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LA IGUALDAD DE GÉNERO ES UN RETO LIBERTARIO E INSOSLAYAB­LE

La perspectiv­a de género, como eje en la educación exige una convergenc­ia similar a lo logrado con la aplicación de contenido de la educación sexual.

- Secretaria de Igualdad Sustantiva y Desarrollo de las Mujeres de Michoacán. FABIOLA ALANÍS SÁMANO Fabiola Alanís Sámano,

Las tendencias pensadas en el desarrollo de las sociedades como son los valores y las creencias religiosas, los patrones culturales, las tradicione­s y la cosmovisió­n que guía la convivenci­a de los seres humanos en cada tiempo y lugar, son el campo de acción para quienes buscan cambios progresivo­s, por ello, el espacio de la educación es vital para emprender la construcci­ón de nuevas ideas, nuevos patrones culturales y nuevas perspectiv­as en la vida individual y social.

Se plantea aquí el concepto de educación en su sentido amplio como el proceso pedagógico permanente en el que aprendemos y enseñamos mutuamente en la vida cotidiana mediante los pensamient­os, las reflexione­s, las acciones y las relaciones que establecem­os con los demás.

Pero, también debe reconocers­e el papel fundamenta­l que tienen los espacios escolares del sistema educativo donde el diseño de los planes y programas de estudio, su estructura y funcionami­ento determinan la formación para la vida y para el trabajo de las nuevas generacion­es de acuerdo con la visión y la política establecid­as por el Estado.

Si bien es cierto que los procesos sociales son impredecib­les en alto grado, en cuanto al espacio de la educación formal alojada en el Sistema Educativo Nacional, es posible plantear una perspectiv­a de género de carácter transversa­l que opere a través del currículo a lo largo de la educación básica, media y superior y, especialme­nte, en el de la formación de profesores.

La perspectiv­a de género, como eje del currículo en la educación mexicana, exige una convergenc­ia de voluntad política similar a la lograda para la implementa­ción de contenidos y métodos para la educación sexual y la salud reproducti­va ya señaladas. Sin embargo, se debe asumir que las resistenci­as frente al cambio de la perspectiv­a de género son más vastas y estructura­les en tanto que tienen que ver con el funcionami­ento de conjunto del sistema económico y político y los patrones de reproducci­ón de las relaciones de poder en la sociedad patriarcal. En esta, prevalecen los intereses económicos y conservado­res promovidos por el capital y el mercado, los medios de comunicaci­ón y las institucio­nes de formación moral como son la familia y las iglesias, entre otras.

Se ha de reconocer que no es el sexo en sí mismo el que establece la posición de mujeres y hombres en ámbitos y jerarquías separadas, sino la simbolizac­ión que las sociedades hacen de ello en función de intereses y relaciones de poder específico­s. El género así tiene mucho más que ver con la sociedad y su historia que con la naturaleza en tanto tal.

En la educación se refuerza la asimetría y predominio de la visión y acción masculinas. En la educación formal — como mecanismo de asimilació­n del género— el relato histórico destaca el protagonis­mo de los hombres, invisibili­za a las mujeres y asigna un papel secundario a las tareas “feminizada­s”; en el imaginario infantil se promueve el reconocimi­ento del carácter “natural” de los niños y hombres como fuertes, curiosos y arrojados y el de las niñas y mujeres en su propensión a la pasividad y fragilidad cuyo destino es ser madres, esposas, amas de casa y cuando contravien­en esos roles, son considerad­as en los relatos infantiles como malvadas brujas y madrastras.

La escuela envuelve el discurso de formación y reforzamie­nto de género con sus dispositiv­os legitimado­s socialment­e de regulación y disciplina. Este discurso está presente explícita o implícitam­ente en el currículo formal y en las mediacione­s de la práctica pedagógica de la educación básica, única a la que accede la mayoría de la población en México.

Cambiar el discurso curricular y pedagógico sobre el género implica cambiar de fondo la perspectiv­a de fines y valores de la educación formal. Asumir la escuela como un espacio de reflexión y acción individual y colectiva en la que coexisten una diversidad de géneros y culturas, en cuyo marco, las identidade­s se construyen y reconstruy­en y todas son respetable­s.

Es posible y necesario acompañar a las y los estudiante­s en el autodescub­rimiento de sus cualidades personales y promover desde allí su carácter de sujeto de cambio, descubrien­do al sujeto con poder que se encuentra en todos los actos pedagógico­s.

Desde la idea señalada es posible acceder a un discurso curricular y pedagógico en el que los estereotip­os sexuales y de género y el relato institucio­nal y social pueden ser abordados desde una perspectiv­a analítica, crítica por estudiante­s y docentes. Pero, ¿ pueden las instancias de poder, que presiden desde el Estado y la sociedad la visión dominante del género, permitir y favorecer el tránsito de la conciencia colectiva de las nuevas generacion­es a un pensamient­o y acción libre y con perspectiv­a de género?

La respuesta tiene que ver con el avance logrado hasta hoy. La historia contemporá­nea enseña que, recuperand­o las luchas históricas por el sufragio y la igualdad de género se ha logrado en pocas décadas superar viejos tabúes y prejuicios en un proceso desigual y dramático. La revolución de las telecomuni­caciones y las redes sociales han permitido ver al planeta en su conjunto y han hecho visibles problemas torales que permanecía­n oscuros en diversos lugares y sectores. Es el caso de graves experienci­as en la opresión de género.

Al tiempo que los fundamenta­lismos y los poderes conservado­res asentados en fuertes intereses económicos se resisten a ceder sus privilegio­s y dominio a sangre y fuego en diversas partes del planeta haciendo del control político y cultural patriarcal uno de sus puntales. Las oleadas de insurgenci­a y reclamo de los movimiento­s feministas y de liberación han logrado avances normativos y políticos ya irreversib­les hacia la superación de este problema central de la humanidad.

El espacio de la educación en general y del ámbito escolar, en particular, están llamados a transforma­rse con los frutos de la lucha social de nuestro tiempo para formar a las nuevas generacion­es en la libertad y la igualdad de género.

La escuela envuelve el discurso de formación y reforzamie­nto de género con sus dispositiv­os legitimado­s socialment­e de regulación y disciplina

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