Tenemos el futbol que merecemos
La eliminación de México en la Copa del Mundo de futbol de Qatar caló hondo en el ánimo de aficionados, seguidores y espontáneos al deporte profesional con más público en el país.
La selección mexicana jugaba al menos cuatro partidos desde 1994 y como anfitrión en 1986, jugó cinco al perder contra Alemania en cuartos de final en el Estadio Universitario de Nuevo
León. Doloroso fue el fracaso del Tri en Argentina 1978 al coleccionar tres derrotas en la fase de grupos. Dicen que lo ocurrido en Oriente Próximo tras el juego en Lusail, es algo parecido.
¿Responsables? Entrenador, jugadores y directivos, de la nueva decepción a la afición futbolera mexicana. Lo que también destacan analistas y comentaristas es que el sistema de competencia del torneo local, el número de extranjeros en la liga mexicana y la falta de verdadero roce internacional, son factores que determinaron la ausencia de resultados esperados en Qatar.
En las soluciones para un desempeño que enorgullezca, los millones de seguidores del futbol mexicano también tienen su parte al aceptar espectáculos de baja calidad cada fin de semana o que jugadores extranjeros que apenas alcanzan la medianía de calidad tenga un lugar que puede ser ocupado por un joven mexicano.
Los seguidores de la selección mexicana en Estados Unidos, llenando los estadios para presenciar juegos “moleros” que solo dejan dinero pero escaso aprendizaje.
Ya basta de llenar las cuentas bancarias con juegos contra selecciones “b” y hasta “c” en Dallas, Houston, Chicago o Los Ángeles; es hora de ir a Sudamérica o a los otros cuatro continentes a buscar ese roce internacional que reditúe en preparación y experiencia. La afición, ávida de un espectáculo cada semana, acepta que el equipo de sus colores compita en un torneo donde no hay premio de ascenso; que la plantilla carezca de jugadores surgidos en la plaza y, por el contrario, esté plagada de futbolistas que solo vienen por un salario, que sepan lo que significa la playera y los anhelos de su afición.
Tenemos el futbol que merecemos, porque lo aceptamos como nos lo dan. Para el tampiqueño es como una torta de la barda sin chorizo, queso de puerco ni amarillo y chicharrón escurrido, porque da agruras.
Para el tampiqueño es como una torta de la barda sin chorizo, queso
de puerco ni amarillo
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