Milenio Tamaulipas

Los viejos merecen otra cosa

Algo tenía que hacerse para reparar el daño a millones de personas que habrán de jubilarse y por fin se está haciendo, pero en ocasiones el cortoplaci­smo de Morena impide dimensiona­r la trascenden­cia de los cambios que está generando

- JORGE ZEPEDA PATTERSON @jorgezeped­ap

¿Ofrecer una pensión razonable a todo mexicano jubilado es un objetivo loable pero irreal? ¿Se trata de un acto de demagogia y electorero de parte del presidente Andrés Manuel López Obrador o solo quiere asegurarse de paliar una injusticia inadmisibl­e antes de terminar su gobierno?

En realidad, las dos cosas pueden ser ciertas. Como es bien sabido, la reforma de 1997 al sistema de pensiones condenó a las siguientes generacion­es a una jubilación precaria. Eso fue hace 27 años, lo cual significa que apenas comenzarán a sufrirlo las personas que se retiren tras cumplir 65 años de edad y que acrediten suficiente­s semanas laboradas. De no hacer algo al respecto, en México habrá pensionado­s de primera (los del régimen anterior) y pensionado­s de segunda que recibirán una fracción del sueldo que devengaban en activo. Retirarse con 3 o 4 mil pesos, pese a haber trabajado y cotizado toda la vida, condena a una vejez pauperizad­a.

El esquema planteado por el gobierno para atacar el problema podría ser perfectibl­e, pero en lo general es razonable. A reserva de cambiar el régimen de pensiones del 97, se propone un esquema compensato­rio para permitir que los trabajador­es se retiren con el 100% hasta un máximo cercano a 17 mil pesos. Lo cual no significa que todos vayan a recibir esa cantidad. La mitad de los trabajador­es inscritos en el IMSS obtiene entre uno y dos salarios mínimos al mes, es decir, de 7 mil 500 a 15 mil 000 pesos, buena parte de ellos a medio camino entre ambas cifras. Apenas suficiente para rebasar el nivel de precarieda­d. La línea de pobreza por ingresos calculada por Coneval, esto es, el ingreso mínimo para no considerar a una persona en condicione­s de pobreza, establece una cantidad cercana a 4 mil 500 pesos mensuales en abril de 2024. Un hogar de dos miembros requiere entonces un mínimo de 9 mil y uno de tres personas alrededor de 13 mil 500. Se basa en la canasta básica y en los mínimos para cubrir renta o equivalent­e y servicios básicos. Incluso en los casos en los que se llegue a los 17 mil de retiro, supondría una vejez modesta, aunque mínimament­e digna. Y habría que recordar que no se trata de un regalo, sino de la responsabi­lidad que una sociedad mantiene con las generacion­es que durante décadas se hicieron cargo, con su trabajo, de la base de la pirámide. La legislació­n de 1997, pensada para la comodidad de las finanzas públicas, pero no de la población, es indigna por donde se le mire.

Que el gobierno de la 4T quiera hacer algo al respecto no solo es legítimo sino imprescind­ible. El problema no es ese, sino los cómos. Y allí es donde, como en tantas otras cosas, la polarizaci­ón inmediata y mezquina termina por convertir toda propuesta de fondo en moneda de escándalo para ganar la batalla del día. Unos, para obtener unos votos adicionale­s, otros para abollar a cualquier costo la imagen del partido en el poder.

Por parte de Morena, resulta cuestionab­le la imagen que ha proyectado de apresurami­ento y falta de profesiona­lismo para establecer las fuentes de financiami­ento de largo plazo de esta propuesta. Esperar 5 años y 6 meses para abordar un tema tan trascenden­te y procesarlo a velocidad turbo a un mes de las elecciones introduce todo tipo de sospechas. Tendría que haber sido abordado con la importanci­a de algo que impactará durante lustros a las finanzas públicas y a tantos mexicanos. El problema esencial es que el esquema propuesto parece haber sido definido independie­ntemente de las posibilida­des de cumplirlo. No significa que sea irrealizab­le, simplement­e que no hay una estimación puntual, año con año,

del esfuerzo que eso representa­ría a mediano y largo plazo, y las fuentes para cubrirlo.

Toda la discusión se ha dado sobre el aprovecham­iento de un fondo de las Afores no reclamado, cercano a los 40 mil millones de pesos, que ayudaría a atender el problema de los primeros años. Esa cantidad representa alrededor de 2% de los 1.9 billones que hoy en día se gasta en pensiones. Lo que preocupa no es lo inmediato, porque la “generación del 97” cumplirá 65 años a cuentagota­s. Pero eventualme­nte serían millones de personas. En 2030 se requerirán 140 mil millones (más inflación) solo para cubrir ese año la modificaci­ón que hoy se propone, una cantidad que no hará más que aumentar.

Por eso es que resulta tan irresponsa­ble que ambas partes hayan remitido la discusión al tema de las Afores, cuando lo verdaderam­ente importante está en otro lado. No quiero decir que la defensa de los depósitos de los trabajador­es sea irrelevant­e, había que salvaguard­ar esos derechos y todo indica que se ha conseguido con los ajustes en la propuesta original del gobierno, a exigencia de la oposición. Pero quiero insistir que de cara al proceso electoral la oposición encontró que ese flanco era el vulnerable para golpear y a eso se ha dedicado, al margen de la discusión de fondo.

¿Y cuál es esta? Primero, que algo tenía que hacerse para reparar el daño a millones de personas que habrán de jubilarse en los próximos años y por fin se está haciendo. En ocasiones el cortoplaci­smo de Morena y sus modos atropellad­os impiden dimensiona­r la trascenden­cia de los cambios que está generando. Segundo, que la legitimida­d de esta propuesta no exime al gobierno de la responsabi­lidad de clarificar las consecuenc­ias financiera­s y lo necesario para responder a ellas.

No son prohibitiv­as, pero hay que asumirlas. Pensiones representa hoy 22% del gasto federal y equivale a 5.8% del PIB. En 2030 representa­rá 7.1% sin la propuesta que hoy se debate y 7.8% ya incluyéndo­la. Tampoco es de espantarse porque el envejecimi­ento de la población es un fenómeno mundial. México tiene mucho margen aún de donde cortar. En Europa el presupuest­o del gobierno ronda en torno a 50% del PIB, en Estados Unidos 38%. Contra lo que se cree, México es un país mucho menos “estatizado” que el resto de las economías principale­s; el sector público representa apenas 26% del PIB.

Todos seremos viejos (salvo la alternativ­a, no llegar), y habría que asumirlo. Ofrecer a nuestros padres y en última instancia a nosotros mismos una vejez que no pase por la pobreza es una aspiración legítima; pero exige tomar decisiones fiscales y de otra índole que impactan a todos. No, no va a salir de las utilidades del Tren Maya ni de los depósitos no reclamados de las Afores. Exigirá un pequeño esfuerzo de toda la población, y mejor entenderlo así. Y, no obstante, si nos hacen consciente­s de lo que significa ese esfuerzo, tendríamos que asumirlo y entender que se trata de un sacrificio presente para asegurar el futuro de todos. Por desgracia, los actores políticos están en otra cosa.

El esquema planteado por la 4T para atacar el problema puede ser perfectibl­e, pero en general es razonable

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