El cónsul incómodo de Macron
Quizá influido por aquella decisión de Charles de Gaulle, quien nombró al escritor André Malraux ministro del Interior y de Cultura, y se hizo acompañar por él como segundo en la jerarquía del gobierno francés de la posguerra, ahora el presidente Emmanuel Macron ha desatado un escándalo con la eventual designación del autor Philippe Besson como cónsul en Los Ángeles.
Qué de escandaloso puede tener, se preguntará usted, que un gobernante elija a un intelectual como representante diplomático, acaso escarbando en su memoria y hallando nombres ilustres brillando en el mundo de las relaciones exteriores, como Octavio Paz de embajador en India, Carlos Fuentes en Francia y Fernando Benítez en República Dominicana.
El problema, en el caso que agita estos días a la clase política francesa, no es que sea un novelista el cónsul, sino que se trate de un escritor amigo de la pareja que habita en el Elíseo y que la acompañó en su campaña, como lo hicieron otros intelectuales de la talla de Emmanuel Carrère, cierto, salvo que Besson se empeñó en hacer un elogioso relato de su amigo en busca del voto más que en dejar un testimonio periodístico.
Los críticos de Macron cayeron encima de Besson y hasta las cuentas le sacaron ya, aun sin tener la designación. Que si el lugar es de lo más disputado por el factor Hollywood, que si el salario y el pago mensual por la residencia son exorbitantes, que si el amiguismo se ha impuesto con los cuatro principales nombres del Ejecutivo salidos de la Escuela Nacional de Administración…
Cuestionan a Besson no por ser el primer intelectual en labores diplomáticas, sino porque los anteriores tenían la carrera correspondiente antes de ser poetas o novelistas, como Saint-John Perse, Paul Claudel, Jean Giraudoux, Jean-Christophe Rufin y Romain Gary. Y reprochan también que se obstaculiza el desarrollo de jóvenes recién egresados que aspiran a un puesto en el extranjero.
Macron preparó el terreno con un decreto el 3 de agosto para cambiar una antigua regla, consistente en que solo el nombramiento de embajadores era a juicio del presidente y el resto de cargos estaban apartados para diplomáticos de carrera, lo que abrió la puerta a su amigo y panegirista, una “seña desastrosa” para algunos detractores del gobierno en turno, como el analista Vincent Jauvert.