El buen Par
La conmemoración de los 50 años del 68 van de la mano del hemiciclo de Pasto
verde, de Parménides García Saldaña. La novela fue publicada por la editorial Diógenes, fundada por Rafael Giménez Siles y el crítico literario Emmanuel Carballo. Creo que ya es hora de informar que García Saldaña fue un escritor inexistente, un prosista más bien de poca monta, cuya leyenda inexplicable para mí lo expone como un importante autor de esos años.
Es verdad que le escribió a Lezama Lima una carta y éste le contestó diciendo que Parménides era un prosista tan viejo como Lizardi y “tan joven como un feto a punto de convertirse en niño”. Puras papas: Parménides, a quien nunca conocí, era un redactor flojo, de horizontes cortos, sin el empaque de un verdadero escritor. Eso opino de su raquítica producción. Jóvenes: no se encandilen.
Y El rey criollo (1970), infumable. Se suponía que sus libros criticaban a la sociedad del momento. Para nada, el buen Par, como se le conocía cuando yo empecé a leer a los escritores del 68, no traía nada en la manopla, nada que no fuera el esnobismo de esos años convertido en una aventura de intensidades celestes producidas por los estados alterados. ¿Esto afectó su talento? No. Lowry bebía como loco y escribió Bajo el volcán. Beber o drogarse no otorgan un salvoconducto a la posteridad.
¿Quieren ustedes leer escritores jóvenes de finales de los 60 y principios de los 70? Muy fácil: José Agustín y Gustavo Sainz. El canon es el sentido de las proporciones. Hay otros de esos años, buenos o malos con más seriedad y vocación: En 1971, René Avilés Fabila publicó El gran solitario de Palacio, María Luisa Mendoza Con él, conmigo, con nosotros, Luis Spota La Plaza, y Gonzalo Martré Los signos transparentes. La verdad es que antes del movimiento estudiantil, la literatura mexicana ya había incorporado naturalmente a sus pasiones temáticas la contracultura estadunidense, la liberación femenina, la experiencia de la droga, el rechazo del autoritarismo, la sexualidad libre, el rock. Un nuevo lenguaje irrumpe en las letras: alivio y liberación, ajuste de cuentas con el pasado inmediato y autoafirmación generacional.
No construyamos leyendas, mucho menos si se trata del buen Par.