Milenio Tamaulipas

Otra mala indicación

La falta de considerac­ión que mostró López Obrador por los otros dos poderes evidencia un presidenci­alismo mayor que el de los antiguos mandatario­s priistas, que al menos sabían respetar las formas.

- ARMANDO FUENTES AGUIRRE CATÓN

“Si sigues fumando se te harán chicas las bubis”. Mil veces le había dicho eso Carmelino a su novia Susiflor. Se casaron, y la noche de bodas él se presentó por primera vez al natural ante su flamante mujercita. Lo miró ella y le preguntó decepciona­da: “¿Fumaste mucho?”. Ya conocemos a Capronio: es un sujeto ruin y desconside­rado. Viajó con su esposa a un país arábigo, y un jeque se prendó de la señora. Le ofreció a Capronio 200 camellos por ella. “¡Imposible!” -exclamó él. “¿Por qué?” -quiso saber el jeque. Explicó Capronio: “Es muy difícil importar camellos a México”. El papá de Dulcibel se dio cuenta, molesto, de que pasaban ya las 12 de la noche y el novio de la muchacha todavía estaba con ella en la sala. Se presentó ante ellos y amonestó al romeo: “Ya es hora de ir a la cama, jovencito”. Contestó el boquirrubi­o: “Eso mismo le proponía yo a Dulcibel, señor, pero ella quería que lo hiciéramos aquí en el sillón”. Diré ahora lo que no me gustó del Grito. (Nunca es tarde para murmurar). Lo que me pareció muy mal de esa ceremonia es que en ella no se observó el ceremonial. No hablo de los inanes protocolos que solían enmarcar el acto, parecidos a los de cortes reales. López Obrador hizo muy bien en suprimir tales usos que sin faltar a la verdad podían calificars­e de chabacanos, y aun de cursis. Con eso no solamente salió ganando la austeridad republican­a sino también el buen gusto. Cuando digo que no se observó el ceremonial me refiero al respeto -igualmente republican­o- que el Poder Ejecutivo debe a los otros dos poderes de la Unión, a los que AMLO marginó en forma notoria de la celebració­n tanto en la noche del Grito como en los actos -sobre todo el desfile- del día 16. En el balcón central del Palacio Nacional no se hizo acompañar por los representa­ntes del Poder Legislativ­o y Judicial, que en los términos de la Constituci­ón tienen igual jerarquía que él y a quienes postergó -por no decir ninguneó- visiblemen­te. Al hacer eso envió una ominosa señal: la del gobernante que se siente absoluto y no admite otro poder junto al suyo. Esto que digo no es cuestión de mera forma, minucia de urbanidad o convencion­alismo fútil. Pertenece al fondo de la integridad republican­a y a la estructura misma de la Nación. La falta de considerac­ión que mostró López Obrador por los otros dos poderes evidencia un presidenci­alismo mayor que el de los antiguos mandatario­s priistas, que al menos sabían respetar las formas. Lo digo una vez más: cuidado. Himenia Camafría, célibe de madura edad, le preguntó al joven y apuesto boy scout: “¿Ya hiciste tu buena obra del día?”. “Sí, señorita” -respondió el muchacho. “Muy bien -le indicó Himenia-. Ahora voy a decirte cuál puede ser tu buena obra de la noche”. Babalucas, de visita en la Ciudad de México, le dijo a un amigo: “Estoy teniendo problemas para ir de un lugar a otro”. Le sugirió el amigo: “Cómprate un boleto de Metro”. El badulaque se asombró: “¿Los hay tan grandes?”. Un chica le contó a otra: “Por fin logré el anhelo de mi vida: conocí a un muchacho amable, dulce, tierno, delicado, culto, sensible, detallista. Desgraciad­amente ya tenía novio”. La guapa y curvilínea paciente le informó al doctor Ken Hosanna: “Me duele la garganta”. Al punto le ordenó el galeno: “Quítese toda la ropa”. “¡Cómo! -se amoscó la mujer-. ¿Quitarme toda la ropa por un dolor de garganta?”. “Tiene usted razón -admitió el facultativ­o-. Déjese los zapatos”. Pepito le preguntó, curioso, a su mamá: “¿Por qué le das el pecho a mi hermanito?”. Respondió la señora: “Es su alimento”. “Entonces -sugirió Pepito- dáselo también a mi papá. Anoche andaba tan hambreado que la criada tuvo que alimentarl­o”. FIN.

Mirador

Dime quién eres para saber quién soy.

Mírame para poder verme. Háblame para poder oírme. Dame tus manos para sentir las mías.

Déjame hallarte para encontrarm­e en ti.

¿A dónde vas? Ése será mi camino. Iré hacía ti para llegar a mí. Recuérdame para olvidarme. Acércate para alejarme de mí mismo. Cuéntame tu vida, pues de hoy en adelante ésa ha de ser mi vida. Donde estés voy a estar

A donde vayas iré.

Siempre has vivido en mí, aun antes de que supiera que vivías. Siempre has estado aquí, conmigo. Si algún día ya no estás tampoco estaré yo.

Soy porque tú eres.

Cuando tú ya no seas yo ya no seré.

¡Hasta mañana!...

Manganitas “. Una mujer tiene 14 hijos.”. Uno de ellos, en voz baja, contó la historia fatal: “Está sobre un pedestal, pero mi papá la baja”.

Al hacer eso envió una ominosa señal: la del gobernante que se siente absoluto y no admite otro poder junto al suyo.

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