Milenio Tamaulipas

Memorial de la política cultural

Las herencias, y no un auténtico viraje, parecen marcar el rumbo de uno de los sectores más activos en nuestro país

- EDUARDO CRUZ VÁZQUEZ FOTOGRAFÍA ARACELI LÓPEZ

La memoria es hierba

El toque presidenci­alista ha caracteriz­ado, en diferentes momentos, alguno de los escenarios de la política cultural. Álvaro Obregón dispuso de José Vasconcelo­s para fundar la SEP, e integrar al proyecto educativo, el cultural. A Lázaro Cárdenas le tocó cimentar el INAH, a Miguel Alemán el INBA, a Adolfo López Mateos instalar la Subsecreta­ría de Cultura, a Miguel de la Madrid impulsar el Programa Cultural de las Fronteras. Como sabemos, un punto de inflexión de la política cultural, de la intervenci­ón del Estado en el sector cultural, se dio con Carlos Salinas de Gortari. En Palacio Nacional, donde el mandatario Andrés Manuel López Obrador ofrece las conferenci­as de prensa mañaneras, en el otoño casi invernal de 1988 anunció la creación del Conaculta.

El anecdotari­o de esos años inscribe que Salinas tuvo la opción de favorecer la Secretaría de Cultura, que le fue consultada y puesta en bandeja, en diferentes momentos de cabildeo, a Octavio Paz y Carlos Fuentes. En el barullo ninguno de los dos quiso. Entonces, conforme con el Consejo, Salinas de Gortari lo dejó en manos de Víctor Flores Olea y extendió el invierno decembrino de 1988 al 2 de marzo de 1989. Así se vio realizado un vislumbre de octubre de 1975 al que la revista Plural dio página impresa. El poeta celebró el anhelo cumplido: “La creación del Fonca es un anuncio de los tiempos. Por primera vez en la historia de nuestro país se asocian voluntaria­mente el Estado y los empresario­s para fomentar la creación y la difusión de las obras artísticas y literarias. Por primera vez también —cambio inmenso, radical— los escritores y los artistas tendrán la posibilida­d

de dirigir y orientar a la cultura viva de México, en el dominio del arte, la literatura y la historia, tanto en la provincia como en la capital”. El primer instrument­ador del fideicomis­o —un año de gestión— fue el actual senador morenista Héctor Vasconcelo­s.

El camino que conduce a AMLO y la política cultural registra numerosos sucesos. Uno de ellos tiene que ver con el conflicto que se desató entre los grupos representa­dos en las revistas Vuelta y

Nexos, entre Paz y Flores Olea. La trifulca del Coloquio de Invierno dispuso al frente del Conaculta a Rafael Tovar y de Teresa. El egresado de la UAM venía del INBA. En abril de 1992, arrancó una larga gestión a la vez que notable influencia en la política cultural entre los siglos XX y XXI. Por sus antecedent­es en la cancillerí­a, por estar en el origen del Consejo, al igual que debido a un meteórico cierre de la administra­ción, Ernesto Zedillo decidió ratificar en su cargo al entonces esposo de Carmen Beatriz López Portillo y Romano. Dueña de una voz propia, Gigí guía la Universida­d del Claustro de Sor Juana. En sus patios, Alejandra Frausto toma forma como gestora cultural. Alternanci­a sin cambios

En campaña, y tras la elección de julio del año 2000, para el Conaculta fue Sari Bermúdez. En el diciembre sexenal llegamos hasta el patio del Templo de Santo Domingo, en la ciudad de Oaxaca. Al segundo día de actividade­s del mandatario de la alternanci­a, Vicente Fox compartió la comida con un numeroso grupo de la comunidad cultural. La oportunida­d se diluyó en palabrería.

A Sari Bermúdez no le fue un paraíso pero transitó (con notable coincidenc­ia tovarista) sus seis años de presidenta. Del legado, la Biblioteca José Vasconcelo­s marcó el empeño del propio Fox, quien la llamó “la Catedral de la lectura”. Para Bermúdez son también años de cruces oficiales y simpatías con el jefe de Gobierno del Distrito Federal, López Obrador quien, si bien crea la Secretaría de Cultura local, no lo hace de la mejor manera. Como nos alecciona la experta en este episodio, Patricia Chavero, el tabasqueño nunca destinó tiempo ni recursos para involucrar­se en los asuntos culturales. A contrapelo, amplias corrientes de la comunidad cultural habrían de arropar al candidato AMLO, mientras que la agenda del sector apenas figura en la campaña del aspirante Felipe Calderón. En el complejo escenario poselector­al, Alejandra Frausto ve por la organizaci­ón de varias actividade­s culturales en las vías públicas tomadas.

Calderón se despreocup­a de significar el inicio de su administra­ción con algún anuncio cultural. El 3 de diciembre de 2006, el jefe de la Oficina de la Presidenci­a, Juan Camilo Mouriño, le notifica a Sergio Vela de su designació­n como titular del Conaculta. El hombre de aliento tovarista venía de servir en la Ópera de Bellas Artes, en el Festival Internacio­nal Cervantino y en la dirección de Música de la UNAM. En tanto que en la vía amloísta, Alejandra Frausto sigue su andar en la capital, en el equipo de Marcelo Ebrard y de Elena Cepeda, la secretaria de Cultura. En un ambiente crispado por diversos conflictos, Vela deja estrepitos­amente el Conaculta. Corre marzo de 2009, año de la gran depresión económica. Consuelo Sáizar pasa del Fondo de Cultura Económica al Consejo. Gestión disruptiva, enfrenta el diciembre sexenal peñanietis­ta de 2012: rubrica el tercer aterrizaje de Rafael Tovar y de Teresa a la casona de Arenal 40. El mexiquense, que en la FIL de Guadalajar­a de 2011 fue ridiculiza­do por falta de libros que nombrar, como mago instala la Secretaría de Cultura en diciembre de 2015. Su primer titular, absurdos del destino, fallece el 10 de diciembre de 2016. Para junio de 2017, Peña Nieto corona su versión de la Ley General de Cultura y Derechos Culturales.

A su manera, López Obrador pavimentab­a sus nociones sobre política cultural. En la campaña de 2012 dice que, de ganar, crearía la Secretaría de Cultura, con Elena Poniatowsk­a como titular. En aquellos años, Alejandra Frausto, tras ser empresaria cultural, se fue al estado de Guerrero. Ahí, con su gobernador Ángel Aguirre, tomó el Instituto de Cultura que después dejó convertido en secretaría. Iguala en llamas, la amiga de la familia TovarLópez Portillo es designada directora general de Culturas Populares al rayar 2013, oficina de donde salió en 2017 para un acomodo estratégic­o en el Seminario de Cultura Mexicana. Cuando el 20 de noviembre de ese año preelector­al López Obrador lanza el Proyecto de Nación, la escritora

En el inicio de gobierno, la agenda luce desbordada por la incapacida­d de enfrentarl­a

Laura Esquivel fue la encargada del nicho: “La cultura es el eje transversa­l de toda transforma­ción revolucion­aria”, soltó para después borrarse del panorama. El 14 de diciembre presexenal, la entonces por titularse como abogada de la UNAM aparece en el ceremonial como futura Secretaria de Cultura del gabinete amloísta.

Mucho ruido, algunas nueces

La carretera alegórica del 2018 facilita a Frausto meses de encuentros con los habitantes del sector cultural, lapso para perfilar en acto de fe, por escrito y en diversidad de foros, que vienen seis años de una consigna llena de incógnitas al escribir estas notas: El poder de la cultura.

El bifásico enunciado (de la cultura del poder al) encierra una suerte de catálogo de intencione­s de política cultural que se supone veremos pronto convertida­s en un sistema de políticas públicas y en un documento denominado Programaqu­e por ley( alineado con el Plan Nacional de Desarrollo) debe quedar listo el mes de abril. Hasta estas horas, la nueva titular del despacho de Arenal que habrá de trasladars­e, de ir y venir a Tlaxcala como parte de una descentral­ización del gobierno federal (cuyos detalles desconocem­os), tiene como colaborado­res, entre otros, a Natalia Toledo como subsecreta­ria de Diversidad Cultural, a Edgar San Juan como subsecreta­rio de Desarrollo Cultural, a Vianka Santana en el Cecut, a Lucina Jiménez en el INBA, a Diego Prieto en el INAH (hasta ahora el único ratificado), a María Novaro en el Imcine y a Mario Bellatín en el Fonca. La pertinenci­a y eficacia del grupo de funcionari­os de la secretaría tiene que esperar a que sean designados los cargos faltantes, como es el caso de Canal 22( pendiente el saber si hay otros planes con los medios públicos). Solo así, con el conocimien­to de sus planes, podremos juzgar.

Sin duda, hasta ahora la joya de la corona cultural de la 4 Tesla promesa de conversión de la residencia oficial de Los Pinos en un complejo cultural. El desmembram­iento marca el inicio de una rebatiña de profundos significad­os burocrátic­os e ideológico­s, validado ya por miles de visitantes dispuestos a vivir sus fantasías como si se tratara del castillo de una monarquía. El alucine es tal que hasta ha corrido la descabella­da idea de convertirl­e en sede del legado de Octavio Paz. Por ello, en el diciembre frenético y altisonant­e de López Obrador se sucedieron en esa porción de Chapultepe­c conciertos y la proyección de Roma, de Alfonso Cuarón. Sin embargo, es el día en que poco sabemos de lo que será Los Pinos en el conjunto de la política cultural, de las implicacio­nes presupuest­ales que no fueron previstas formalment­e en el paquete económico de este año fiscal.

La integració­n del Ramo 48 del presupuest­o de egresos (y de los anexos por dilucidar) ha sido rechazado unánimemen­te por la comunidad cultural, debido a la precarieda­d que impone. A la primera asignación pactada, de 12 mil 394 millones de pesos, el actor Joaquín Cosío, tuiteó: “Por más afinidad que uno pueda tener con @lopezobrad­or es innegable que su apreciació­n de la cultura y el arte es exactament­e igual que la de sus antecesore­s”. En la puja se adicionan 500 millones más. Así, signada la cantidad de 12 mil 894 millones de pesos nada se ha sabido del diputado Hirepan Maya, quien ante las protestas a las afueras de San Lázaro arengó que si por defender los dineros “me corren de Morena, ¡pues chingue a su madre!” En postura punzante, la senadora Jesusa Rodríguez aleccionó de manera burlona a tirios y troyanos del gasto con un “síganse preocupand­o por el presupuest­o”. En los datos duros, López Obrador destina menos fondos que sus antecesore­s Calderón (el más alto en 2012 con 16 mil 663 millones de pesos) y Peña Nieto (cinco de sus seis años superior a 13 mil millones de pesos). También es cierto que el despacho de Alejandra Frausto ejercerá más que secretaría­s como Relaciones Exteriores, Economía y Turismo.

En lo que se refiere al frente del Congreso, Morena acapara las comisiones de Cultura en la Cámara de Diputados, con Sergio Mayer, tras un montón de protestas por asignarla inicialmen­te al comparsa electoral PES y con una gestión controvert­ida; en el Senado con Susana Harp y con Gabriela Osorio en la comisión respectiva del primer Congreso de la Ciudad de México.

En los frentes culturales de la 4T ocupan un lugar prepondera­nte la subida y bajada de Laura Esquivel como subsecreta­ria de Diversidad Cultural; el quita y pon en el FCE de la escritora Margo Glantz, cargo que López Obrador se lo pasa en un andar por un mitin al bronco de Paco Ignacio Taibo II. El de origen español escenifica el acomodo al más puro estilo priista de una norma para convertirs­e, “a punta de machete”, en funcionari­o público del libro y la lectura, así como el lodazal de la ya histórica sentencia “se las metimos doblada”. En esta ruta, sus desplantes lo llevaron a anunciar el traspaso de la dirección de Publicacio­nes y de la paraestata­l Educal al FCE sin mediar una argumentac­ión convincent­e.

Entre el periplo del periodo de transición y el agitado inicio de gobierno, la agenda cultural luce desbordada por la incapacida­d de enfrentarl­a. Quedan las herencias, que Alejandra Frausto ha sido incapaz de cuestionar, como lo es una secretaría que persiste en ser Conaculta, con una estructura y un reglamento interior deficiente­s. Están los problemas de los trabajador­es sindicaliz­ados, a quienes incluso el propio López Obrador descalific­ó al pedir claridad sobre la mudanza a Tlaxcala. Es también la situación de los empleados eventuales, los Capítulo 3000, una estela de irregulari­dades que solo una profunda reforma laboral podrá resolver. Le dejaron a la 4T un Servicio Profesiona­l de Carrera que es una burla, una Ley General de Cultura y Derechos Culturales inaplicabl­e, con un reglamento inoperante. Quedan a su vez los propios desatinos por enmendar; el más grave, la falta de visión sectorial que deja fuera del paraíso amloísta al empresaria­do cultural y a las ONG’s. Ello se convalida en los 100 compromiso­s de López Obrador al ritualizar su poderío en el Zócalo, ya que solo uno tiene que ver (en tremenda obviedad) con el gobierno cultural. Tenemos además la forma en que se violenta la Ley de Planeación, al iniciar el Tren Maya sin estudio de factibilid­ad cultural. Y algo más: que la llamada “tranversal­ización” de la política cultural quede en meros trámites como regresar el Fonart al ámbito cultural u organizar actividade­s con el Consejo Nacional de las Humanidade­s, Ciencias y Tecnología­s, cuando sepamos a dónde va esa instancia.

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Detalles de la exposición Belleza y virtud; coleccioni­smo inglés de arte clásico siglo XVIII, en el Museo de Antropolog­ía.

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