NIÑAS REBELDES PARA ROMPER ESTEREOTIPOS
Debemos hacer a un lado los roles de género tradicionales sexistas, mediante la ayuda de los medios de comunicación.
Soy Carlota, la última princesa rosa. Desde que nací, siempre había vestido de rosa, mi armario estaba lleno de ropa rosa, las sábanas y la almohada de mi cama eran rosas… Todo a mi alrededor era del mismo color y yo me preguntaba si había algo más aburrido que ser una princesa rosa. Todas las princesas que conocía eran cursis y se pasaban el día besando sapos para ver si alguno se convertía en príncipe azul. Pero yo era diferente. Quería surcar los mares, viajar, rescatar príncipes, ser astrónoma o cocinera…”
Como nunca tenemos la certeza de romper con los roles de género desde la infancia, Raquel Díaz Requena escribió este cuento para que las niñas deseen y sueñen ser, no lo que les hacen creer que deben ser. Pese a esfuerzos como esta historia, los mensajes que circulan reproducen estereotipos sexistas. Muchas investigaciones lo confirman: un estudio sobre publicidad ( 1979) advirtió: “Los formatos de los anuncios son diferentes para niños y para niñas. El formato de comerciales muestra a las niñas más suaves, más débiles y más pasivas con una música de fondo más suave, cambios de imágenes más lentas e imágenes más decoloradas y difusas”.
En 1990, Marion Young llamó “ineptitud” femenina en los deportes a la idea difundida de que a las niñas no se les estimula tanto como a ellos para desarrollar habilidades corporales específicas. Los juegos de niñas se muestran como más sedentarios y encerrados que los juegos de niños. Siempre circulan mensajes que logran persuadir a los públicos infantiles femeninos.
“La niñita adquiere muchos hábitos sutiles de comportamiento corporal femenino, aprende activamente a entorpecer sus movimientos. Se le dice que debe ser cuidadosa para no lastimarse, no ensuciarse, no desgarrarse la ropa; se le dice que las cosas que desea hacer son peligrosas para ella... Cuanto más asume una niña su estatus como femenino, más se toma a sí misma como alguien frágil e inmóvil, y pone en acción activamente su propia inhibición corporal”.
En 2014, analizando los contenidos de las telenovelas vistas por niños y niñas, una especialista advirtió: “Lo que pasa con las telenovelas es que muestran una realidad distorsionada, pero los niños no lo perciben así y esto puede implicar que, desde muy pequeñas, las niñas por ejemplo, empiecen a tener aspiraciones como casarse con un hombre rico para salir de pobre de una manera mágica, literalmente. En tanto, un niño que ve telenovelas también está expuesto a estímulos eróticos que no alcanza a entender y que distorsionan el entendimiento de la sexualidad”.
En 2015, Isabel García Monge propuso cómo detectar el sexismo en el cine infantil. La técnica propuesta fue el “Test Bechdel” prueba con tres categorías: 1) que en la película salgan dos o más personajes femeninos con nombre; 2) que exista conversación entre ellas; y 3) que su conversación no esté relacionada con un personaje masculino. Los resultados fueron:
“…únicamente 20% del grupo de películas analizadas tiene como personaje principal a una mujer o niña. El resto, 80%, tienen protagonista masculino. Ninguna de las carteleras de estos filmes presenta únicamente el retrato de una mujer, 60% de ellas enmarca la figura masculina protagonista y 40% restante tiene cartelera mixta, es decir, ofrecen la imagen de personajes masculinos y femeninos. Y, por último, es importante remarcar que solamente 20% aprueba el Test de Bechdel…”
Desde hace años, estudios de la comunicación aseguran que los medios no se han transformado significativamente, por lo que continúan reproduciendo roles de género en el público infantil. La desigualdad entre hombres y mujeres se difunde como algo “normal”. García Monge señala “… el ámbito cinematográfico, al igual que los medios de comunicación, aún no se ha sumado al proceso de cambio, cuyo fin es lograr una sociedad equitativa. Pues si hay algún factor vital que pueda promover ese cambio, son ellos, los medios”.
Los esfuerzos van ganando espacios, pero no al ritmo deseado por quienes proponemos, desde la más tierna infancia, que niñas y niños no crean ya jamás que su género es una limitación.
Los esfuerzos van ganando espacios, pero no al ritmo deseado por quienes proponemos, desde la más tierna infancia, que niñas y niños no crean ya jamás que su género es una limitación