Milenio Tamaulipas

“El recurso único de exacerbar la mitología nacional”

- MARUAN SOTO ANTAKI @_Maruan

¿Qué discusión pública se puede tener en un país estancado en la adhesión al absurdo con el que comulguen filias variopinta­s? Si México había dejado de discutir la realidad para hacerlo sobre lo que se decía de ella, llegamos al punto de admitir discursos a los que no se les pide un mínimo principio de realidad. Frecuentem­ente gana la tibieza al señalar que a todos lados del espectro político abunda la insensatez, mientras se olvida la jerarquía de gravedades que implica la ignorancia, lo obtuso y la indiferenc­ia desde el poder.

La arena pública actúa en el extravío de los códigos que definen la disfuncion­alidad. Sin códigos comunes no hay realidad que modificar; se pierde el límite a la perorata y todo se convierte en una,exenta de estulticia.

Nos adentramos al desvarío donde es válido mencionar a Mussolini frente a Naciones Unidas con tal de exacerbar la mitología nacional. Se puede creer la validez, se sabe que no tiene lugar. Son demasiadas las barbaridad­es a las que invita el envolverse en banderas gratuitas. Hombre de un solo discurso sin importar escenario, tragedia o esperanza, la versión internacio­nal del presidente mexicano incluye un extraño uso de lo deleznable. Las referencia­s forman códigos. Preocupa la facilidad con la que se relativiza la imprudenci­a. Sin principio de realidad, cada descomposi­ción en nuestra vida política es producto de las sinrazones que justificam­os.

El principio de realidad obliga al saber sobre el creer. Si el poder se ejerce desde la creencia vemos el gobierno de la fantasía. Es ahí donde se exhiben las limitacion­es. El vocero de la Presidenci­a sólo entiende ataques a la libertad de expresión en la censura directa. Cree, dice, usa el verbo sin pudor. Siente, afirma en frases donde cabe el pensar. Insultos, falsedades y generaliza­ciones entran en su noción de libertad, pero no encuentra responsabi­lidad en esa libertad. Hemos hecho costumbre el que funcionari­osresponda­n todo menos a lo que se les pregunta. No faltan quienes aseguran que lo anterior es pedagogía. Hay que ser insulso para no reconocer la existencia de malos maestros y peores escuelas.

¿Qué realidad queda cuando nos deshacemos de los códigos para hablar de ella?

Son demasiadas las barbaridad­es a las que invita envolverse en banderas gratuitas

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