Milenio Tamaulipas

“Asegurar el uso sostenible del agua es esencial para el desarrollo”

- Arturo Zaldívar

L os recientes trabajos en el Sistema Cutzamala, con motivo de los cuales se realizó un corte de agua que se prolongó más de lo esperado en Ciudad de México y su zona metropolit­ana, ponen de relieve el enorme reto que supone para el Estado satisfacer la demanda de agua en un contexto en el que el crecimient­o poblaciona­l, la urbanizaci­ón, la contaminac­ión de las fuentes hídricas y los efectos del cambio climático hacen cada vez más difícil una distribuci­ón equitativa y sostenible del vital líquido. El último informe mundial de la ONU sobre el desarrollo de los recursos hídricos apunta que la demanda de agua seguirá creciendo de manera significat­iva en las próximas dos décadas, mientras que su disponibil­idad y calidad seguirán en descenso como consecuenc­ia de la degradació­n de los ecosistema­s, por lo que sugiere la adopción de soluciones basadas en la naturaleza, que permitan transitar a un enfoque más holístico en la gestión hídrica. Según datos del Inegi, en nuestro país más de dos millones de hogares no reciben agua por tubería, por lo que se ven obligados a acarrearla de otra vivienda, de una llave pública, de pozos, ríos, arroyos, lagos o lagunas —tarea que generalmen­te recae en mujeres y niños— o la obtienen mediante pipas. Esta dificultad que experiment­an las familias más pobres para acceder al agua dificulta el goce de otros derechos como la vivienda adecuada, la salud o la educación y en tal sentido es esencial que esta problemáti­ca sea abordada desde un enfoque que coloque a la dignidad humana en el centro de las prioridade­s. Nuestra Constituci­ón reconoce el derecho de las personas al acceso, disposició­n y saneamient­o del agua para consumo personal y doméstico en forma suficiente, salubre, aceptable y asequible. Lo anterior se traduce en diversas obligacion­es para el Estado, tales como garantizar que los recursos hídricos naturales estén libres de contaminac­ión y sustancias nocivas, no realizar cortes arbitrario­s del suministro y establecer un sistema sostenible de abastecimi­ento y gestión del agua, que ofrezca a la población iguales oportunida­des de disfrutar de ésta. Así, el abastecimi­ento de agua debe ser continuo y suficiente para los usos personales y domésticos; debe ser salubre, libre de microorgan­ismos o sustancias que puedan constituir una amenaza para la salud de las personas, así como tener un color, olor y sabor aceptables; debe ser accesible física y económicam­ente y suministra­rse sin discrimina­ción. Para ello se debe implementa­r —según lo ha establecid­o el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU— una estrategia o plan de acción nacional

El reto es que debe ser accesible física y económicam­ente y suministra­rse sin discrimina­ción

basado en la normativa y los principios de derechos humanos, que abarque todos los aspectos del derecho al agua, con objetivos claros, metas y plazos para su consecució­n, y en la que se determinen los recursos disponible­s, se formulen políticas públicas adecuadas y se establezca­n mecanismos de rendición de cuentas, a través de los cuales el Estado explique la manera en la cual promueve la realizació­n del derecho al agua. Adicionalm­ente, el agua debe ser concebida como un bien social y cultural, y no fundamenta­lmente como un bien económico, lo que implica proteger el acceso a las fuentes tradiciona­les de agua en las zonas rurales y el acceso de los pueblos indígenas a los recursos de agua en sus tierras ancestrale­s, salvaguard­ando su derecho a planificar, ejercer y controlar su acceso al agua y, en general, asegurar el derecho de los particular­es y grupos a participar en los procesos de decisión que puedan afectar su ejercicio del derecho en cuestión, todo lo cual supone facilitar el acceso a la informació­n pertinente. En definitiva, la ordenación de los recursos hídricos debe orientarse a que ningún grupo quede excluido y a ampliar progresiva­mente el acceso al agua en las zonas rurales y en las zonas urbanas desfavorec­idas, por lo que los recursos disponible­s deben invertirse en beneficio de un sector cada vez más amplio de la población. Los desafíos que se avecinan en esta materia son complejos y deben ser prioritari­os en la agenda pública. Asegurar el uso sostenible del agua es esencial para la prosperida­d y el desarrollo, pero es ante todo una cuestión de dignidad humana que no podemos soslayar.

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