LA IGUALDAD DE GÉNERO ES UN RETO LIBERTARIO E INSOSLAYABLE
La perspectiva de género, como eje en la educación exige una convergencia similar a lo logrado con la aplicación de contenido de la educación sexual.
Las tendencias pensadas en el desarrollo de las sociedades como son los valores y las creencias religiosas, los patrones culturales, las tradiciones y la cosmovisión que guía la convivencia de los seres humanos en cada tiempo y lugar, son el campo de acción para quienes buscan cambios progresivos, por ello, el espacio de la educación es vital para emprender la construcción de nuevas ideas, nuevos patrones culturales y nuevas perspectivas en la vida individual y social.
Se plantea aquí el concepto de educación en su sentido amplio como el proceso pedagógico permanente en el que aprendemos y enseñamos mutuamente en la vida cotidiana mediante los pensamientos, las reflexiones, las acciones y las relaciones que establecemos con los demás.
Pero, también debe reconocerse el papel fundamental que tienen los espacios escolares del sistema educativo donde el diseño de los planes y programas de estudio, su estructura y funcionamiento determinan la formación para la vida y para el trabajo de las nuevas generaciones de acuerdo con la visión y la política establecidas por el Estado.
Si bien es cierto que los procesos sociales son impredecibles en alto grado, en cuanto al espacio de la educación formal alojada en el Sistema Educativo Nacional, es posible plantear una perspectiva de género de carácter transversal que opere a través del currículo a lo largo de la educación básica, media y superior y, especialmente, en el de la formación de profesores.
La perspectiva de género, como eje del currículo en la educación mexicana, exige una convergencia de voluntad política similar a la lograda para la implementación de contenidos y métodos para la educación sexual y la salud reproductiva ya señaladas. Sin embargo, se debe asumir que las resistencias frente al cambio de la perspectiva de género son más vastas y estructurales en tanto que tienen que ver con el funcionamiento de conjunto del sistema económico y político y los patrones de reproducción de las relaciones de poder en la sociedad patriarcal. En esta, prevalecen los intereses económicos y conservadores promovidos por el capital y el mercado, los medios de comunicación y las instituciones de formación moral como son la familia y las iglesias, entre otras.
Se ha de reconocer que no es el sexo en sí mismo el que establece la posición de mujeres y hombres en ámbitos y jerarquías separadas, sino la simbolización que las sociedades hacen de ello en función de intereses y relaciones de poder específicos. El género así tiene mucho más que ver con la sociedad y su historia que con la naturaleza en tanto tal.
En la educación se refuerza la asimetría y predominio de la visión y acción masculinas. En la educación formal — como mecanismo de asimilación del género— el relato histórico destaca el protagonismo de los hombres, invisibiliza a las mujeres y asigna un papel secundario a las tareas “feminizadas”; en el imaginario infantil se promueve el reconocimiento del carácter “natural” de los niños y hombres como fuertes, curiosos y arrojados y el de las niñas y mujeres en su propensión a la pasividad y fragilidad cuyo destino es ser madres, esposas, amas de casa y cuando contravienen esos roles, son consideradas en los relatos infantiles como malvadas brujas y madrastras.
La escuela envuelve el discurso de formación y reforzamiento de género con sus dispositivos legitimados socialmente de regulación y disciplina. Este discurso está presente explícita o implícitamente en el currículo formal y en las mediaciones de la práctica pedagógica de la educación básica, única a la que accede la mayoría de la población en México.
Cambiar el discurso curricular y pedagógico sobre el género implica cambiar de fondo la perspectiva de fines y valores de la educación formal. Asumir la escuela como un espacio de reflexión y acción individual y colectiva en la que coexisten una diversidad de géneros y culturas, en cuyo marco, las identidades se construyen y reconstruyen y todas son respetables.
Es posible y necesario acompañar a las y los estudiantes en el autodescubrimiento de sus cualidades personales y promover desde allí su carácter de sujeto de cambio, descubriendo al sujeto con poder que se encuentra en todos los actos pedagógicos.
Desde la idea señalada es posible acceder a un discurso curricular y pedagógico en el que los estereotipos sexuales y de género y el relato institucional y social pueden ser abordados desde una perspectiva analítica, crítica por estudiantes y docentes. Pero, ¿ pueden las instancias de poder, que presiden desde el Estado y la sociedad la visión dominante del género, permitir y favorecer el tránsito de la conciencia colectiva de las nuevas generaciones a un pensamiento y acción libre y con perspectiva de género?
La respuesta tiene que ver con el avance logrado hasta hoy. La historia contemporánea enseña que, recuperando las luchas históricas por el sufragio y la igualdad de género se ha logrado en pocas décadas superar viejos tabúes y prejuicios en un proceso desigual y dramático. La revolución de las telecomunicaciones y las redes sociales han permitido ver al planeta en su conjunto y han hecho visibles problemas torales que permanecían oscuros en diversos lugares y sectores. Es el caso de graves experiencias en la opresión de género.
Al tiempo que los fundamentalismos y los poderes conservadores asentados en fuertes intereses económicos se resisten a ceder sus privilegios y dominio a sangre y fuego en diversas partes del planeta haciendo del control político y cultural patriarcal uno de sus puntales. Las oleadas de insurgencia y reclamo de los movimientos feministas y de liberación han logrado avances normativos y políticos ya irreversibles hacia la superación de este problema central de la humanidad.
El espacio de la educación en general y del ámbito escolar, en particular, están llamados a transformarse con los frutos de la lucha social de nuestro tiempo para formar a las nuevas generaciones en la libertad y la igualdad de género.
La escuela envuelve el discurso de formación y reforzamiento de género con sus dispositivos legitimados socialmente de regulación y disciplina