Manifiesto de las ovejas negras
Pensando en situaciones y hechos de la vida, es fácil concluir que los “desafinados” somos nosotros y no la vida; los que insistimos en pedirle peras al manzano; los que preferimos ser sordos en un discurso y mudos en un concierto, a los que realmente nos ocupan y preocupan las preguntas que desafían y no las respuestas que satisfacen.
Somos lo que definen como ovejas negras, los que preferimos cultivar ideas en el jardín de nuestra vida, a envidiar los rosales del jardín del vecino; los que creemos que lo fundamental e inaplazable es que todos tratemos de ser más felices de lo que merecemos y mucho menos infelices de lo que merezcamos.
Es tiempo de aprender a sintonizar la frecuencia en que se transmiten los intereses del prójimo, y de que el prójimo sea más tolerante; que entendamos que lo que buscamos son puentes y no precipicios; son temas que obliguen a pensar y no distracciones que inviten a olvidar. Por ello proponemos:
1.- Que se suspenda el derecho del gris plomo a participar del arco iris.
2.- Que se degrade al Odio a la categoría de Antagonismo, perdiendo los beneficios, como matar sin pedir permiso o pintar de sangre a las palabras y vestir de luto a los discursos.
3.- Que los dedos dejen de usarse para apretar gatillos, las manos para clavar puñales, los ojos para matar mirando, la boca para escupir condenas y el dinero para comprar silencio.
4.- Que el discurso de las horas, de los días y las semanas, de los meses y los años, produzca instantes repletos de gozo, minutos llenos de alegría, horas cargadas de placer, días plenos de sol, semanas húmedas de ternura, meses rellenos de mañanas y años teñidos de esperanza.
5.- Que se permita el regreso de la inocencia perdida y se le invite a ocupar el lugar de honor que le corresponde.
6.- Que nunca más florezcan muertos anónimos en los jardines de los cementerios clandestinos, y que jamás la desvergüenza vuelva a plantar desaparecidos en la conciencia de los pueblos.
7.-Que la paz rompa las cadenas, que los puños cerrados se abran en manos extendidas hacia el otro, y que la verdad sea la dueña y señora de la última palabra. Bruno Kampel.
Amigo lector: usted, ¿qué opina?