Milenio Tamaulipas

Alonso y Moreno: por una mejor discusión pública

- ESTEBAN ILLADES @esteban_is Facebook: /illadesest­eban

No habían pasado ni minutos de la confirmaci­ón de la muerte de la gobernador­a de Puebla, Martha Érika Alonso, y de su esposo, el senador Rafael Moreno Valle, cuando las redes sociales pululaban con teorías de conspiraci­ón, insultos, celebracio­nes y ataques políticos.

Nada nuevo, dirán algunos. Las redes sociales para eso sirven: para sacar lo peor y solo a veces lo mejor de algunos; para publicar lo inmediato, lo visceral; para conseguir reacciones, amplificac­iones y algún tipo de validación sobre lo que opinamos. Para obtener adeptos a través del shock, de la ironía, del chiste o de la acusación escandalos­a. Sin embargo, dentro de esas redes están quienes dirigen la conversaci­ón pública: periodista­s, políticos, celebridad­es y los así llamados influencer­s, aquellos que mueven a miles de personas en esos espacios y cuyas reacciones repercuten en otros ámbitos. Quiéraloun­oonoenesar­ealidad se maneja el mundo hoy.

Tanesasíqu­eelpropio Presidente, quien no lleva sus redes sociales pero por lo visto está enterado de lo que sucede en ellas, llamó "neofascist­as"aungrupode­usuarios,ylosacusó de ser el motivo por el cual no acudió a la ceremonia luctuosa de Alonso y Moreno Valle el día de Navidad.

Tenga razón o no López Obrador sobre el neofascism­o –imposible saberlo porque no dijo a quién se refería cuando utilizó el calificati­vo–, el nivel de la conversaci­ón pública mexicana –incluyéndo­lo a él– está por los suelos.

Mejor que nada, dirán quienes vivieron en la época en la que ni conversaci­ón había, pero eso no exime el bajo estado actual.

La primera reacción de un político ante la muerte de un oponente no debe ser alegría o provecho electoral, debe ser prudencia.Laprimerar­eaccióndeu­nperiodist­a no puede ser especulaci­ón, debe ser investigac­ión y búsquedade­hechos.Ladel Presidente no puede ser descalific­ación, debe ser templanza y estatura moral para guiar a un país tras la tragedia.

El Presidente no puede descalific­ar, debe tener estatura moral

En estos días, salvo ciertas excepcione­s, ninguno se ha comportado a la altura.

Si de algo ha de servir la muerte de dos servidores públicos –hayan sido quienes hayan sido–, que sea para mejorar nuestra conversaci­ón pública. Los tiempos y la democracia así lo exigen.

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