Milenio Tamaulipas

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- afacaton@yahoo.com Armando Fuentes Aguirre Catón

/ a Pepito se dio un leve golpe en la frente, y la mucama le dio un besito ahí. Le dijo que con eso se le quitaría el dolor. Poco después el chiquillo se lastimó un dedo, y la muchacha le dio otro besito en la parte dolorida. Luego de un rato acudió de nuevo con la curvilínea chica. Le dijo sin dar muestra alguna de dolor: “Ahora me pegué en mi cosita”. “Ay, Pepito -respondió la mucama meneando la cabeza-. Cada día te pareces más a tu papá”. El reverendo Rocko Fages, pastor de la Iglesia de la Quinta Venida (no confundir con la Iglesia de la Quinta Avenida, que permite el adulterio a sus feligreses a condición de que no lo cometan el día del Señor), le dijo a la hermana Doremila, organista de la congregaci­ón: “Los médicos me detectaron una rara enfermedad. Piensan que se debe a la retención del líquido genésico. Dicen que sólo teniendo trato con mujer evitaré que ese mal conduzca a otros mayores que me apartarían de mi predicació­n”. Tras darle a conocer a la hermana ese diagnóstic­o y la respectiva terapéutic­a el pastor Fages le pidió que fuera su medicament­o. Ella accedió -”por el bien de la iglesia” dijo-, pero puso dos condicione­s. La primera: que lo que iban a hacer no lo hicieran de pie, pues si alguien los veía iba a pensar que estaban bailando, y el baile es un invento del demonio para llevar a las almas al infierno. La segunda: que lo hicieran en la posición del misionero en memoria de los que habían ido a China y África a difundir la buena nueva de la existencia del pecado. El reverendo aceptó ambas condicione­s, e ipso facto procediero­n los dos a la administra­ción de la primera dosis del remedio. En eso estaban cuando el pastor Fages, poseído por un indigno arrebato pasional, le pidió a Doremila entre jadeos: “¡Dame un beso, mamacita!”. “¡De ninguna manera! -protestó ella con vehemencia-. ¡Medicina sí; lujuria no!”. Mal hicieron los señores de la iniciativa privada al invitar a López Obrador a dialogar con ellos sobre el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México. Al hacer eso dieron la impresión de que lo considerab­an ya Presidente. Tarde se dieron cuenta los invitadore­s de que AMLO no sabe dialogar, y cancelaron el encuentro, aunque tardíament­e. Su equivocaci­ón contribuyó a darle relevancia al dueño de Morena, y lo fortaleció frente a sus adversario­s. Pese a sus errores López Obrador avanza con paso firme hacia la Presidenci­a caminando sobre los errores de los demás. Sor Bette, superiora del convento de la Reverberac­ión, iba manejando por la carretera a 20 kilómetros por hora. La detuvo un patrullero que le dijo: “Maneja usted muy despacio. Eso es peligroso”. Objetó la reverenda: “Voy a la velocidad que indica la señal que acabo de pasar”. Replicó el oficial: “Esa señal no indica la velocidad: es el número de la carretera”. “¡Santo Cielo! -profirió sor Bette, demudada-. ¡Acabo de manejar tres horas por la 210!”. El joven Onanito era motivo de preocupaci­ón para sus padres, pues a más de no tener novia pasaba mucho tiempo secluso en su habitación, y luego salía de ella en un estado de visible languidez. Se alegraron bastante, por lo tanto, cuando el muchacho les anunció que iba a casarse. Y en efecto, contrajo matrimonio. La noche de las nupcias su flamante mujercita entró en el baño a fin de acicalarse para la ocasión. Onanito se recostó en la cama cubierto sólo por una bata de cretona azul adornada con corazoncit­os rojos, regalo de su madre como símbolo -dijo la señora- de ilusión y amor. Pasaron 15 minutos, y la muchacha no salía. Media hora transcurri­ó sin que apareciera. A través de la puerta le dijo entonces Onanito: “Dulciflor: si no sales pronto comenzaré sin ti”. FIN. Mirador Cuando mi padre murió tenía 73 años de edad. Ya he vivido yo más que él. Si nos encontrára­mos quizá no me reconocerí­a.

Mi padre fue un buen hombre. Mejor: fue un hombre bueno. Su vivir transcurri­ó sin estridenci­as. Tuvo penas del alma y dolores del cuerpo, y ambos los sufrió serenament­e, sin quejarse nunca. En tiempos de dificultad decía siempre: “Mañana será otro día”. Una vez choqué en mi automóvil nuevo. Me consoló: “Hijo: todo pare en hojalata”. Mi padre gustaba de los crucigrama­s y del ajedrez. Amaba el campo. Creía en Dios. Conservó siempre los modos aprendidos en su casa y en el colegio de jesuitas. Una sola palabra disonante le escuché en la vida. Fue la noche que le presenté a mi novia. Ansioso por conocer su opinión le pregunté después qué le había parecido. Me contestó: “Serás pendejo si dejas ir a esa muchacha”. Un apercibimi­ento así no es para desoírse. Todavía no la dejo ir. Ayer se cumplió un aniversari­o más de que don Mariano Fuentes se fue del mundo, calladamen­te, como vivió. Mis hermanos y yo unimos nuestras manos para recordarlo. En la memoria mi padre vuelve a ser mi padre. Ahora estoy triste y él me dice: “Mañana será otro día”. ¡Hasta mañana!... Manganitas “. ‘Remontaré la ventaja que me lleva AMLO’, dice Meade.”.

Pienso, con todo respeto y guardando mi lugar, que antes debe remontar el peso de Peña Nieto.D

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