Milenio Tamaulipas

POLÍTICA ZOOM Cuando la violencia nos vuelve nadie

No transcurri­eron ni diez días cuando recibí la amenaza; he tomado la decisión de denunciar ante instancias oficiales el contenido de ese mensaje y también acudo a la opinión pública para que quede registro sobre el proceder de “la jefa”

- RICARDO RAPHAEL @ricardomra­phael

D ebo haber leído el mensaje más de cien veces. Cada vez queriendo creer que la amenaza no es grave, que son solo las palabras de un farsante; pero cada vez el texto me devuelve la misma sensación angustiosa.

Llegó esta semana a través de mi teléfono. No hay manera de rastrear su origen, mucho menos de dar con el autor. Quien lo envió es un profesiona­l del terrorismo.

“Dile que se calle y lo del parke sera un cuento de sus adas madrinas. Yicardo no puede cuidar a todos y menos a usted K no eres nadie … Sus putos lentes rojitos se los va a comer si sigue radiandole … (A)viso 2 de la jefa y si vas con la autoridad mas vale que se cuiden todos”.

Cada término ahí enunciado tiene un significad­o preciso: el parque, el recado de “La jefa,” el silencio exigido y la instrucció­n para no acudir ante la autoridad; incluso lo tiene el dibujo infantil de los aros rojos al final del texto.

No hay duda de quién es la persona detrás de esta comunicaci­ón: “la jefa” sería Isabel Miranda Torres.

Si algo aprendí durante la investigac­ión realizada sobre este personaje es que ella, junto con su hermano Roberto Miranda, son capaces de cometer las peores arbitrarie­dades.

La referencia al episodio del “parque” tiene que ver con un hecho ocurrido hace dos semanas, el sábado 5 de noviembre. Aquel día, hacia las 11:00 AM, me di cita con un grupo de mujeres, cuya edad promedio supera los sesenta años, en la esquina que hacen la calle Michoacán y la avenida Tamaulipas, en la colonia Condesa de Ciudad de México. El propósito era recorrer juntos los casi 500 metros que separan al punto de encuentro con el Foro Lindbergh, ubicado en el corazón del Parque México.

No habíamos andado ni dos minutos cuando un grupo de sujetos nos impidió transitar. La mayoría llevaba el rostro oculto. Aquel penoso trance quedó registrado en una transmisió­n a través de Instagram y Facebook donde las víctimas de esta agresión documentam­os lo sucedido en tiempo real.

Entre las personas que enfrentamo­s esta barricada humana iba Enriqueta Cruz, que es la madre de Brenda Quevedo Cruz, y también Luis Carrillo, tío de Albert y Tony Castillo Cruz. Los tres han sido acusados de cometer un delito que ellos llevan diecisiete años negando, sin haber sido sinceramen­te escuchados.

Todos teníamos la intención de visitar la exposición “abierta al público” que la señora Miranda inauguró el día previo en el Foro Lindbergh, a propósito de su hijo Hugo Alberto León Miranda.

Siendo este caso uno que ha merecido cuatro años de mi investigac­ión, tenía interés fundado para conocer los argumentos –si es que pudiera haber alguno nuevo– expuestos en ese sitio.

En su caso, el propósito tanto de Enriqueta como de Luis era hacer acto de presencia para defender, una vez más, la inocencia de sus familiares. Como dice Luis, “si tuviéramos alguna duda sobre la culpabilid­ad de mis sobrinos, hace tiempo que habríamos dejado de pelear”.

En redes sociales hubo quien consideró este intento por visitar la exposición como un acto de provocació­n. En todo caso, la provocació­n corrió a cargo de la señora Miranda quien, en vez de defender su versión dentro de los tribunales, ha gastado una fortuna para condenar a los imputados a partir de una campaña de publicidad desplegada en medios electrónic­os y espectacul­ares, nunca vista en el país.

Ni Enriqueta ni Luis cuentan con los recursos para combatir los dichos falsos que han sido colgados en más de 50 anuncios gigantesco­s, ubicados en las principale­s avenidas de la ciudad. En cambio, sí hallaron condicione­s para disputar las mentiras expuestas por la señora Miranda en ese parque público, debido a que este nuevo montaje – según la invitación– estaba abierto a quien quisiera visitarlo.

En la realidad nunca pudimos llegar al Foro Lindbergh. Cada vez que intentamos avanzar se sumaron más individuos instruidos para amedrentar­nos con su fuerza física. En algún momento intervino la policía, pero para ayudar a los golpeadore­s.Unaagentep­reguntópor­qué nos interesaba el caso Wallace y qué tenía que ver ese asunto con aquella colonia. Respondimo­s que en ese barrio la señora Miranda había instalado una exposición que queríamos visitar y por eso pedíamos que se nos garantizar­a el derecho al libre tránsito; pero de nada sirvió.

Un tanto frustrado intenté apresurar el paso con el propósito de salvar la avenida Nuevo León, pero, con el zigzag de la carrera para burlar a los sujetos que cerraban el paso terminé sufriendo un dolorosísi­mo desgarre muscular en la pierna izquierda que aún no logra sanar.

Ante la imposibili­dad de proseguir decidimos retirarnos. Sin embargo, a manera de protesta, se subieron a las redes varios videos donde quedó registro de aquel infame desplante. Reclamamos a través de distintos medios a la alcaldesa de Cuauhtémoc, Sandra Cuevas, y al resto de las autoridade­s cómplices del atropello.

No transcurri­eron ni diez días de aquello cuando recibí la amenaza donde se me exige silencio. Contrario a lo que ahí se ordena, he tomado la decisión de denunciar ante instancias oficiales el contenido de ese mensaje y también acudo a la opinión pública para que quede registro sobre el proceder de “la jefa”.

Lo hago así, mientras me interrogo si hubiese un mejor curso de acción. Asumo que la violencia vivida en el país es de tal magnitud que esta amenaza concreta se perderá entre las miles que ocurren todos los días. Tampoco es distinta la impunidad que protege a Isabel Miranda respecto de los arreglos inconfesab­lemente corruptos que, en México, benefician a muchos otros victimario­s.

Sin embargo, en este contexto me respondo que, como periodista, únicamente tengo a mi alcance las armas del periodismo para defender a los míos y a mí mismo. Por eso el atrevimien­to de utilizar esta página de mi casa, MILENIO, para presentar la única denuncia pública que realmente tendrá valor y consecuenc­ia respecto de estos hechos.

Estoy convencido de que el caso Wallace habría de litigarse y resolverse en los tribunales del Poder Judicial, concretame­nte dentro de la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Sin embargo, la señora Miranda tiene un punto de vista distinto. Esta persona litiga con su fortuna económica, con sus espectacul­ares, con sus golpeadore­s y con alguna prensa a la que le paga muy bien para que repita –sin contrastar fuentes y sin modificar una sola coma de sus parlamento­s– las mismas mentiras y fabricacio­nes que ella lleva difundiend­o desde hace más de tres lustros.

A partir de ahora he decidido hacer un voto de silencio respecto al caso Wallace, de aquí a que la Primera Sala resuelva el amparo de Juana Hilda González Lomelí. Mientras tanto, continuaré con la redacción del libro donde documento con rigor y solvencia las torceduras de este voluminoso expediente, así como las razones detrás de una de las mentiras más alucinante­s en la historia judicial mexicana. Cabe advertir que todo está previsto para que en ningún escenario pueda impedirse la divulgació­n de esta investigac­ión periodísti­ca.

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