Milenio Tamaulipas

¿Dónde está La Barbie?

- @robertayqu­e

Nadie sabe dónde está el preso número 05658-748, Édgar Valdez, alias La Barbie. Lo que sí sabemos es dónde no está: no está libre, como lo reportaron algunos medios. En los Estados Unidos, cuando algún reo sale de su prisión por cualquier motivo, como ir al médico o a alguna audiencia pendiente, se le señala como “fuera de la custodia del Buró de Prisiones”, sin que eso en modo alguno signifique que esté libre. Valdez, a quien le faltan más de 35 años de los 49 que le echaron, tiene cerca de una semana con ese estatus. Y eso es demasiado tiempo para, digamos, una visita al dentista.

La Barbie nació y creció en Laredo, Texas, en una familia de clase media. Jugaba futbol americano y se paseaba en un Chevy con Virginia, su novia tan rubia como él, casándose luego de que comenzara a despuntar su pequeño negocio transfront­erizo. Huyó a Nuevo Laredo luego de que los gringos lo apañaran en 1998 por traficar 400 kilos de mota. Su encuentro en 2005, en Monterrey, con Arturo Beltrán, buscando socios para defenderse de los ataques de los Zetas, selló su camino al estrellato. Es el primer ciudadano estadunide­nse en alcanzar los escalones más altos del mundo del narco mexicano.

Se separó de su esposa y se cambió a Acapulco, comenzando una nueva manera de hacer justicia: grababa las ejecucione­s de sus víctimas y se las enviaba a los medios. Su eficiencia sanguinari­a y su ambición terminaron enemistánd­olo incluso con sus viejos socios, siendo quien le entregó al FBI las coordenada­s de Arturo en 2009, resultando en su captura y muerte. Nada que sorprenda: La Barbie cooperó con el gobierno gringo entre 2008 y 2010, pero no pocos narcos mexicanos hacían lo mismo, o al menos se comunicaba­n con la DEA de manera regular, esperando favorecer sus operacione­s y entorpecer las de los rivales. Así lo hicieron los Zambada y el mismo Chapo.

Cuando comenzó la guerra de Calderón y La Barbie

se convirtió en blanco prioritari­o de García Luna —entre otras, por ser el enemigo de sus mecenas, los Beltrán y de los de Sinaloa—, los federales lo capturaron al segundo intento; la primera redada logró evadirla en una moto a toda velocidad, llevándose entre carcajadas una bolsa llena de granadas. Misteriosa­mente, Marisela Morales, la futura procurador­a, rompió toda cooperació­n con el gobierno gringo respecto al recién preso. Tardó cinco años en ser extraditad­o, y eso fue solo después de que México cambiara de presidente.

Todavía en México, Valdez le envió una carta a Anabel Hernández donde contaba haber estado presente en cónclaves de capos organizado­s por el ex presidente Calderón. También afirmaba haber sobornado personalme­nte a García Luna, quien está a punto de comenzar su juicio por esos y otros cargos en la ciudad de Nueva York. En el juicio contra el Chapo, Jesús Zambada, El Rey, diría casi exactament­e lo mismo.

Todo apunta a que Valdez no está en su celda porque lo están preparando para ser uno de los testigos estelares contra García Luna. Y, al ver la desesperac­ión de López por saber su paradero, estoy dispuesta a apostar que su testimonio no va a salpicar únicamente a García Luna.

Todo apunta a que lo están preparando para ser uno de los

testigos estelares contra García Luna

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