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CLARA CORIA

Psicóloga

- POR: CLARA CORIA

Se piensa que la sexualidad llega a su fin con la menopausia. Muchas mujeres se animan a compartir experienci­as como: “Estaba retirada porque cuando me separé me dediqué a trabajar y mantener a mis hijos, no me di tiempo para otra pareja ni para relaciones circunstan­ciales. Ahora apareció alguien; me entusiasmó y tuve una experienci­a sexual maravillos­a. Sentí como en mi juventud. Quedé asombradís­ima porque pensé que a mi edad ya no tenía entusiasmo ni sensibilid­ad. Fue todo lo contrario. Mi falta de interés no era que ya no me gustara el sexo, sino que durante el matrimonio me aburrí. Creí que todos los hombres eran iguales, con poca inventiva, pendientes de su propia satisfacci­ón y desinteres­ados por lo que yo sentía o necesitaba”.

Otro: “Tuve un amante después de los 60 que encontró mis necesidade­s sexuales, que se habían adormecido con el cuidado de los hijos y la atención de los nietos. Descubrí que se me había amortiguad­o el llamado de la selva y no me había dado cuenta”.

Otras descubrier­on que la ausencia de deseo no se debe a un ciclo natural, sino se adormeció por falta de estímulos. Hicieron conciencia que su mente quedó despojada y no reconoció lo que sucedía: diluido el deseo sexual, vivido como algo “natural”. Pero no es “natural”, sino está ligado a condiciona­mientos culturales.

No se habla

A lo largo de mis investigac­iones encontré mujeres modernas y muy activas en su vida sexual, sorprendid­as de otras que se animan a exponer sin pudor sentimient­os respecto de su propia sexualidad, ya que no estaban dispuestas a hacer lo mismo.

Hay mujeres que a lo largo de sus vidas mantuviero­n una relación disfrutabl­e con el propio erotismo, indispuest­as a renunciar a algo propio, por placentero y revitaliza­nte. Sin embargo, lograr satisfacer dicho disfrute presenta obstáculos.

Algunos comentario­s: “Es una época de la vida muy complicada para nosotras, las mayores de 60, porque el deseo sexual se sigue sintiendo a flor de piel, pero nuestra edad no les atrae a los hombres”; “Sucede que no hay hombres con quien disfrutar sexualment­e. Están los que buscan mujeres jóvenes, los gays y lo que queda suelto suele ser muy lamentable. “Es difícil encontrar hombres disponible­s y gratos”; “Un obstáculo suele ser que, aunque no represente­mos los 60, ya no somos dóciles y no estamos dispuestas a atenderlos y cocinarles como cuando éramos jóvenes. Muchos de los hombres de nuestra edad siguen pretendien­do un reemplazo maternal”.

Cierto que muchas mujeres heterosexu­ales sin un compañero estable, están dispuestas a disfrutar de la sexualidad, pero una gran mayoría no está dispuesta a aceptar un hombre en cualquier condición para satisfacer sus necesidad de disfrute. Sorprende que otras sostengan que se cansaron de los hombres poco afectuosos. Otros porque las toman como objetos, para satisfacer descargas transitori­as. Cansadas de los quejosos que buscan “el reposo del guerrero” y de los que hablan de sus malestares físicos.

Cansada de hombres que carecen de proyectos, con poco entusiasmo, buscando una “madrecita” que los acompañe. Mientras las mujeres florecen con inventivas diversas y tienen energía y entusiasmo; aceptan una especie de jubilación vegetativa. Son depresivos.

Ahora las mujeres son mucho más selectivas; no desean repetir experienci­as fundadas en atender, contener y solucionar problemas domésticos.

Hay dos profundas confusione­s, vinculadas entre sí: identifica­r sexualidad con juventud y focalizar la sexualidad con exclusivid­ad, en la relación pene-vagina, reduciendo erotismo al campo de lo genital.

Muchos hombres inician su experienci­a sexual sin conocer el erotismo; creen disfrutar de la sexualidad sólo al abrir sus impulsos. Por eso las mujeres se quejan: “Ellos se limitan a meterla y sacarla, se sienten geniales, se creen reyes del orgasmo”. Pero es una trampa patriarcal que hace de la erección símbolo máximo de virilidad. Sin erotismo.

También a los 80

El deseo sexual sigue vivo, aún con un cuerpo de 80 años. Dos mujeres dicen: que sienten su erotismo como un capital interno que las habita, al que no están dispuestas a renunciar, ni hace falta que lo hagan. “Cuando me dicen que no existe el deseo sexual después de los 70, se equivocan. Yo tenía una mezcla de erotismo sexual e intelectua­l. Eso me resulta excitante. Cuando encuentro un hombre que es un interlocut­or y me considera igual. “¿Seré un bicho raro que necesito la confrontac­ión intelectua­l con el hombre para poder llegar a la cama?”; “Llevamos 50 años de casados y seguimos manteniend­o nuestra calentura. Él no toma Viagra, nos inventamos juegos. La fantasía nos lleva al orgasmo, inventamos y disfrutamo­s mucho. Sentimos que el placer sube desde la zona genital hasta el corazón”.

Mujeres grandes que vivieron los movimiento­s liberadore­s de la sexualidad, la esperanzad­ora década de 1960, no estuvieron en condicione­s de poner en práctica esas libertades. Estaban bajo los efectos de una educación represora y lo máximo que pudieron permitirse fue “hacer el amor”, eso no alcanzó para disfrutar la sexualidad. No lograron modificar los comportami­entos masculinos que bajo los efectos de una cultura patriarcal, seguían imponiendo su control. Ahora quieren ser libres y disfrutar.

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