“El recurso único de exacerbar la mitología nacional”
¿Qué discusión pública se puede tener en un país estancado en la adhesión al absurdo con el que comulguen filias variopintas? Si México había dejado de discutir la realidad para hacerlo sobre lo que se decía de ella, llegamos al punto de admitir discursos a los que no se les pide un mínimo principio de realidad. Frecuentemente gana la tibieza al señalar que a todos lados del espectro político abunda la insensatez, mientras se olvida la jerarquía de gravedades que implica la ignorancia, lo obtuso y la indiferencia desde el poder.
La arena pública actúa en el extravío de los códigos que definen la disfuncionalidad. Sin códigos comunes no hay realidad que modificar; se pierde el límite a la perorata y todo se convierte en una,exenta de estulticia.
Nos adentramos al desvarío donde es válido mencionar a Mussolini frente a Naciones Unidas con tal de exacerbar la mitología nacional. Se puede creer la validez, se sabe que no tiene lugar. Son demasiadas las barbaridades a las que invita el envolverse en banderas gratuitas. Hombre de un solo discurso sin importar escenario, tragedia o esperanza, la versión internacional del presidente mexicano incluye un extraño uso de lo deleznable. Las referencias forman códigos. Preocupa la facilidad con la que se relativiza la imprudencia. Sin principio de realidad, cada descomposición en nuestra vida política es producto de las sinrazones que justificamos.
El principio de realidad obliga al saber sobre el creer. Si el poder se ejerce desde la creencia vemos el gobierno de la fantasía. Es ahí donde se exhiben las limitaciones. El vocero de la Presidencia sólo entiende ataques a la libertad de expresión en la censura directa. Cree, dice, usa el verbo sin pudor. Siente, afirma en frases donde cabe el pensar. Insultos, falsedades y generalizaciones entran en su noción de libertad, pero no encuentra responsabilidad en esa libertad. Hemos hecho costumbre el que funcionariosrespondan todo menos a lo que se les pregunta. No faltan quienes aseguran que lo anterior es pedagogía. Hay que ser insulso para no reconocer la existencia de malos maestros y peores escuelas.
¿Qué realidad queda cuando nos deshacemos de los códigos para hablar de ella?
Son demasiadas las barbaridades a las que invita envolverse en banderas gratuitas