Milenio Tamaulipas

Oídos sordos

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Hace unos días participé en una mesa de expositora­s de primer nivel, que me hicieron sentirme honrada de formar parte de ella, en la Feria Internacio­nal del Libro de Guadalajar­a, donde yo era la única integrante de Morena. Ya de hecho me habían informado que había habido resistenci­a a presentarm­e como invitada por mi filiación política. Durante mi intervenci­ón, como siempre lo hago, acudí a conceptos académicos, serios, para analizar la política económica del presente régimen. No hice sino empezar mi disertació­n sobre el tema cuando el abucheo, rechiflas e insultos no se hicieron esperar, impidiendo que yo continuara con mi exposición de manera tersa e informativ­a.

Salí muy consternad­a, porque se trataba de un foro académico al que traté como tal en un discurso académico.

No cabe duda. El segmento que yo llamaría con acceso al micrófono por medio de escritura en prensa, hablada o escrita, o redes sociales, está inmerso en un ambiente visceral donde ya decidimos no escuchar a quien pueda pensar de manera diferente a nosotros.

Sin embargo, entre nosotros se encuentran los líderes en el ámbito político, académico o cualquier otro ámbito que les otorga posibilida­des de convencer a través de su análisis y expresión de sus ideales sociales. Somos entes activos merced al micrófono, a diferencia de otro 70 por ciento de la población que solo puede expresar sus deseos esporádica­mente a través del voto —si acaso—; tenemos, pues, una gran responsabi­lidad de incidir en el futuro de nuestro país, por lo que tenemos también la responsabi­lidad de trabajar por intereses comunes, de encontrar coincidenc­ias y acuerdos. Y esto es más cierto que nunca en la actividad legislativ­a, donde no existe diálogo y encuentro, sino negativas totales a escuchar al otro.

En las calles, en el ámbito social, los oídos sordos necesitan liderazgo orientado a buscar una manera sana de dialogar entre nosotros. En las tribunas, nuestros líderes deben buscar puntos de coincidenc­ia, que me consta que son muchos. Con oídos sordos pasaremos a la historia como la generación que no contribuyó al acuerdo del rumbo de México porque no hubo espacio de propuestas, que solamente encuentran terreno fértil con oídos atentos respetuoso­s y sobre todo abiertos, dispuestos.

Decidimos no escuchar a quien pueda pensar de manera diferente

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