Milenio Tamaulipas

¡Firmes... ya!

- ANA MARÍA OLABUENAGA @olabuenaga

¿

De qué vamos a hablar el día de hoy? La pregunta podría parecer diseñada para que la concibiera­n las hojas en blanco o los cursores que laten. Una frase introducto­ria, un estímulo al intelecto, un aliento al sentimient­o. Todos construido­s en la delicada forma de una interrogan­te. Sin embargo, piénselo ahora de otra forma. Lo que acaba de leer no es una pregunta. ES UNA ORDEN. Como la que se le da a un soldado. Un instructiv­o de operación que contiene la misión detallada. Inciso por inciso. Cada uno de los temas para los que está obligado a hacer maniobras de argumentos. Coordenada­s precisas de la posición del enemigo al que se deberá contener con la logística del propio entendimie­nto. Listo ya para la operación, ahora imagine que esas órdenes las está recibiendo del comandante supremo de las fuerzas armadas de México o, lo que es lo mismo, del señor Presidente.

Si a estas alturas del texto usted no se ha levantado, ha chocado los tacones de las botas y se ha llevado el antebrazo firme, con la mano firme y los dedos firmes hasta el punto exacto en donde se une la sien con la ceja derecha en un preciso, decidido y marcial saludo, una de dos, o no le gusta la política o no ha visto ninguna de las 77 conferenci­as mañaneras que llevamos hasta el día de hoy.

Señor, sí señor, el Presidente marca la agenda de lo que se hablará durante el día. El despliegue de fuerza no es menor. La popular “teoría de la agenda” fue desarrolla­da después de la elección presidenci­al estadunide­nse de 1968 por McCombs y Shaw y plantea que los medios de comunicaci­ón jerarquiza­n la informació­n de la esfera pública, incluyen o excluyen temas y enfatizan o desestiman otros, todo lo cual tiene una importante influencia sobre el público. Ahora considere que la mayor parte de todo eso lo está realizando una sola persona. Una.

Más allá de los 100 días de gobierno, el Presidente lleva más de 100 horas informando, respondien­do preguntas y establecie­ndo agenda. Eso significa más de cuatro días seguidos, con sus días y sus noches, hablando. De pie. Y es que a diferencia de los miembros de su gabinete que de vez en cuando están presentes, dispuestos en pequeñas sillas negras esperando su turno, el Presidente nunca se sienta. Nunca. El mensaje no verbal de vitalidad es en extremo poderoso. Por eso desde hoy le informo: en una mañanera, el Presidente jamás se va a sentar.

Muchos opinan que las conferenci­as son un desgaste innecesari­o, que no deberían ser diarias, que deberían ser más breves, que deberían hacerse solo para temas específico­s o que el gabinete debería asumir su propia responsabi­lidad de comunicar. Difiero con todas.

El desgaste se da por el ejercicio mismo de gobernar. A su tiempo, la mañanera dará cuenta de ese desgaste. Falta mucho tiempo. Y con respecto al gabinete, habrá que asumir que le pasa lo que a las bandas teloneras o abridoras de un concierto: nadie las quiere ver ni escuchar porque son muy inferiores al estelar.

Así, a partir de las 9 de la mañana de hoy y de cada día laboral, usted tendrá su agenda, su mapa y los temas del día para batirse y debatirse. Desde la trinchera de sus propias conviccion­es defiéndase del cruento debate y trate de no salir muy maltrecho. Mañana tendrá otra igual.

En las mañaneras, al gabinete le pasa lo que a las bandas abridoras: nadie las quiere ver

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