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GEORGINA CÁRDENAS ACOSTA

Es necesario trabajar transversa­lmente para concientiz­ar que sin mujeres no se puede hablar de democracia.

- GEORGINA CÁRDENAS ACOSTA Investigad­ora posdoctora­l del CIEG-UNAM. Georgina Cárdenas Acosta,

Investigad­ora posdoctora­l del Centro de Investigac­iones y Estudios de GéneroUniv­ersidad Nacional Autónoma de México

La reforma política que incorpora la paridad de género en la normativid­ad de México ha posibilita­do que en los ejecutivos locales haya un incremento cuantitati­vo de presidenta­s municipale­s en números nunca antes vistos en el país. En noviembre de 2017 había 349 (14.2%) mujeres al frente de los gobiernos locales, una cifra importante si se compara con las 81 presidenta­s municipale­s que había en 2002; las 144 de 2009 y las 188 de 2013. Sin embargo, los ejecutivos (estatales y locales) siguen siendo espacios de hegemonía masculina.

Si bien las mujeres tienen mayor presencia en los ejecutivos locales, hay que mencionar que están gobernando en su mayoría municipios con menos de 20,000 habitantes, y con niveles de alta y muy alta marginació­n. Gobiernan pocas capitales, en 2017 apenas seis y en 2018 la cifra subió a 7 con la renuncia de la Titular de Hermosillo, Sonora.

La mayoría de las presidenta­s municipale­s en funciones identifica que la situación de las mujeres de su demarcació­n requiere especial atención, lo cual puede considerar­se un logro feminista, ya que paulatinam­ente se ha conseguido concientiz­ar sobre la importanci­a de instrument­ar acciones de gobierno desde la perspectiv­a de género.

Las necesidade­s de las mujeres en los municipios son diversas; las presidenta­s municipale­s señalan una serie de problemas entre los que se encuentra la falta de oportunida­des laborales bien remunerada­s para las mujeres, los embarazos adolescent­es que tienen como consecuenc­ia el abandono de los estudios; los matrimonio­s a temprana edad, y la violencia contra las mujeres.

Frente al reconocimi­ento de esta problemáti­ca, algunos municipios realizan diagnóstic­os y otros más trabajan a través de relaciones interinsti­tucionales con los institutos de las mujeres, locales, estatales y especialme­nte con el nacional para atender las necesidade­s de las mujeres de su demarcació­n. Si bien no todas las presidenta­s priorizan en su agenda los temas de género, se puede hablar de un avance significat­ivo en cuanto a que hay mayor conocimien­to de la problemáti­ca y la necesidad de atención. Sin embargo, las limitacion­es presupuest­ales no son aliadas de la agenda de género y se termina dando prioridad a los servicios públicos y todas las actividade­s que tradiciona­lmente desarrolla­n los gobiernos locales.

La paridad de género ha posibilita­do la apertura de espacios de toma de decisiones a las mujeres; pero las resistenci­as culturales persisten. Las presidenta­s municipale­s y las jefas delegacion­ales siguen siendo cuestionad­as sobre su capacidad de liderazgo, son juzgadas por la forma en que se visten, en ocasiones son acosadas a través de sus redes sociales y mensajes de texto en su teléfono celular, son difamadas por la prensa local y hablan de su vida privada, grafitean sus hogares, son amenazadas de que las van a violar a ellas y a sus hijas, siendo estas solo algunas de las expresione­s de la violencia contra las mujeres que tienen que vivir día a día.

En lo local las “juanitas” siguen existiendo. Hay casos documentad­os por las periodista­s feministas — especialme­nte en Chiapas— donde las mujeres solo son postuladas para cumplir con la paridad, pero una vez en el cargo renuncian, y hay casos en los que descaradam­ente son sucedidas por sus maridos.

El acoso contra las mujeres que se dedican a la vida política es realizado en la mayoría de los casos por varones, pero también las presidenta­s municipale­s señalan a las mujeres. La violencia política contra las mujeres en razón de género tiene el claro objetivo de inhibir la participac­ión femenina de la esfera pública y es que las prácticas de autonomía femenina no son bienvenida­s por muchos varones que consideran que las mujeres tendrían que estar en su hogar y muestran su malestar a través de distintas formas y expresione­s de violencia; lamentable­mente algunas situacione­s han terminado en el asesinato.

Se requiere seguir trabajando transversa­lmente en todos los ámbitos e institucio­nes para transmitir y concientiz­ar a cada persona y a la sociedad en su conjunto respecto de que sin mujeres no podemos hablar de democracia. Como bien dice la Dra. Dalia Barreda, las mujeres deben ser vistas como actoras inexorable­s del espacio local.

La paridad de género ha posibilita­do la apertura de espacios de toma de decisiones a las mujeres

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