La república amorosa en 100 días
Todo aquel, mi estimado, que piensa saberlo todo está destinado a la mediocridad. 100 días. El plazo llegó para la 4T rodeada de claroscuros. De aciertos y desaciertos. Un presidente consciente del grave problema que desencadena la enorme brecha entre ricos y pobres. Con convicción que México necesita urgentemente un cambio. Un golpe de timón que comenzó luchando contra el monstruo de la corrupción, una meta clara con la ruta equivocada.
100 días acompañado de un gabinete visiblemente desgastado con el ritual mañanero de propaganda encabezado por el titular del Ejecutivo, quien sistemáticamente descalifica y polariza confirmando la simulación de su promesa de construir una república amorosa. Pide respeto y al mismo tiempo permite abucheos en templetes deshonrando su palabra y mostrando una faceta con rasgos de autoritarismo en un país agraviado y con sed de venganza.
100 días marcan su administración vulnerada en dos frentes que son estratégicos: La desaceleración económica y la escalada de violencia e inseguridad que caminan sin estrategia y coordinación claras, sin perfiles adecuados dando pie a la improvisación y la falta de resultados.
La incertidumbre como certidumbre de esta 4T. La cancelación del NAIM, la desconfianza al interior de Pemex, los manejos de la CFE y un discurso socarrón desde Hacienda son factores neurálgicos que siembran cautela convirtiéndose en temor e incredulidad entre el capital privado en este primer año de gobierno.
Las formas de Palacio Nacional dicen el fondo del ánimo presidencial en donde el mensaje es su persona y el personaje de la narrativa es el Presidente, en un país donde escala una descomposición social ya no culpa del pasado sino del presente.
No hay cabida para pretextos y justificaciones. El amplio respaldo popular y la mayoría en ambas Cámaras exigen ser herramienta para la reconciliación. Hoy finaliza el periodo de gracia y el margen para el ensayo y error. López Obrador debe hacer un corte de caja, dejarse de “politiquerías” y rituales, pulir su sonsonete de discurso y erigirse en el presidente, no de 30 millones, sino de todos los mexicanos.
Finaliza el periodo de gracia y el margen para el ensayo y error