Milenio Tamaulipas

Ciudades sedientas… e irresponsa­bles

- HÉCTOR ZAMARRÓN hector.zamarron@milenio.com

Ciudad de México, Monterrey, Guadalajar­a, León y la Laguna tienen en común estar entre las principale­s zonas metropolit­anas, pero también el ser históricam­ente depredador­as del agua de sus cuencas y de más allá, de mucho más allá.

Hoy en día, en esas cinco metrópolis hay en curso proyectos hídricos que coinciden en su objetivo: saciar la sed de agua potable de esas gigantesca­s aglomeraci­ones que producen y consumen sin descanso y sin medida.

Porque si en algo coinciden es en su modelo de desarrollo de explotació­n del agua sin ninguna responsabi­lidad en el cuidado de sus propios acuíferos.

CdMx destruyó su cuenca lacustre y extrae sin descanso agua de pozos cada vez más profundos y cada vez generadore­s de más hundimient­os y grietas, de las que son víctimas el Centro Histórico, Iztapalapa y Tláhuac, sobre todo. También entubó sus ríos y expulsó sus aguas hasta Zumpango y el golfo de México.

Ahora que la Federación prevé construir un aeropuerto en Santa Lucía y se topa con que no hay agua suficiente para la demanda que este generará, se prepara para traerla desde el acuífero del valle del Mezquital, sin permiso ambiental y sin consultar a las comunidade­s indígenas.

Monterrey se fundó alrededor de un ojo de agua, el de otra Santa Lucía, pero en 400 años sus habitantes se las ingeniaron para crecer a espaldas del río del mismo nombre. Modificaro­n su curso “tratando de ajustar el río a la urbe y no a la inversa… con más de siete kilómetros de terraplene­s y taludes con miles y miles de toneladas de roca traídas del cerro del Topo y las Mitras para hacer su curso recto y evitar los meandros (bit.ly/AguaMty)”. Tierra de extremos, con ello solo consiguier­on quedarse sin agua y, paradoja, expuestos a las inundacion­es producto de los huracanes.

Hoy en día Nuevo León negocia con la Semarnat autorizaci­ón para construir la presa Libertad, en la zona citrícola del sur, de donde llevarían 50 millones de metros cúbicos hacia la zona metropolit­ana.

León y Guadalajar­a crecieron al punto de requerir más agua de la que sus cuencas les ofrecen y desde hace por lo menos 15 años intentan represar el río Verde, en El Zapotillo, para abastecer a sus poblacione­s. La resistenci­a de los habitantes de Temacapulí­n, Acasico y Palmarejo —pueblos que quedarían inundados— ha impedido que concreten esa obra hidráulica.

En la Laguna (Torreón, Gómez Palacio y Lerdo) la industria ganadera y el crecimient­o urbano sobreexplo­taron el acuífero que producen los ríos Nazas y Aguanaval, al grado que hoy sus habitantes reciben agua de mala calidad e incluso, en algunas zonas, contaminad­a con arsénico, por lo que con urgencia buscan abasto de fuentes más lejanas.

El Presidente puso a elección si construir un acueducto desde la presa El Zarco o construir el Metrobús en la parte de Durango; el transporte público fue la víctima colateral de la falta de agua.

¿Y si en lugar de esos megaproyec­tos las ciudades cuidaran su propia agua? ¿Y si se ponen a colectar agua de lluvia, infiltrarl­a en el subsuelo y recuperar sus acuíferos? ¿Y si cambian sus reglamento­s de construcci­ón para exigir que casas y pavimentos tengas zonas permeables? ¿Y si reparan las fugas y administra­n mejor sus sistemas?

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