Preguntas para la cultura
acciones que se encaminen a la regeneración de su tejido social, la recuperación de la autoestima individual y colectiva, la afirmación de identidades locales, […] el fomento de las industrias creativas como un modo de participación e inclusión social…”. Todo sonaba tan bien y parecía que al fin los planes para la cultura no se inscribirían en la ocurrencia o en mega proyectos huecos.
Poco después se echaba a andar “Caminos de Michoacán”, que se manejó con opacidad atroz y, los artistas de la localidad, por ejemplo, jamás fueron involucrados en las acciones ar- tísticas emprendidas. Total, lo que parecía que sería un gran trabajo horizontal con comunidades y municipios para integrar la cultura y las artes en la vida de la gente como elemento de sanación y de integración, terminó en un total fracaso y olvido.
Entre otras razones (amén de que alimentó la corrupción), el fracaso se debió a que jamás se aterrizó el programa a nivel de cancha. Las autoridades no se acercaron a artistas y organización civil para armar un plan maestro. ¿Quién iba a animar (por ello existe el concepto de “animación cultural”) a la gente a insertar el arte en su cotidiano? ¿Cómo articular los esfuerzos? ¿Qué instrucción era necesaria? ¿Cuántos empleos temporales se crearían para organizar grupos amateurs y clases de artes en comunidades y municipios? ¿Cómo se aterrizan las buenas intenciones de democratizar la cultura? Se requieren muchas cabezas y manos y una gran articulación para que esto suceda de verdad sin generar burocracia. Y hoy, ante una nueva Secretaría de Cultura y un plan con vocación vasconcelista las preguntas siguen vigentes: ¿Cómo se está articulando?