LA INCLUSIÓN DE LA MUJER MEXICANA EN LA EDUCACIÓN SUPERIOR
La inclusión de las mujeres en la educación y, en particular, la educación superior en México ha sido un camino muy largo, tal vez milenario — y sin lugar a duda: sinuoso— en el que la mayor parte del tiempo está caracterizado por la marginación/sometimiento/exclusión y los últimos veinte años de reposicionamiento y luz, por lo menos en términos de educación superior.
Para no ir a dar en este recorrido a las aguas profundas del mundo prehispánico en nuestro territorio, en este breve recuento solo diremos, que las mujeres mexicas eran destinadas socialmente a ser madres, hijas y esposas de guerreros; en el mundo colonial, igual de sugestivo y cautivador, se debatían entre el sometimiento ya comenzado antes de la llegada de los españoles y que continúan estos, así como un mestizaje que construyó el mito de la madre y el ejemplo todavía no eclipsado de Sor Juana Inés.
Detengámonos en el final del siglo XIX, ya después de la Reforma y con intentos radicales de una educación liberal, trajeron hechos, que podríamos distinguir, como buenos y malos para la mujer mexicana en términos de acceso a las escuelas. Uno bueno: el proceso de feminización de profesiones como el magisterio ha iniciado y las escuelas normales del país lo recibían con alegría y con la necesidad de alfabetizar a la población con un gran rezago. Uno malo: pero no así las Escuelas Preparatorias en las que las mujeres, según lo documenta la historia, más bien era una rareza: de un número tan minúsculo que los nombres propios de ellas constan en los archivos. No eran recibidas en tan prestigiados centros escolares —se especula— por los prejuicios ideológicos de los funcionarios de ese tiempo.
Después del movimiento revolucionario, en el siglo XX y la consolidación del grupo Sonora en el poder y el diseño y puesta en marcha de la Secretaría de Educación Pública en los años 20 inicia una inmensa labor de política pública en el sector educativo. Por casi 60 años el crecimiento es sostenido en cuestiones como la infraestructura, oportunidades de acceso, creación de instituciones educativas, presupuesto creciente, etc. La ampliación del Sistema Educativo Nacional es innegable; sobre todo en términos cuantitativos: más escuelas, más maestros y alumnos y alumnas, más edificios, más libros de texto, más universidades, etc.
En este contexto, se fue dando la presencia de las mujeres en ámbitos de educación formal. No fue de la noche a la mañana y pasó necesariamente por otros cambios sociales (de mentalidad, familiares, migratorios, laborales, de irrupción de los medios de comunicación, poblacionales, de globalización, de empoderamiento y micropoder, etc.) que fue generando una mujer, la actual en nuestro país, totalmente distinta a todas las anteriores.
Como muestra de que para las mujeres, las cosas hoy son totalmente distintas en las Instituciones de Educación Superior, que en otros tiempos, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE, 2016), documenta que lejos de la marginación:
En México, más mujeres que hombres se gradúan de la educación superior. El 53% de graduados de licenciatura y técnico superior universitario y 55% de graduados de especialidad y maestría son mujeres, mientras que, a nivel de doctorado, hasta 48% de los graduados fueron del sexo femenino, porcentaje superior al promedio de la OCDE.
En contraste con otros países de la OCDE, México tiene una distribución de género más equilibrada en los campos de la educación: en el 2014, 46% de todos los graduados de educación superior en los campos de ciencias, matemáticas y computación eran mujeres. Esto es considerablemente mayor al promedio de la OCDE (39%) 1.
Los datos son contundentes: las que están ahora en presencia y logrando la eficiencia terminal en las universidades mexicanas son las mujeres y esto está dando un giro sin precedente y radical en la sociedad mexicana, que analizaremos más adelante, en otras entregas.
Sin embargo, dos datos que todavía son contrarios a este desarrollo de la mujer en México, y ponen a pensar mucho en lo que ha logrado en su éxito educativo en los años recientes. El primero, es el que aporta un estudio financiado por el emporio de investigación Fundación Thomson Reuters, citado por la empresa de investigación de mercados Parametría, que ubica a la mujer mexicana en el lugar número 15 de entre las 20 economías mundiales (G-20), en donde se está mejor siendo de ese género.
El ranking le es desfavorable a la mujer mexicana porque su agenda pendiente todavía es larga: la falta de acceso a la sanidad, la violencia y la impunidad, la participación en la política, la igualdad en oportunidades laborales, familiares y salariales, el acceso a la educación y la propiedad, el tráfico y la esclavitud de las que pueden ser víctimas 2.
El otro dato es también doloroso: sobre los tres segmentos que no son incluidos políticamente como debiera dada su importancia, por ejemplo, en los partidos políticos o gobiernos, se encuentran los jóvenes, las clases medias y las mujeres 3. Una conclusión provisional es esperar que este innegable posicionamiento educativo de las mujeres en relativo poco tiempo, siga colaborando a transformar nuestra sociedad en su conjunto, para mejorar la calidad de vida de todos.
Las que están ahora en presencia y logrando la eficiencia terminal en las universidades mexicanas son las mujeres y esto está dando un giro sin precedente y radical en la sociedad mexicana