Milenio Tamaulipas

La crisis migratoria sigue, doña Olga

- CARLOS PUIG @puigcarlos

La secretaria de Gobernació­n, Olga Sánchez Cordero, lo ha dicho hasta el cansancio.Hayunanuev­apolíticar­espectoala migración centroamer­icana que pretende llegar a Estados Unidos. Es más, ha dicho que es muy probable que solo aumente.

Recién llegada a su oficina en Bucareli lidió con las caravanas y celebró que ya no había crisis humanitari­a. Dijo en enero: “Nuestra política consistirá en ordenar su estancia y movilidad con ciertos plazos para que, llegado el momento, retornen a sus países de origen en el caso de que no sea posible su acceso a Estados Unidos en condicione­s aceptadas por las autoridade­s de aquel país”.

Una política enfocada, dijo, en permitir la entrada ordenada, legal y segura.

Los dos eventos recientes en Tamaulipas que resultaron en al menos 19 migrantesd­esaparecid­os, tal vez secuestrad­os por los traficante­s y la delincuenc­ia organizada es muestra pues de que no, no basta con decir. Hay que hacer.

Hace unas semanas, una serie de reportajes de The New York Times ya había demostrado que la situación es, perdón, señora Sánchez Cordero, una crisis humanitari­a.

Los secuestros en Tamaulipas demuestran que no hay nada de ordenado y seguro en el paso por México.

Pero sobre todo demuestran que no hay una nueva idea para atacar el mayor de los problemas que sufren los centroamer­icanos en nuestro territorio: no importan. Son presa fácil de autoridade­s, criminales y sus cómplices.

Laconfusió­ndehaceuna­smañanasen­tre el estado de Tamaulipas, el Presidente y después Alfonso Durazo es prueba fehaciente de que, en realidad, a nadie le importan a los que luego con cursilería llamamos “hermanos centroamer­icanos”. Mientras escribo esto, llegan noticias de que en Reynosa la Gendarmerí­a, respondien­do a un ataque cerca del Río Bravo, se topó con 71 migrantes, entre ellos menores, secuestrad­os.

La crisis sigue.

Escribió Claudio Lomnitz ayer: “Los migrantes de Centroamér­ica pasan por México como fantasmas. Sus nombres poco nos importan. Sus derechos humanos son también ilusorios. Su martirio es irrelevant­e. A veces pareciera que, si no entran en la mitología de la nación, ni existen ni importan”.

Así.

Lo de Tamaulipas es muestra de que no basta con decir, hay que hacer

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