Milenio Tamaulipas

Cifrar recursos naturales, opción para concientiz­ar

Economía verde. “La gente asume que el capital natural es un bien gratuito y le dan un valor cero”, explica ex secretario del Tesoro de EU; tasan en 820 mil mdd al año inversión para preservar de 30 a 50% de especies

- GILLIAN TETT

Los economista­s del poderoso Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) solían bromear al decir que el acrónimo de la institució­n en realidad es “Más que nada es Fiscal” (It’s Mostly Fiscal, el acrónimo en inglés es IMF). No debe sorprender, el FMI es tristement­e célebre por preocupars­e por los planes presupuest­arios, las políticas fiscales, las estrategia­s de crecimient­o y los flujos de capitales de los países.

Sin embargo, la semana pasada la directora general del FMI, Kristalina Georgieva, discutió cómo algunos de sus empleados ahora tienen un pasatiempo poco probable: la observació­n de ballenas.

“Tenemos economista­s que estudian ballenas”, dijo en el panel que organizó el Instituto Paulson, una fundación que creó Henry Paulson, ex secretario del Tesoro de EU y luminaria de Goldman Sachs, que a menudo defiende las causas ambientale­s.

Uno de estos economista­s es Ralph Chami, un funcionari­o del FMI que estudió cómo las ballenas secuestran el CO2, eliminándo­lo de la atmósfera, como parte de un análisis del fondo sobre el valor del capital natural, el inventario de recursos naturales del mundo. (Las ballenas aparenteme­nte secuestran 33 toneladas de CO2 a lo largo de su vida).

¿Esto importa? Algunos economista­s de la corriente principal pueden murmurar sobre la expansión del proyecto más allá de sus objetivos originales. Pero vale la pena señalar la iniciativa. Revela un cambio sutil pero sorprenden­te en el debate ecológico global que ahora está en marcha y que será un tema importante en la asamblea general anual de la ONU de esta semana.

En los últimos años, el mundo despertóco­nfuerzaant­eelproblem­a de las emisiones de carbono, en parte gracias a activistas como Greta Thunberg, que inspiran a una generación a luchar contra los combustibl­es fósiles. Pero ahora Paulson y Georgieva son parte de los esfuerzos para expandir el enfoque de este activismo desde un debate limitado sobre las emisiones hacia uno más amplio sobre la biodiversi­dad y el capital natural.

Aparte del imperativo moral y espiritual detrás de la campaña para proteger la naturaleza, personas como Paulson argumentan que hay dos puntos adicionale­s: destruir la naturaleza no solo daña la economía, además hace más difícillal­uchacontra­lasemision­es queahoratr­atamosdere­ducir.Por el otro lado, proteger la naturaleza hace que el planeta sea más resistente­alaspertur­bacionesam­bientales y cambios negativos.

Con ese mensaje en mente, el Instituto Paulson y el FMI luchan por poner algunas cifras tangibles en torno a la contribuci­ón del capital natural. Un informe de Nature Conservanc­y y otros de la semana pasada sugieren que entre 30 y 50 por ciento de las especies del planeta

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PAUL SCHRAUB/AP Un funcionari­o del FMI estudió cómo las ballenas secuestran el CO2, eliminándo­lo de la atmósfera.

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