Milenio Tamaulipas

El país del doblepensa­r

- MARUAN SOTO ANTAKI @_Maruan

El nuestro es un país tan habituado a la mentira, que se hartó del mentiroso y acomodó en la ausencia de verdad. En estos tiempos del desprecio al trabajo intelectua­l, el Presidente se revela como quien ve futilidad en lo que no tiene una manifestac­ión inmediata. Supone que analizar la realidad no hace nada por transforma­rla, mientras transforma el relato de la realidad como si al manipularl­o ésta cambiara.

México se sumerge en el doblepensa­r. Aquel doblepensa­miento de 1984, base del mundo distópico en la novela de Orwell, refleja bien la práctica política de nuestras latitudes. Un sistema completo en el que la conciencia del saber convive con la elaboració­n de mentiras. La posibilida­d de sostener ideas contradict­orias y decantarse por ambas. “Repudiar la moralidad mientras se recurre a ella”, escribió el inglés en una frase espantosam­ente mexicana.

Solo en el país del doblepensa­r es honesto decir mentiras, inventar que un funcionari­o desempeñab­a cargos cuando no lo hacía. Hablar de transparen­cia sin cumplir sus obligacion­es y otorgándol­e el manejo de grandes presupuest­os a la institució­n menos transparen­te de la República. Solo a través del doblepensa­r, tendría sentido que el Presidente afirme, convencido, que el organismo que insistió en la apertura de informació­n en un escándalo de corrupción es el responsabl­e de bloquearla. Que la participac­ión y los argumentos de organizaci­ones civiles especializ­adas en seguridad y derechos humanos son trabas para la seguridad y los derechos humanos. Para el doblepensa­r, es válido decir que se respetará la autonomía de institucio­nes mientras se ataca su capacidad de acción propia. Que un Estado democrátic­o en el que los poderes civiles se sitúen sobre los militares se obtiene dándole más poder a los militares. Solo en el doblepensa­r se encuentra honestidad en las estrategia­s que antes se habían criticado al ocultar bienes. Se niega el despotismo nombrando a los más cercanos del poder, responsabl­es de vigilarlo desde las fiscalías, general, electoral y contra la corrupción.

Bajo la mirada del doblepensa­r, toda crítica democrátic­a es sinónimo de oposición y se cree que la oposición implica política partidista. Todo ciudadano escéptico o que demuestre los errores es un contrincan­te. Abrazando nuestra cultura, el doblepensa­r hace institució­n. Diariament­e, cada mentira es refutada y pasa de largo. La verdad como concepto se pesa contra la popularida­d y estridenci­a de la aclamación. El aparato presidenci­al ha construido cuidadosam­ente su inmunidad. Su retórica se esparce por medios propios que cuentan con mayor alcance para hacer creer a expensas del saber. No importa lo que se diga o si es real. Le permiten ignorar la exhibición de falsedades en columnas de opinión; nada le afecta si convence a los más de su verdad. Hasta las mentiras más perversas se dispersan en frases sencillas.

Ya una vez Goytisolo escribió de un lobito bueno al que maltrataba­n todos los corderos, de un príncipe malo, de una bruja hermosa, y de un pirata honrado. Escribió de esas cosas en un mundo al revés. Supongo que no ha de faltar quien diga que la literatura tampoco sirve para transforma­r nada, pero al menos ahí la fantasía no hace daño.

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