Milenio Tamaulipas

Lecciones de la Independen­cia. El nacionalis­mo

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

Las guerras de Independen­cia no trajeron buenas soluciones para nadie. No le devolviero­n a España el dominio sobre sus colonias ni dieron a éstas independen­cias practicabl­es. La guerra engendró guerra y ésta un odio fratricida que introdujo una lesión es quizofré ni caen el corazón de las sensibilid­ades nacionales hispanoame­ricanas.

El núcleo de nuestros nacionalis­mos fue el patriotism­o criollo, la historia política de un resentimie­nto. Para afirmarse frente a los peninsular­es, los criollos, sus hijos, se adscribier­on a la noción de una grandeza americana previa, anterior a la Conquista. Con las guerras de Independen­cia, la rivalidad familiar, política, económica, simbólica, alcanzó un nivel de encono que prolongó por generacion­es las diferencia­s entre la antigua metrópoli y las nuevas naciones.

Durante su revuelta sangrienta, luego de lapidarla ciudad de Guanajuato, el cura Miguel Hidalgo calmaba a sus huestes indias y aira “cogerg a ch u pin es ”.

La fórmula del odio fratricida de Bolívar es insuperabl­e en su salvaje elocuencia: “Españoles y canarios contadcon la muerte aún siendo indiferent­es. Americanos, contad con la vida aún cuando seáis culpables”.

La guerra significó una pérdida enorme de vidas y haciendas, la destrucció­n o el éxodo del talento empresaria­l de tierras americanas. Fue también una guerra de identidade­s, mejor dicho, una fractura en el corazón de la identidad del mundo hispánico. Su rasgo central fue la negación de España como matriz cultural. Durante más de un siglo, la celebració­n del día de la Independen­cia mexicana incluyó el grito “Mueran los gachupines”, que es como gritar: “Mueran mis tatarabuel­os”.

Nuestras naciones fueron a buscar su identidad fuera del orbe hispánico en las raíces indígenas o africanas, y tuvieron con su raíz hispánica un pleito de negaciones que nos marca todavía. La idea de que la raíz indígena explica mejor el ser de México que la raíz española, es una fabricació­n del patriotism­o criollo.

Muchos nacionalis­mos latinoamer­icanostien­enpendient­esuajusted­ecuentas con el peso de la cultura hispánic a en su historia y la invención de sus identidade­s sustitutas, hijas de aquella fractura.

Nuestra reciente querella con España es parte de esa vieja y triste historia.

En la celebració­n se gritó por más de un siglo “Mueran los gachupines”

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