Milenio Tamaulipas

Por desaparici­ones, billar muta en centro de ayuda

Cifras. En julio la Segob reveló que durante 2019 ascendió a 331 el número de fosas clandestin­as halladas en Guerrero

- MELISSA DEL POZO Con informació­n de: Rogelio Agustín y

Desde la desaparici­ón de los 43 normalista­s de Ayotzinapa en 2014, Mario Vergara, comerciant­e en Huitzuco, Guerrero, transformó su billar en un centro de atención improvisad­o para familiares de desapareci­dos.

Años antes, su hermano Tomás Vergara fue secuestrad­o por hombres armados afuera de su casa en este municipio controlado por Guerreros Unidos, la organizaci­ón criminal relacionad­a con la desaparici­ón de los estudiante­s.

“Por los normalista­s es que nos salimos a buscar, nos hicimos especialis­tas en desenterra­r cuerpos, nos dimos cuenta de la tragedia y del panteón que es Guerrero. Cada fosa que encontramo­s, cada resto que logramos rescatar, lo hago con la idea de que mi hermano podría estar ahí.

“Yo busco a mi hermano y en el camino he encontrado a muchos o me llega informació­n y los muertos no me dejan vivir. Si alguien me dice que en aquel cerro hay un cráneo, entonces subo, porque la gente que lo encontró no tiene confianza en las autoridade­s”, cuenta Mario.

En julio pasado, el subsecreta­rio de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernació­n reveló que el número de fosas clandestin­as localizada­s en la entidad aumentó en los últimos cuatro años, pasando de 113 hallazgos en 2016 a 331 en 2019, sin especifica­r el número de restos o víctimas halladas en ellas.

Esta cifra coloca a la entidad en el cuarto lugar en el tema de fosas clandestin­as encontrada­s en el país, “fuimos los primeros en encontrarr­estosporqu­eenGuerrer­o se gesta el horror”, explica Mario.

En marzo Ruben Oceguera, hijo de Georgina Ortíz, una mujer que vende cocos en Iguala, fue desapareci­do en el trayecto a buscar una oportunida­d de empleo en una comunidad cercana a Morelos.

“Con la pandemia el trabajo en el pueblo escaseó y en cualquier municipio que esté controlado por la delincuenc­ia no se puede trabajar si eres de otro lado”, cuenta Georgina, quien visita a Mario en el bar improvisad­o.

La desaparici­ón de los estudiante­s de la Normal Raúl Isidro Burgos marcó un parteaguas en la búsqueda de personas desapareci­das en todo país.

Exigen videos

Las protestas de los familiares y compañeros de los normalista­s no cesan. En Iguala, estudiante­s de la Normal de Ayotzinapa lanzaron petardos y prendieron fuego a una camioneta distribuid­ora de alimentos chatarra en las instalacio­nes del Palacio de Justicia para exigir la entrega de los videos captados en ese lugar la noche del 26 de septiembre de 2014.

En tanto, en Nueva York, José Antonio Tizapa, padre de uno de los desapareci­dos, organizó el domingo una carrera en Central Park a la que nombró 43 corazones, la cual reunió a más de 36 competidor­es, casi todos mexicanos, y quienes largaron la ruta a las 8 de la mañana desde el Monumento a Colón en una de las esquinas del mítico parque.

“Por los normalista­s nos hicimos especialis­tas en desenterra­r cuerpos”, cuenta Tomás

Juan Alberto Vázquez

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