Maite Azuela, Carlos Tello, José Antonio Álvarez Lima
Los brincos de Gabriela Cuevas y Cuauhtémoc Blanco a las filas de Morena han causado reacciones extremas, a pesar de que la práctica del camaleonismo político es común para quienes ven mayores posibilidades de permanecer en el poder abandonando al partido que ya no les resulta útil para sus aspiraciones.
Nos faltan dedos de pies y manos para enlistar a quienes han sido aguerridos defensores de un emblema partidista al que después denuestan, quienes han votado contra iniciativas del partido bajo el que ahora se arropan o quienes incluso han lanzado discursos de desprecio contra los líderes y las decisiones que representan las causas más emblemáticas de un grupo político con el que, de un día para otro, se identifican. Antonio Meade ha trabajado de cerca con presidentes panistas y priista; Andrés Manuel López Obrador caminó con el PRI y después con el PRD durante largos periodos; Ricardo Anaya, panista de culto, se pone la camiseta del PRD sin mayor inhibición. La avidez en la política no es sorpresiva.
Lo que resulta innovador en medio de esta repetida historia de inconsistencias ideológicas y decisiones por conveniencia es escuchar a la vocera de Morena, Tatiana Clouthier. Ella, ante la insistente pregunta de cómo explicarles a los votantes el hecho de que se esté dando una desbandada de políticos que no necesariamente han demostrado coincidir con la propuesta de Andrés Manuel López Obrador, ha dado una respuesta que irrumpe con los discursos simuladores.
Hay que tener mente de estadista para pensar en los contrapesos políticos que todo presidente requiere. Hay que poner al frente el equilibrio de poderes y las diversidades de un federalismo que no existe cuando su ejercicio es hegemónico. Tatiana Clouthier lo hace con toda naturalidad al responder que los ciudadanos tienen la opción de apoyar con su voto a quienes ellos decidan y que es siempre útil optar por candidatos que representen un contrapeso político para el Ejecutivo. Siendo prácticos, hace una invitación a repartir votos, a quienes no vean entre sus candidatos que aspiran a ser gobernadores o legisladores, a un representante que los convenza.
Estamos frente a un escenario político en el que los clivajes de derecha e izquierda no pueden ser delimitados con claridad. Nuestros votos difícilmente podrán responder ante la disyuntiva de una propuesta progresista frente a una propuesta conservadora. Además, las líneas divisorias entre las opciones partidistas parecen ser transversales cuando hablamos de corrupción, autoritarismo, violación de derechos humanos y abuso de autoridad.
Ante la voluble convicción de muchos de los políticos que dan el salto y la complaciente recepción de los partidos que los acogen, cobra mayor importancia revisar el perfil y la trayectoria de cada candidato. Procurar contrapesos es una consigna que no debemos descartar.