre.

Me encantaría ver la cara de los televident­es que crecieron mirando 59 años de telenovela­s mexicanas después de esto.

Es como para que les dé una embolia, pero es algo ciento por ciento necesario. Alguien lo tenía que hacer.

¿Por qué? Porque ya no estamos en los tiempos en los que las historias de amor solo podían acabar con mujeres vírgenes y bodas religiosas.

Porque ahora la mujer también tiene derecho a gozar de su cuerpo y a elegir, porque en la actualidad todo es diferente.

¿Qué tiene de malo divorciars­e? ¿Qué tiene de malo, insisto, probar el amor con alguna otra persona, regresar con la de antes o no regresar?

Sí, estamos ante un escándalo igual o superior al que Mirada de

mujer provocó en 1997.

La cosa es que Televisa tenga los pantalones para sostener este título hasta sus últimas consecuenc­ias porque evidenteme­nte las audiencias van a protestar de aquí a que se acepten lo que antes llamábamos infidelida­d como una opción amorosa.

Por si esto no fuera suficiente, en esta producción de Giselle González con dirección de Eric Morales y Juan Pablo Blanco, y con textos de Leonardo Bechini y Óscar Tabernise (todos de La

candidata) también hay componente­s policiacos y juveniles que van a poner a temblar a más de una persona y el lenguaje audiovisua­l es un verdadero parteaguas.

Por un lado, todos los capítulos van y vienen mil veces del presente al pasado y del pasado al presente.

Y, por el otro, todo se ve y se oye como en cine.

No estamos hablando de la típica estética telenovele­ra de cámaras “amarradas” de toda la vida. Es más, ni siquiera estamos hablando de las cámaras de siempre.

Hay tomas hechas desde ángulos insólitos coexistien­do con otras realizadas con camaritas minúsculas colocadas donde jamás se había colocado antes un dispositiv­o.

Cuando le dije televisión de vanguardia no estaba exagerando y los que más se merecen un aplauso son los actores.

¿Sabe usted el talento que se necesita para navegar de la más completa euforia a la más oscura depresión y de ahí a la sutileza más contenida como lo están haciendo Silvia Navarro, Adriana Louvier, Gabriel Soto y Carlos Ferro?

Estos no son los niños bonitos de la Televisa de antes, son actores de verdad que están dejando el alma en cada una de sus escenas.

Ojalá que algún día tenga tiempo para profundiza­r porque además de ellos, que merecen un análisis más profundo de su trabajo, hay otros figurones y unos lanzamient­os, como para ovacionarl­os de pie.

Esto no es una serie, no es una telenovela. Es una exquisitez. Asúmala como tal, disfrútela y discútala. Vale la pena. ¿A poco no?

 ?? ESPECIAL ?? Esta producción es una profundísi­ma historia de amor del siglo XXI.
ESPECIAL Esta producción es una profundísi­ma historia de amor del siglo XXI.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico