Lecciones que da la Champions
El orden de los factores. Ningún torneo de futbol en el mundo ordena las prioridades, los valores, los derechos y las obligaciones de sus equipos con tanto rigor como la Champions League: el mínimo error en el campo condena y la máxima expresión del juego glorifica; ella no permite la medianía. Los cuartos de final de la Copa de Europa que hoy continúan han puesto hasta el momento cuatro cosas en su lugar: la cantera del Barça sigue siendo la mejor del mundo, Mbappé es el mejor jugador del mundo, la afición del Dortmund es la más vibrante del mundo y la defensa del Atlético de Madrid ha dejado de existir en este mundo.
El Atlético de Madrid perdió lo que mejor le definía: la defensa de
su encanto
Interior y exterior. La derrota del Barça de Xavi en el Camp Nou no resulta tan importante como la victoria del PSG de Luis Enrique dentro de él. En el mismo estadio coincidieron los dos entrenadores que mejor conocen el estilo que dominó el futbol en los últimos años: Xavi lo interiorizó expresándolo de una forma más casera y Luis Enrique lo exteriorizó llevándolo a París, donde encontró otro tipo de retos y elementos que por ahora, lo colocan entre los cuatro mejores técnicos del mundo. En esta ocasión el equipo grande fue el PSG, que por primera vez en su reciente historia se comportó como el equipo más competitivo y no como el club más rico.
Defensivos y defensores. Hay un encanto en el futbol recio, cerrado y contragolpeador, que disfrutamos quienes admiramos a esa clase de equipos a los que algunos acusan de defensivos, pero que nosotros llamamos defensores. El Atlético de Madrid de Diego Simeone era admirable porque se volvió el mayor defensor de un estilo que la mayoría cuestionaba: necio, terco y tenaz, logró convertirse en uno de los clubes más competitivos del mundo. De ser el equipo que mejor defendía se convirtió en un equipo que pretendía ser el que mejor atacaba: ni una, ni otra; el Atlético perdió lo que mejor le definía: la defensa de su encanto.