LA ELIMINACIÓN DE LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES, UNA META LEJANA
La violencia contra las mujeres es la máxima expresión de la discriminación y la desigualdad que vive este grupo de la población. Las causas más profundas tienen que ver con el desprecio hacia ellas, naturalizado en el inconsciente colectivo por tantos siglos.
¿A partir de qué momento se origina la desvalorización y desprecio a todo lo que representa la construcción de la subjetividad de la mujer? Varias antropólogas feministas, entre ellas Estela Serret, explican que en la definición del sexo biológico está el meollo del asunto: las asignaciones de estereotipos y roles de género pueden variar de una sociedad a otra y es una construcción cultural, pero lo que no cambia en el mundo es la definición de una sexualidad dicotómica, donde se devalúan los órganos sexuales de las mujeres y, desde el momento del nacimiento, se empieza a definir a las personas a través de un estatus de género que nos pone en el peor lugar.
Lo anterior quizás nos sirva para comprender por qué, a pesar de tantos esfuerzos, la eliminación de la violencia contra las mujeres se nos resiste tanto. Si no profundizamos en lo que sostiene este flagelo como tal, en lo que representa para la mayoría de las sociedades una persona que cuando nace tiene órganos sexuales “femeninos”, vamos a seguir batallando por muchos años, intentando resolver lo inmediato —la atención a las mujeres en situación de violencia de género— sin resolver lo más importante: sin transformar los estereotipos de género, las creencias que se refuerzan en los diversos espacios sociales, nos desvalorizan como personas y nos ponen al margen, limitando nuestro desarrollo integral en la sociedad.
Con la afirmación anterior no le quiero restar importancia a los mecanismos de atención de la violencia contra las mujeres, pasará mucho tiempo para que se pueda prescindir de estos: en la actualidad, las estadísticas de las mujeres que viven violencia de género, en diferentes modalidades y tipos, es alarmante. Sabemos por ejemplo, que en México son asesinadas cada día siete mujeres, y este dato no es una estadística aislada, nos da información de la violencia feminicida, la más extrema que viven las mujeres, la que termina con sus vidas.
Aunque se tenga que seguir trabajando —y mejorando de manera sustantiva— las estrategias y acciones de atención de la violencia contra las mujeres, se hace necesario impulsar acciones de prevención que estén orientadas a cuestionar todas las actitudes misóginas que nos devalúan, aquellas que hacen parte de la violencia invisible y sostienen todo el entramado de la cultura machista. Hay que implementar de manera masiva estrategias de corto, mediano y largo plazo que sean efectivas: para informar, cuestionar los comportamientos machistas, promover el respeto de los derechos humanos de las mujeres, entre otras; una serie de acciones que, en suma, coadyuvarían a transformar la ideología patriarcal; nos tenemos que meter hasta el fondo del asunto para cuestionarlo todo, para asumir con una mirada crítica y propositiva la transformación que requieren nuestras sociedades, con una perspectiva de género que lo atraviese todo para poder generar —desde los cimientos—verdaderos cambios.
Empezar a generar una cultura de derechos humanos en la cual las mujeres también estemos en el centro de la sociedad, no en el margen; que ocupemos de manera natural (sin resistencias) todos los espacios y podamos ejercer por fin, nuestros derechos. Llegar hasta el fondo del asunto para transformar el sistema de valores ciudadanos, para que las mujeres también seamos protagonistas de nuestras vidas y, consideradas como sujetas de derechos, podamos disfrutar realmente de nuestra autonomía.
No sobra decirlo, México tiene un marco jurídico amplio —aunque necesita ajustes— que reivindica los derechos humanos de las mujeres, pero hemos tenido muchos retrocesos que implican la pérdida de derechos y, por ende, de libertades. Hace poco se legisló en el Congreso de la Unión sobre la objeción de conciencia para la interrupción legal del embarazo. Lo que acaba de suceder es una grave violación a nuestros derechos humanos. Dichos retrocesos son expresiones de violencia. Hay muchas cuentas pendientes: la erradicación de la violencia contra las mujeres es una luz al final del camino, todavía faltan muchos obstáculos por salvar, luchas que enfrentar. Para ello necesitamos un compromiso muy serio tanto de las autoridades que nos representan como de la ciudadanía en general. Rita Segato afirma en uno de sus artículos que “el machismo mata”; sí, nos excluye a las mujeres de los procesos de desarrollo de muchas maneras, hasta acabar con nuestras vidas.
Hay muchas cuentas pendientes: la erradicación de la violencia contra las mujeres es una luz al final del camino; todavía faltan muchos obstáculos por salvar, luchas que enfrentar