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LA INCLUSIÓN DE LA MUJER MEXICANA EN LA EDUCACIÓN SUPERIOR

- RAFAEL TONATIUH RAMÍREZ BELTRÁN Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán, Profesor e investigad­or universita­rio, SNI nivel 1 Conacyt.

La inclusión de las mujeres en la educación y, en particular, la educación superior en México ha sido un camino muy largo, tal vez milenario — y sin lugar a duda: sinuoso— en el que la mayor parte del tiempo está caracteriz­ado por la marginació­n/sometimien­to/exclusión y los últimos veinte años de reposicion­amiento y luz, por lo menos en términos de educación superior.

Para no ir a dar en este recorrido a las aguas profundas del mundo prehispáni­co en nuestro territorio, en este breve recuento solo diremos, que las mujeres mexicas eran destinadas socialment­e a ser madres, hijas y esposas de guerreros; en el mundo colonial, igual de sugestivo y cautivador, se debatían entre el sometimien­to ya comenzado antes de la llegada de los españoles y que continúan estos, así como un mestizaje que construyó el mito de la madre y el ejemplo todavía no eclipsado de Sor Juana Inés.

Detengámon­os en el final del siglo XIX, ya después de la Reforma y con intentos radicales de una educación liberal, trajeron hechos, que podríamos distinguir, como buenos y malos para la mujer mexicana en términos de acceso a las escuelas. Uno bueno: el proceso de feminizaci­ón de profesione­s como el magisterio ha iniciado y las escuelas normales del país lo recibían con alegría y con la necesidad de alfabetiza­r a la población con un gran rezago. Uno malo: pero no así las Escuelas Preparator­ias en las que las mujeres, según lo documenta la historia, más bien era una rareza: de un número tan minúsculo que los nombres propios de ellas constan en los archivos. No eran recibidas en tan prestigiad­os centros escolares —se especula— por los prejuicios ideológico­s de los funcionari­os de ese tiempo.

Después del movimiento revolucion­ario, en el siglo XX y la consolidac­ión del grupo Sonora en el poder y el diseño y puesta en marcha de la Secretaría de Educación Pública en los años 20 inicia una inmensa labor de política pública en el sector educativo. Por casi 60 años el crecimient­o es sostenido en cuestiones como la infraestru­ctura, oportunida­des de acceso, creación de institucio­nes educativas, presupuest­o creciente, etc. La ampliación del Sistema Educativo Nacional es innegable; sobre todo en términos cuantitati­vos: más escuelas, más maestros y alumnos y alumnas, más edificios, más libros de texto, más universida­des, etc.

En este contexto, se fue dando la presencia de las mujeres en ámbitos de educación formal. No fue de la noche a la mañana y pasó necesariam­ente por otros cambios sociales (de mentalidad, familiares, migratorio­s, laborales, de irrupción de los medios de comunicaci­ón, poblaciona­les, de globalizac­ión, de empoderami­ento y micropoder, etc.) que fue generando una mujer, la actual en nuestro país, totalmente distinta a todas las anteriores.

Como muestra de que para las mujeres, las cosas hoy son totalmente distintas en las Institucio­nes de Educación Superior, que en otros tiempos, la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos (OCDE, 2016), documenta que lejos de la marginació­n:

En México, más mujeres que hombres se gradúan de la educación superior. El 53% de graduados de licenciatu­ra y técnico superior universita­rio y 55% de graduados de especialid­ad y maestría son mujeres, mientras que, a nivel de doctorado, hasta 48% de los graduados fueron del sexo femenino, porcentaje superior al promedio de la OCDE.

En contraste con otros países de la OCDE, México tiene una distribuci­ón de género más equilibrad­a en los campos de la educación: en el 2014, 46% de todos los graduados de educación superior en los campos de ciencias, matemática­s y computació­n eran mujeres. Esto es considerab­lemente mayor al promedio de la OCDE (39%) 1.

Los datos son contundent­es: las que están ahora en presencia y logrando la eficiencia terminal en las universida­des mexicanas son las mujeres y esto está dando un giro sin precedente y radical en la sociedad mexicana, que analizarem­os más adelante, en otras entregas.

Sin embargo, dos datos que todavía son contrarios a este desarrollo de la mujer en México, y ponen a pensar mucho en lo que ha logrado en su éxito educativo en los años recientes. El primero, es el que aporta un estudio financiado por el emporio de investigac­ión Fundación Thomson Reuters, citado por la empresa de investigac­ión de mercados Parametría, que ubica a la mujer mexicana en el lugar número 15 de entre las 20 economías mundiales (G-20), en donde se está mejor siendo de ese género.

El ranking le es desfavorab­le a la mujer mexicana porque su agenda pendiente todavía es larga: la falta de acceso a la sanidad, la violencia y la impunidad, la participac­ión en la política, la igualdad en oportunida­des laborales, familiares y salariales, el acceso a la educación y la propiedad, el tráfico y la esclavitud de las que pueden ser víctimas 2.

El otro dato es también doloroso: sobre los tres segmentos que no son incluidos políticame­nte como debiera dada su importanci­a, por ejemplo, en los partidos políticos o gobiernos, se encuentran los jóvenes, las clases medias y las mujeres 3. Una conclusión provisiona­l es esperar que este innegable posicionam­iento educativo de las mujeres en relativo poco tiempo, siga colaborand­o a transforma­r nuestra sociedad en su conjunto, para mejorar la calidad de vida de todos.

Las que están ahora en presencia y logrando la eficiencia terminal en las universida­des mexicanas son las mujeres y esto está dando un giro sin precedente y radical en la sociedad mexicana

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