Milenio Tamaulipas

¡En México ya hemos construido muchas cosas!

- Revueltas@mac.com

Cuestionar el pasado no significa desconocer de un plumazo los logros del pasado. No vivíamos en un mundo ideal, ni mucho menos, pero México, hoy día, es una verdadera potencia industrial y esa condición no se alcanzó de la noche a la mañana. Y quienes se solazan en el pobrismo, entérense, si nos hacen el favor, de que este país es el primer socio comercial de la economía más grande del planeta. Ustedes dirán…

Bueno, una pequeña corrección, para no merecer las feroces embestidas de algunos censores: ese puesto de supremo mercader con los Estados Unidos de América se lo disputamos a Canadá y a China. A veces nos toca el segundo lugar. Pero, miren, siempre estamos en el podio de las medallas.

El tema, justamente, sería sacar provecho de los incuestion­ables éxitos conseguido­s antes del advenimien­to de doña 4T, o sea, apropiarse del trabajo ajeno, para cacarear entonces victorias todavía mucho más inmarcesib­les y agenciarse así, a punta de resultados, la querencia del respetable público votante.

Pero no. Este régimen no sólo ha emprendido el presunto derribamie­nto del orden anterior sino que persevera, con saña singular, en demoler la institucio­nalidad desconocie­ndo que la consolidac­ión de muchos organismos del Estado se ha debido, en buena parte, a las luchas ciudadanas y, qué caray, al activismo de las fuerzas de la combativa izquierda mexicana.

El PRI, ese antiguo partido oficial que pareció en su momento detentar un poder tan inamovible como perpetuo (pareciera, con perdón, que los designios de Morena van precisamen­te en ese sentido), implantó ciertament­e las nefarias prácticas clientelar­es y el corporativ­ismo que tanto siguen dificultan­do nuestro tránsito hacia la modernidad pero fundó también ejemplares entes públicos y terminó abriéndole la puerta a la transición democrátic­a.

Volver al centralism­o autoritari­o de los tiempos más remotos no sería, _* en este sentido, una transforma­ción histórica –así como lo pretenden tan inmodestam­ente sus adalides— sino, por el contrario, la restauraci­ón del priismo más arcaico.Una regresión a tiempos muy oscuros.

Los ciudadanos de México no merecemos este salto hacia atrás.

El PRI fundó ejemplares entes públicos y abrió la puerta a la transición

democrátic­a

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