DERRIBANDO ESTEREOTIPOS
Hay que mantener la igualdad de oportunidades y responsabilidades ante cualquier situación conforme a la edad de las niñas y los niños.
En algún momento de nuestras vidas hemos escuchado algunos comentarios o frases como “¡No llores, eso es de niñas!”. “¡Las muñecas son para las niñas, los niños deben de jugar con carros!”. “Camila, ¡sírvele de comer a tu hermano!”. Sin embargo, podemos llegar a pensar que estas cosas ya no suceden o que son del siglo pasado, lo cierto es que la forma de hablar, de comportarse y de cómo educamos mujeres, hombres, a niños y niñas desde un contexto familiar, social, escolar, lúdico o, incluso, mediático influye en la formación de estereotipos que intervienen en el desarrollo y educación de las niñas y los niños.
A lo largo de nuestra historia se han transmitido ideas y creencias sobre niñas y niños, hombres y mujeres, que los colocan en posiciones distintas de desigualdad, y, en muchas ocasiones, se normalizan estas conductas, desde una actividad cotidiana, pensando que las niñas deben de aprender a realizar ciertas tareas domésticas, dedicarse a ciertos juegos solo con niñas y no con niños “porque son los fuertes y los rudos”, aun cuando encontramos diferentes opiniones en las y los infantes que validen o no dichas creencias.
Lo cierto es que en algún momento pueden darse expresiones naturales en donde se den por hecho estos acontecimientos, tal es el ejemplo de “en una familia, el papá es el jefe del hogar”, otorgar a un miembro de la familia la posición de “jefe” implica otorgarle también la máxima autoridad de la familia respecto del resto de las y los integrantes, acontecimiento no aceptado para una familia democrática, quien se encarga de validar, apro- bar y reconocer a todos y cada uno de los miembros sin distinción alguna por edad, género o condición, manteniendo la igualdad de oportunidades y responsabilidades en cualquier situación, conforme a la edad y desarrollo en todas las esferas que conforman a las personas.
Sobre tales creencias, la niña y el niño van creciendo, construyendo su propia conceptualización del “ser niño o niña”.
Aún se cree que quienes se encargan de la educación y de la formación de las y los hijos son las mujeres, “las madres”, o incluso las abuelas, quienes se responsabilizan de las conductas “buenas o malas”, no obstante, es importante percibir que madres y padres somos las personas que educamos y formamos. Es posible que exista la ausencia del padre; sin embargo, desde su ausencia también está formando, educando y construyendo a la niña o el niño.
La familia como principal institución educa a niñas y niños desde sus propias creencias y valores; estos conceptos necesitan ser libres de estereotipos que determinen ciertas desigualdades, por lo que es ideal transmitir el concepto de igualdad acompañado de una transformación real y coherente.
Como madre, mujer, profesionista, estoy convencida de que se debe de hablar de una sociedad incluyente, libre de roles y estereotipos, en donde las niñas y los niños se visualicen solo como personas, sin discriminación, ejerciendo sus derechos y garantías, teniendo y conformando una familia democrática en donde todos los miembros se consideren importantes, compartiendo responsabilidades y actividades igualitarias, sin tener un ejercicio de poder.
La familia educa a niñas y niños desde sus propias creencias y valores; estos conceptos necesitan ser libres de estereotipos que determinen ciertas desigualdades, por lo que es ideal transmitir el concepto de igualdad