Un México cada vez menos moderno
El ciudadano moderno, a diferencia del siervo sojuzgado por el señor feudal o el vasallo bajo la férula de un reyezuelo, no espera favores ni caridades: exige derechos. Prerrogativas reales garantizadas en un sistema justo sustentado en el imperio de la ley. En una democracia avanzada, los beneficios sociales resultan de sólidas certezas jurídicas, no de la posible buena voluntad del gobernante de turno ni de su fluctuante generosidad para atender las demandas de tales o cuales peticionarios.
El Estado social no es una entelequia promovida meramente por los izquierdosos de siempre sino una suerte de culminación –inacabada todavía, es cierto— de un proceso civilizatorio en el que la preocupación por el bienestar de las personas ha ido ocupando un espacio creciente: ya no es la indiferencia –ni mucho menos la crueldad de los tiempos antiguos— lo que determina el quehacer públicosino que los individuos, de pronto, aparecen como seres concretos necesitados deintervenciones y amparos prodigados por un aparato estatal que los obliga, a su vez y a manera de contraprestación, a respetar las leyes y a pagar impuestos.
No hemos edificado, aquí, un régimen de intercambios equitativos entre el ciudadano y las autoridades. Más bien, vivimos un modelo de incumplimientos mutuos: los mexicanos sobrellevamos una azarosa existencia, sin contarcon salvaguardas para nuestra seguridad –y la de nuestros bienes— ni una mínima asistencia de la justicia, pero no aportamos tampoco al erario los caudales que necesita para proveernos de bienes públicos y servicios.
El Gobierno tendría que ganar más dinero, señoras y señores, pero ahí es precisamente donde nos topamos con la cuadratura del círculoen las políticas públicas de este país: ese mismísimo Estado que incumple con las más básicas de sus encomiendas es, al mismo tiempo, un gestor blandenguededicado a complacer clientelas, a repartir selectivamente prebendas y a administrar calculadamente el más nefario paternalismo.
El antiguo autoritarismo del PRI no se dirigía a disciplinar a los gobernados y a hacerlos más responsables sinoa acallar las voces críticas y, sobre todo, a propalar embusteras demagogias. Hoy, restaurado plenamente ese modelo, estamos más lejos que nunca de la modernidad.
El antiguo autoritarismo del PRI no se dirigía a disciplinar a los gobernados