MIRIAM RUIZ MENDOZA
Es necesario dirigir mensajes a la población migrante acerca de los riesgos de adquirir el VIH y el tratamiento del virus.
Directora de Abogacía y pruebas para América Latina de AHF
Este 2016 marca el aniversario 35 del primer caso registrado del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (Sida) y aunque celebramos que en México hay acceso gratuito a antirretrovirales, incluso para las poblaciones móviles, no podemos mirar a un lado cuando las migrantes, o las parejas de migrantes, adquieren VIH, el virus que sin tratamiento lleva al Sida. Y éstas son tres cosas que sabemos sobre el tema:
1. Hace 20 años conocíamos ya la problemática de las mujeres, la migración y el VIH
Los datos duros sobre la población migrante -y ni que decir si pedimos se desagreguen por género- se pierden entre las dificultades técnicas, un desinterés político y un cansancio por documentar lo que nos elude. No hay cifras actualizadas de cuántas mujeres adquirieron el virus en su tránsito por, al salir de o al quedarse en México.
Sin embargo, los hallazgos de finales de los años 90 por quienes dieron las primeras alertas, especialistas como Mario Bronfman o la actual directora del Censida, doctora Patricia Uribe, siguen vigentes hoy: las mujeres que se quedan en la comunidad mientras sus esposos migran, engrosarán la estadística conocida de que siete de cada diez mexicanas adquieren el virus de su pareja estable y las que salen, enfrentarán al VIH al tener prácticas de mayor riesgo.
2. Mayores conductas de riesgo, menos políticas educativas
Más de mil millones de personas se mudan en busca de una vida mejor, de acuerdo con los datos de ONUSIDA, los cambios en la cotidianeidad de estas personas, a final de cuentas, las ponen en mayor riesgo de adquirir el virus.
En nuestro país, las mexicanas que van hacia Estados Unidos y todas nuestras congéneres que transitan de la frontera sur al norte, enfrentan situaciones de violencia y explotación sexual por la mafia organizada. Pero también enfrentan condiciones bien ganadas de libertad para ejercer su sexualidad, un derecho que no lleva correspondencia con la protección a su salud mediante educación, empoderamiento y condones. En los estados de las rutas migrantes, las organizaciones civiles pueden dar cuenta de la precariedad en la entrega de condones y la virtual inexistencia de condones femeninos. Y desaparecieron las campañas de prevención.
Urgen mensajes dirigidos a poblaciones jóvenes, en especial migrantes. En una serie de grupos focales con jóvenes migrantes en Campeche y San Luis Potosí, elaborado por la organización para la que trabajo, AHF, encontramos que las y los jóvenes migrantes tenían todavía menos información, o mayor desinformación sobre los condones y el VIH.
Las mexicanas que van hacia Estados Unidos y todas nuestras congéneres que transitan de la frontera sur al norte, enfrentan situaciones de violencia y explotación sexual por la mafia organizada
3. Lo que mata no es el virus, sino la discriminación
Por impropio que suene, a 35 años del primer registro de un caso de Sida, morir por este síndrome es el último acto de discriminación. Son las mujeres que se mantienen en el lugar más bajo de nuestra compleja escala social quienes mueren por las consecuencias del Sida. Sí, son las migrantes, las trabajadoras sexuales, las jóvenes en explotación sexual y las mujeres transgénero. Y la combinación de todo ello: las mujeres trans migrantes en situación de explotación sexual.
La respuesta de las autoridades federales en materia de VIH no llega al ámbito local, por más que inviertan en organizaciones civiles que se dediquen al tema, puesto que las leyes, las normas y creencias de las funcionarias y funcionarios municipales y estatales de los tres poderes, del personal médico de primer nivel, y muy importante, de cada habitante en esas localidades, están llenas de odio, prejuicio y estigma.
Desde esta trinchera, reitero la convicción de que nunca sobrará otro taller, otro programa institucional que cambie la mentalidad y el comportamiento de quienes laboran en la administración pública para reconocer el prejuicio hacia otro ser humano. En el largo andar de la lucha de las mujeres sí hemos logrado cambios políticos. No hemos salvado todas las vidas, pero podríamos salvar más.