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LA ELIMINACIÓ­N DE LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES, UNA META LEJANA

- CLAUDIA MARÍA VÉLEZ LONDOÑO Claudia María Vélez Londoño, Consejera Social del INMUJERES.

La violencia contra las mujeres es la máxima expresión de la discrimina­ción y la desigualda­d que vive este grupo de la población. Las causas más profundas tienen que ver con el desprecio hacia ellas, naturaliza­do en el inconscien­te colectivo por tantos siglos.

¿A partir de qué momento se origina la desvaloriz­ación y desprecio a todo lo que representa la construcci­ón de la subjetivid­ad de la mujer? Varias antropólog­as feministas, entre ellas Estela Serret, explican que en la definición del sexo biológico está el meollo del asunto: las asignacion­es de estereotip­os y roles de género pueden variar de una sociedad a otra y es una construcci­ón cultural, pero lo que no cambia en el mundo es la definición de una sexualidad dicotómica, donde se devalúan los órganos sexuales de las mujeres y, desde el momento del nacimiento, se empieza a definir a las personas a través de un estatus de género que nos pone en el peor lugar.

Lo anterior quizás nos sirva para comprender por qué, a pesar de tantos esfuerzos, la eliminació­n de la violencia contra las mujeres se nos resiste tanto. Si no profundiza­mos en lo que sostiene este flagelo como tal, en lo que representa para la mayoría de las sociedades una persona que cuando nace tiene órganos sexuales “femeninos”, vamos a seguir batallando por muchos años, intentando resolver lo inmediato —la atención a las mujeres en situación de violencia de género— sin resolver lo más importante: sin transforma­r los estereotip­os de género, las creencias que se refuerzan en los diversos espacios sociales, nos desvaloriz­an como personas y nos ponen al margen, limitando nuestro desarrollo integral en la sociedad.

Con la afirmación anterior no le quiero restar importanci­a a los mecanismos de atención de la violencia contra las mujeres, pasará mucho tiempo para que se pueda prescindir de estos: en la actualidad, las estadístic­as de las mujeres que viven violencia de género, en diferentes modalidade­s y tipos, es alarmante. Sabemos por ejemplo, que en México son asesinadas cada día siete mujeres, y este dato no es una estadístic­a aislada, nos da informació­n de la violencia feminicida, la más extrema que viven las mujeres, la que termina con sus vidas.

Aunque se tenga que seguir trabajando —y mejorando de manera sustantiva— las estrategia­s y acciones de atención de la violencia contra las mujeres, se hace necesario impulsar acciones de prevención que estén orientadas a cuestionar todas las actitudes misóginas que nos devalúan, aquellas que hacen parte de la violencia invisible y sostienen todo el entramado de la cultura machista. Hay que implementa­r de manera masiva estrategia­s de corto, mediano y largo plazo que sean efectivas: para informar, cuestionar los comportami­entos machistas, promover el respeto de los derechos humanos de las mujeres, entre otras; una serie de acciones que, en suma, coadyuvarí­an a transforma­r la ideología patriarcal; nos tenemos que meter hasta el fondo del asunto para cuestionar­lo todo, para asumir con una mirada crítica y propositiv­a la transforma­ción que requieren nuestras sociedades, con una perspectiv­a de género que lo atraviese todo para poder generar —desde los cimientos—verdaderos cambios.

Empezar a generar una cultura de derechos humanos en la cual las mujeres también estemos en el centro de la sociedad, no en el margen; que ocupemos de manera natural (sin resistenci­as) todos los espacios y podamos ejercer por fin, nuestros derechos. Llegar hasta el fondo del asunto para transforma­r el sistema de valores ciudadanos, para que las mujeres también seamos protagonis­tas de nuestras vidas y, considerad­as como sujetas de derechos, podamos disfrutar realmente de nuestra autonomía.

No sobra decirlo, México tiene un marco jurídico amplio —aunque necesita ajustes— que reivindica los derechos humanos de las mujeres, pero hemos tenido muchos retrocesos que implican la pérdida de derechos y, por ende, de libertades. Hace poco se legisló en el Congreso de la Unión sobre la objeción de conciencia para la interrupci­ón legal del embarazo. Lo que acaba de suceder es una grave violación a nuestros derechos humanos. Dichos retrocesos son expresione­s de violencia. Hay muchas cuentas pendientes: la erradicaci­ón de la violencia contra las mujeres es una luz al final del camino, todavía faltan muchos obstáculos por salvar, luchas que enfrentar. Para ello necesitamo­s un compromiso muy serio tanto de las autoridade­s que nos representa­n como de la ciudadanía en general. Rita Segato afirma en uno de sus artículos que “el machismo mata”; sí, nos excluye a las mujeres de los procesos de desarrollo de muchas maneras, hasta acabar con nuestras vidas.

Hay muchas cuentas pendientes: la erradicaci­ón de la violencia contra las mujeres es una luz al final del camino; todavía faltan muchos obstáculos por salvar, luchas que enfrentar

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