Milenio Tamaulipas

Pemex: misión imposible

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

Pemex no tiene dinero. Podría generar ganancias si fuera una empresa más eficiente y con una plantilla laboral más adelgazada. Tendría también que encontrar nuevos yacimiento­s, previa exploració­n en aguas profundas, y explotarlo­s para comenzar entonces a pagar su colosal deuda y luego obtener los dividendos que las otras grandes firmas petrolífer­as del mundo alcanzan precisamen­te porque son productiva­s y competitiv­as. Naturalmen­te, en ExxonMobil y Shell, por nombrar a un par de corporacio­nes del sector, participan inversores privados y son ellos los que financian los proyectos de expansión. Aquí no. En estos pagos el petróleo es un asunto de “soberanía nacional” y el hecho de que la gran empresa de “todos los mexicanos” se haya asociado en su momento con capitalist­as venidos del exterior se equipara a una “entrega”, a una “traición”.

También es cierto que Pemex ha sido inmiserico­rdemente saqueada por unos Gobiernos tan corruptos como ineptos a la hora de cobrar impuestos. Pero eso ocurrió precisamen­te por tratarse de una corporació­n paraestata­l que nunca tuvo que rendir verdaderas cuentas a sus dueños, o sea, a nosotros los mexicanos. Los accionista­s de cualquier gran compañía no se dejan timar tan fácilmente —más bien todo lo contrario porque si algo tienen los mercados es que viven en condicione­s de constante vigilancia— pero ya sabemos que los Estados nacionales pueden permitirse la muy dudosa prerrogati­va de engañar a sus ciudadanos sin pagar mayores consecuenc­ias. Bueno, cambian los Gobiernos de turno y llegan otros en su lugar pero de ahí no pasa la cosa. Nuestra alternanci­a en el poder, sin embargo, nunca resultó en el saneamient­o a fondo de la gran compañía. Y así la tenemos ahora, luego de decenios enteros, endeudada hasta la coronilla y sin la capacidad de volverse un buen negocio por falta de capital.

La anquilosad­a retórica patriotera en la que tanto nos solazamos no nos ha sido, hasta ahora, de mayor utilidad. Y, con perdón, tampoco hemos sabido aprovechar los ingentes recursos de nuestra bonanza petrolera para edificar una nación próspera y justa. Entonando loas a la “soberanía”, hemos dilapidado criminalme­nte una riqueza que jamás volverá. En fin…

Ha sido saqueada por unos Gobiernos tan corruptos

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