Humberto Zurita Eraña
L a crisis por la que atraviesa Nicaragua cumplió tres meses. Más de 90 días que llevan un saldo de al menos 350 muertos. Mucha sangre derramada en una movilización social que inició con manifestaciones en contra de una reforma a la seguridad social y que ahora tiene como principal demanda la renuncia del Presidente Daniel Ortega. Con la atención internacional, el gobierno ha continuando desplegando su fuerza. Tan sólo el miércoles pasado, fuerzas combinadas oficiales tomaron el control de la ciudad de Masaya, derribando barricadas y borrando pintas contra el presidente. También en la comunidad indígena Monimbó, la presencia de agentes de la Policía Nacional, parapolicías, paramilitares y antimotines, llegaron para asegurar el regreso de la “paz y la tranquilidad”.
Son las violaciones a los derechos humanos lo que ha provocado que organismos internacionales condenen los hechos que están ocurriendo en ese país centroamericano. Amnistía Internacional ha exigido al gobierno nicaragüense poner fin a la represión “tras tres meses de insensata matanza”.
Mientras que en la OEA, se aprobó una resolución que solicita a Daniel Ortega a que apoye un calendario electoral que se acordó en el diálogo nacional que medio la Iglesia Católica, con la intención de encontrar en la realización de elecciones anticipadas en marzo de 2019 una vía para terminar con esta crisis. Las próximas elecciones están programadas para 2021.
Pero la resistencia del gobierno continúa, a pesar de que el conflicto siga escalando y las muertes y represiones se sigan documentando. La postura es clara, como lo evidencian las declaraciones de la vicepresidenta Rosario Murillo, que después de las acciones realizadas en Masaya, proclamó la “victoria sobre esas fuerzas tenebrosas”, refiriéndose a los “manifestantes antigubernamentales que intentan derrocar al Gobierno”.
Ante las demandas de la comunidad internacional de que cese la violencia, el gobierno ha acusado de que los Estados Unidos están incitando un golpe de Estado, tratando de desviar la atención del verdadero origen de la protesta social y evidenciando, como lo han señalado numerosas voces, que el antes reconocido revolucionario que liberó a Nicaragua de un dictador, poniendo hace 39 años fin al régimen de Somoza, ahora desafortunadamente se está aferrando al poder, convirtiendo a su gobierno en represor, como al que él combatió en la década de los setenta, ¿no cree usted?