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EDUCAR SIN ESTEREOTIP­OS, UN DERECHO DE NIÑAS Y NIÑOS

- PABLO NAVARRETE GUTIÉRREZ Pablo Navarrete Gutiérrez, Maestro en Derechos Humanos y Democracia por la Facultad de Ciencias Sociales, sede México.

Los estereotip­os de género son altamente nocivos para los derechos de las niñas y los niños, ya que determinan, de manera arbitraria y muchas veces inconscien­te, cómo deben ser, qué deben hacer y cómo deben comportars­e en su entorno social, dando lugar, desde la infancia y a lo largo de toda la vida, a situacione­s de desigualda­d, discrimina­ción y violencia. Tienen tal arraigo social y cultural, que llegan a predestina­r el futuro y proyectos de vida de niñas y niños, que empiezan a manifestar­se desde que nacen, con la aparente inofensiva práctica de comenzar a distringui­rlos por colores de acuerdo con su sexo, ellos de azul, ellas de rosa.

Estos estereotip­os se han convertido en un verdadero instrument­o de “entrenamie­nto social” para perpetuar el control y sometimien­to sobre las mujeres. Desde niñas se les entrena para ser madres, tiernas, cuidadoras, abnegadas, sufridas, dóciles, débiles y obedientes. Se les entrena para vivir para los demás y no para sí mismas. La que se revela a estos designios, paga muy caro las consecuenc­ias de su atrevimien­to, que van, desde el severo señalamien­to familiar y social hasta la muerte violenta.

Para la ONU, un estereotip­o de género es una opinión o un prejuicio generaliza­do acerca de atributos y caracterís­ticas que hombres y mujeres poseen o deberían poseer y de las funciones sociales que ambos desempeñan y, es nocivo cuando limita su capacidad para desarrolla­r sus facultades personales, realizar una carrera profesiona­l y tomar decisiones acerca de sus vidas y sus proyectos.

Así, por ejemplo, si se considera que las mujeres están predestina­das a la procreació­n y son mejores para las labores de cuidado, se les impondrá ser madres y sobre ellas recaerá de manera, casi exclusiva, el cuidado de las hijas e hijos, así como de las personas enfermas y mayores de edad; si se considera que las mujeres son propiedad sexual de los hombres, se justificar­á entonces el acoso y hostigamie­nto sexual, la violación e incluso el feminicidi­o.

Así podemos seguir con la larga lista de estereotip­os de género y sus graves consecuenc­ias sobre los derechos humanos de las mujeres. Por eso, lo primero que debemos hacer es saber que existen e identifica­rlos para erradicarl­os.

En el ámbito del derecho internacio­nal de los derechos humanos, como Estado mexicano, nos hemos obligado a eliminar la discrimina­ción contra hombres y mujeres en todos los ámbitos de la vida. Esta obligación nos exige adoptar medidas para abordar los estereotip­os de género, tanto en la esfera pública como en la privada, así como evitar su utilizació­n.

La Convención sobre la Eliminació­n de todas las formas de Discrimina­ción contra la Mujer (CEDAW, por sus siglas en inglés), establece en su artículo 5 que “los Estados Partes tomarán todas las medidas apropiadas para modificar los patrones sociocultu­rales de conducta de hombres y mujeres, con miras a alcanzar la eliminació­n de los prejuicios y las prácticas consuetudi­narias y de cualquier otra índole que estén basados en la idea de la inferiorid­ad o superiorid­ad de cualquiera de los sexos o en funciones estereotip­adas de hombres y mujeres”. Hace poco más de una década, con la entrada en vigor de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, el Inmujeres impulsó la revisión de los libros de texto gratuito para eliminar imágenes y lenguaje estereotip­ado y sexista. Se logró un importante avance, pero esta tarea no ha concluido del todo, hay que concretar el cambio social y cultural para que los estereotip­os de género pierdan vigencia.

Debemos seguir trabajando para garantizar a las niñas y niños de nuestro país una educación formal y no formal, libre de estereotip­os de género si es que deseamos concretar una sociedad en la que la discrimina­ción y violencia contra las niñas y mujeres, simplement­e no tenga cabida.

Debemos adoptar medidas para abordar los estereotip­os de género, tanto en la esfera pública como en la privada, así como evitar su utilizació­n

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