Milenio Tamaulipas

López Velarde

- RAFAEL PÉREZ GAY rafael.perezgay@milenio.com @RPerezGay

Soy un lector profano de López Velarde. Lo leí desde muy joven completo y en desorden. Subrayé todos los versos que pude y deploré en principio su gran obra: “La suave patria”. Años después y gracias a José Emilio Pacheco entendí: “Todo lo que se ha dicho del mexicano, a veces considerán­dolo un individuo aparte de la humanidad, puede ilustrarse con citas de López Velarde”.

Un libro marcó mis curiosidad­es literarias en los años setenta: Cuadrivio de Octavio Paz, publicado en 1965. En esas páginas, Paz escribió: “El camino de la pasión”, un recorrido sobre el enigma de la poesía de López Velarde. Paz comienza por destacar dos de los estudios fundamenta­les del poeta: el primero, la crítica que hizo Xavier Villaurrut­ia que “desenterró a un gran poeta sepultado bajo los escombros de la anécdota y el fácil entusiasmo”. El segundo, Ramón López Velarde, el poeta y el prosista de Allen W. Phillips.

Octavio Paz establece un equivalent­e con Charles Baudelaire y dice, busco la cita: “ambos poetas católicos, no en el sentido militante o dogmático, sino en el de la angustiosa relación, alternativ­amente de rebeldía y dependenci­a, con la fe tradiciona­l; su erotismo está teñido de una crueldad que resuelven contra sí mismos (….) La forma predilecta de López Velarde es el poema de las formas sinuosas que imita la forma zigzaguean­te del monólogo; confesión, exaltación interrupci­ón brusca, comentario al margen, saltos y caídas de la palabra y el espíritu”. Entonces entendí a López Velarde, o una parte de la poesía que había leído: La sangre devota, de 1916, Zozobra, de 1919 y El son del corazón, de 1932.

Guillermo Sheridan escribió Un corazón adicto. La vida de López Velarde y otros ensayos afines. En este libro, una biografía y una reunión crítica de su obra, Sheridan define al poeta y su mundo. Un México quebrado por la Revolución, nos dice Sheridan, y por “la separación sibilina entre la provincia y la metrópoli, fingida oposición entre costumbre y decadencia”.

Otro gran lector de López Velarde, Gabriel Zaid, menciona que, como en Kafka y en Kierkegaar­d, el tema del amor imposible, tópico propio de los trovadores, se volvió moderno. A diferencia de las tradiciona­les historias donde el amor fracasa por alguna prohibició­n, como la diferencia de clase, en estos tres autores los obstáculos de la pareja no están más que en la propia pareja. Todo esto a cien años de su muerte.

Octavio Paz establece un equivalent­e con Charles Baudelaire

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