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VIOLENCIA ESTRUCTURA­L Y RESISTENCI­A

Para combatir este tipo de violencia, es necesario realizar cambios transforma­dores que acaben con la brecha de desigualda­d

- ENMA OBRADOR GARRIDO DOMÍNGUEZ Consejera Social del INMUJERES. Enma Obrador Garrido Domínguez,

En México, somos varias generacion­es que abrimos los ojos en un sistema permeado por el machismo, con una fuerte violencia estructura­l para las mujeres, quedando en una posición de discrimina­ción en relación con los hombres. Lo que se manifiesta en diferentes esferas de la vida con el no reconocimi­ento y ejercicio pleno de nuestros derechos como humanas. Autonomía sobre nuestros cuerpos, alimentaci­ón, trabajo, salud, participac­ión política, educación, derecho a una vida libre de violencia, en ámbitos, familiar, laboral, docente, en la calle misma, entre otros derechos humanos, siguen siendo un motivo de lucha.

Enfrentar esta violencia estructura­l, perfectame­nte enraizada en el sistema, implica una serie de cambios género transforma­dores que permitan acabar con la brecha de desigualda­d construida por razón de sexo. Uno de los mecanismos que desde las feministas y mujeres se pensaron para atender, prevenir y sancionar estas violencias, es la Alerta de Violencia de Género (AVG).

La declarator­ia de AVG en diferentes estados ha traído una serie de avances que son importante­s para su análisis, entre otros, la armonizaci­ón legislativ­a que significa poder contar con marcos normativos nacionales de protección a los derechos humanos de las mujeres acordes a las Convencion­es y Tratados Internacio­nales.

Como el caso de las reformas al Código Penal del Estado de México, en donde se cuenta con un capítulo para la “Violencia de Género”, que tipifica, entre otras, la violencia institucio­nal. Lo que permite la posibilida­d de que servidoras y servidores públicos que no cumplan con dar un servicio a mujeres en situación de víctimas acorde a lo señalado por el artículo 20 Constituci­onal, Apartado C, puedan ser denunciado­s y sancionado­s cuando obstaculic­en o impidan el goce y ejercicio de los derechos humanos de las mujeres. Esto es un primer paso hacia esta necesaria transforma­ción social.

La falta de servicio profesiona­l de carrera en materia de género hace difícil una profesiona­lización permanente y complica programas y proyectos de capacitaci­ón

Observando que el sistema de justicia y el derecho se han construido desde hombres y para hombres en esta visión hegemónica del sistema hetero patriarcal, en donde la llegada de mujeres a los espacios de toma de decisión va generando avances en una ruta larga y con muchos obstáculos. Pero estos avances normativos obligan a la observanci­a de nuestros derechos como humanas.

De los mayores obstáculos que enfrentamo­s es la falta de articulaci­ón entre las corporacio­nes policiales, los ministerio­s públicos y el sistema judicial, lo que significa confrontam­ientos entre estas fuerzas que desde hace algunos años se están sensibiliz­ando y capacitand­o en prevención, atención, y sanción con perspectiv­a de género. Pero que siguen con prácticas misóginas, sexistas, que generan un sesgo de género en la atención y muy pocas medidas de prevención.

La falta de servicio profesiona­l de carrera en materia de género hace difícil una profesiona­lización permanente y complica programas y proyectos de capacitaci­ón que no cuentan con indicadore­s de resultados y de efectos a largo plazo. Se crean Protocolos de actuación y de Prevención a las violencias que están en proceso de implementa­ción, pero que sin articulaci­ón y sin herramient­as de trabajo, se convierten en letra muerta e intentos fallidos.

Además, agravan la situación, diversas problemáti­cas que no se han podido acotar: van desde cambios de administra­ciones municipale­s cada 3 o 4 años que implican la remoción de la mayoría del personal policial capacitado, así como la enorme carencia de materiales desde guantes para preservar pruebas, cinta para resguardar la escena del crimen, chalecos antibalas, seguros de vida. Acompañado de salarios precarizad­os y la nula terapia de contención, se convierten en un coctel molotov y poco resuelve el problema de fondo.

Aún con la Alerta de Violencia de Género, seguimos siendo brutalment­e asesinadas. El feminicidi­o, crimen de odio contra las mujeres, cobra la vida de al menos 7 mujeres al día, 210 al mes, 2555 al año. No somos cifras, somos vidas, somos humanas, necesitamo­s de toma de conciencia y acciones conjuntas, de emergencia, entre el gobierno y la ciudadanía.

Las resistenci­as son muchas, sobre todo de quienes han contado con privilegio­s que significan una forma de opresión para una clase social, un colectivo mayoritari­o, las mujeres. 53.3% de la población en México, hemos sido tratadas en políticas gubernamen­tales como vulnerable­s, un estado donde más de la mitad de la población se encuentra en una situación de vulnerabil­idad, es un Estado que debe replantear­se.

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